La alarma ante la escasez de suministro lastra el objetivo de cero emisiones en Cádiz
consecuencias de la guerra de ucrania
La factible carencia de gas y crudo a corto y medio plazo ha dinamitado las buenas intenciones frente al calentamiento global
En febrero, Estados Unidos superó a Argelia como principal importador de gas en nuestro país
Gas, gas, que jaleaba Goran Bregovic. La guerra de Ucrania se debe -entendemos, desde la miopía que nos dan los kilómetros- a tensiones geopolíticas. A poco que rasquemos, como en todo conflicto, aparece la sangre. Troya fue por Helena. Troya fue por el Bósforo.
Frente a todos los cantos de sirena que hablaban de transición ecológica, reconversión energética y propósitos de enmienda para reducir las emisiones, nos hemos atragantado con la realidad. Y la realidad ha dicho que el 40% del flujo europeo de gas dependía de Rusia (y, como estamos viendo, no importa estar en la otra punta del continente para que te afecte) y que las intenciones de ser más verdes, más limpios, mejores, eran pompas de jabón. Las pretensiones de reducción de emisiones han sido “mermadas y arrancadas para asegurar el suministro como prioridad” comenta, desde Ecologistas en Acción Cádiz, Daniel López Marijuán.
Marina Gros, coordinadora de la campaña La verdad del gas de la misma organización, también afirma que las “circunstancias actuales han hecho darle la vuelta a todo el mapa” y el fin del gas como generador energético para 2035 de los Acuerdos de París parece haberse perdido en la nada, mientras que vivimos una especie de proceso de regasificación. El temor a la tensión energética ha vuelto a poner sobre el tablero proyectos ya desestimados, como la apertura de otra conexión a través de los Pirineos (Midcat) o, mucho más cercano, la reapertura de plantas como la térmica de Los Barrios que, en pleno proceso de reconversión de actividad, comenzó a principios del pasado febrero a generar de nuevo para la Red Eléctrica Española, de forma temporal, tras casi tres años sin actividad.
“Estamos ante un juego de geopolítica muy complicado, con muchos detalles y muchas partidas que se juegan al mismo tiempo -explica Marina Gros-. Europa depende no sólo del gas ruso, sino de sus combustibles fósiles. No sólo se plantea hasta qué punto ser coherentes sino, también, de dónde lo saco. Lo que ha hecho Europa es plantear una serie de sanciones económicas que también nos afectan y, al mismo tiempo, buscar salir de la dependencia rusa. Pero vamos mal. Esta diversificación ya se estipuló hace una década y el resultado es que dependemos aún más. El objetivo es salir del 66% del aporte ruso el otoño que viene, pillando mientras a nuevos proveedores. Pero ocurre que la producción mundial de gas tiene unos límites, y en muchos casos ya está articulado a largo plazo a través de contratos. Los slots de mercado libre están ahora carísimos, pero no sólo por la guerra de Ucrania, sino por la activación previa de la demanda a nivel mundial y, sobre todo, del mercado asiático”.
“Por otro lado -continúa-, hay efectos colaterales como la sequía generalizada que están viviendo países tipo Brasil, que dependen en gran medida de la energía hidrológica, buena o mala gestión aparte. Hay una mayor demanda en los mercados externos y suben los precios”.
“¿Cómo piensan calentar sus casas? No quieren gas, están en contra de la energía nuclear. ¿Cómo van a calentarse? ¿Con madera? Hasta para conseguir madera tienen que ir a Siberia”. Esto decía, oracularmente, Vladimir Putin hace doce añosVladimir Putin, criticando la política energética de la Unión Europea.
De momento, lo que ha sucedido es que nos hemos vueltos todos locos tratando de acaparar suministro. Lo que sea, como sea.
“España ha entrado en un momento de regasificación porque puede: porque tiene infraestructuras -indica Marina Gros-. Es uno de los puntos de Europa con mayor capacidad, tiene muchas más plantas de las que serían necesarias, y todo esto viene de una burbuja especulativa de construir regasificadoras junto a plantas de ciclo combinado, quemando gas para la electricidad. Por eso EU mete presión para construir otras vías de suministro”. De hecho, de las 20 regasificadoras del continente europeo, seis son españolas: el 30% de la capacidad de almacenamiento de Europa es nuestra. Para nosotros, la planta más cercana es la del puerto de Huelva, que ya se ha ofrecido para atender el incremento de buques que transportan Gas Natural Licuado (GNL). Gas Natural Licuado (GNL). Y es que, en este escenario, cobran peso los metaneros.
Según datos de Enagás, el pasado mes de febrero, Estados Unidos se había convertido en el primer exportador de gas natural a España. Las compras al país norteamericano han superado a las procedentes de Argelia: un dato significativo porque, hasta finales del año pasado, el país africano era nuestro principal suministrador. Así, el operador del sistema gasista español registra que nuestro país compró 12.472 GWh de gas natural procedente de Estados Unidos, frente a los 8.801 de Argelia. Mientras que el gas natural argelino llega a través del conducto de Medgaz, el estadounidense lo hace en forma de GNL a través de metaneros, suponiendo el 32,9% de las importaciones españolas, mientras que Argelia ocupa la segunda posición, con el 23,2% -las compras a Rusia, por su parte, han bajado en un 17,7%-. Respecto al control de emisiones, el metano es aún más dañino que el CO2, eso sin contar con que la mayor parte del GNL que llega de Estados Unidos procede del fracking.
Ya ven qué fácil es cargarse los buenos propósitos. En mitad del fragor, nadie ha hecho caso a la publicación del último informe del IPCC, que daba por hecho un aumento de la temperatura global de entre 2,3 y 2,7º en 2100: un escenario al que muchos ecosistemas (y muchos cultivos) no podrán adaptarse.
“Justo cuando se estaba abriendo el foco -coinciden los ecologistas-, ahora todo eso ha pasado a un segundo plano absoluto. Y, ahora mismo, las consecuencias que va a tener a nivel de no haber avanzado en esta línea van a ser brutales durante los próximos años”.
Gros recuerda la doctrina del shock de Naomi Klein -cómo, cuando hay una crisis o un desastre, se utiliza ese momento de miedo en la población para meter unas políticas que, de otra forma, no se habrían computado- para advertir de que, en la situación actual, “se pueden colar muchos caballos de Troya de por medio. Para mí, el riesgo actualmente viene por ahí, sumidos como estamos en la histeria colectiva. Y luego ves ciertas cosas, analizadas racionalmente o desde el largo plazo, y no tienen sentido. Salvo para los intereses económicos, claro, que los que siempre ganan”.
Dentro de estas supuestas soluciones que se están poniendo sobre la mesa, afirma, se encuentran temas como los proyectos relativos al hidrógeno verde, la burbuja de los huertos solares u otras opciones que “se están considerando, como el biogás; simplemente, no hay capacidad de producir biogás a unos números que puedan solventar el ritmo actual de demanda -sostiene Gros-. O cuestiones como el famoso Midcat de los Pirineos, que aun en caso de estar operando sólo satisfaría el 2,2% de la demanda total de gas de la UE, algo que lo mismo se podría lograr con buenas medidas de eficiencia enérgica, reducción de demanda, electrificación. Una cosa es asumir que el gas pueda ser un combustible de transicion, y otra fomentar este tipo de desarrollos ya que, insistimos, en principio el gas se tiene que acabar en 2035.” . Trabajos de amor perdidos.
Gros es esceptica respecto a las bondades absoluta del hidrógeno verde: "Para descomponer la molécula estamos hablando de una pérdida de energía brutal, todavía es un sistema muy ineficiente. Si ya hay problemas para descarbonizar el sistema eléctrico, no tiene ningún sentido hacer hidrógeno verde con electrólisis a través de renovables, por ejemplo, y transportarla a Europa perdiendo muchísima energía. Fliparíamos, de nuevo, con los costes. Sería mucho más eficiente transportar energía renovable directa". Aunque admitiendo que es un asunto con muchos factores, Daniel López Marijuán se muestra más convencido respecto a esta nueva forma de energía: “Si se desarrolla en el polo químico del Campo de Gibraltar a través de fotovoltaica, tanto Acerinox como Cepsa pueden usarlo como materia prima. Como en todo, hay proyectos que tienen sentido y otros que son un auténtico disparate. Y luego está la política energética de la Junta, llena de grandes palabras pero que se pone de perfil tantas veces”.
Otro de los caballos de Troya, para los ecologistas, es la energía nuclear; sobre todo, el intento de la UE hacerla pasar por energía verde: “Toda la estrategia energética de Francia pasa por la nuclear, y Alemania ha visto que lo suyo pasaba demasiado por el gas –desarrolla Marina Gros–. Si dices que la energía nuclear es verde, puedes invertir en financiación verde y demás, lo que es una locura”.
El conflicto de Ucrania ha supuesto quitarnos una vía de oxígeno antes de tiempo y, para Daniel López Marijuán, la guerra ha venido a poner también, negro sobre blanco, que las renovables han venido para quedarse: “Claro está, siempre que se haga de forma planificada y demás, porque casos como los que tenemos en el zona del Campo de Gibraltar y la campiña de Jerez lo que al final están consiguiendo es la demonización de las renovables”.
Pero lo cierto es que el precio de la electricidad ya andaba descocado de antes, entre unos suministros cada vez más escasos y unos planes de transición que iban a ralentí. Que en gran medida la cuestión de la energía es una cuestión de voluntad política se ha demostrado esta semana, cuando los precios de consumo han descendido varias cotas tras el anuncio de que la Unión Europea iba a meter mano en los beneficios exagerados de las eléctricas.
“En este sentido, muchos se alarman ante la opción de meter una alternativa pública eléctrica que compita a la baja y ponga el interés público por encima: en Francia es pública en gran medida, e incluso en Italia –apunta López Marijuán–. Lo que no es normal es este sistema nuestro, fruto de la liberalización salvaje de Aznar. La soberanía energética no es la autarquía, como en época de Franco –prosigue–, es aquella que habla de cercanía, porque en energía la cercanía es la regla de oro”. O la milla de oro, ya que el nudo gordiano del entramado eléctrico son, precisamente, los nodos de conexión y el transporte: “Si consigues que la gente controle la producción de electricidad y esa proximidad para evitar pérdidas y gastos de transporte, la ganancia a muchos niveles es incalculable. Sí hay caminos por recorrer, pero hace falta voluntad”.
El peso de la cuestión social
"Desde EA, tenemos claro que el proceso de descarbonización pasa a través de la planificación adecuada de las renovables y de una mirada social en las medidas que se tomen -indica Marina Gros-. Hay que trabajar en una reducción de la demanda energética y de gas, y que se hable de eficiencia energética dentro del sector industrial, especialmente; después, en lo referente a viviendas, teniendo muy en cuenta cuestiones como los materiales y el aislamiento. Y proteger de la subida de precios a las personas más vulnerables". De hecho, la organización propuso el mes pasado una tarifa social en los suministros eléctricos y térmicos. "Además, no todos somos igual de responsables ante el cambio climático -añade Gros-. El 1% más rico concentra la mayor parte de emisiones, asociadas por su estllo de vida. Una persona del sur global no tendrá mi misma huella de carbono, y yo no tendré la misma que la de un gran corporativo. El discurso de la responsabilidad de cada uno puede llegar a ser muy individualista: hemos de ver cómo podemos hacer para transitar justamente. No puede ser que con 600 euros al mes, por ejemplo, la factura de la luz se me lleve el 33% de mis ingresos. De los ocho millones de españoles que rozan la pobreza energética, sólo 1,2% tiene derecho a bono social".
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