Coronavirus Cádiz

Con doce en casa: la cuarentena de la peculiar familia Romero Muñoz

  • Juan Manuel y Maribel, vecinos de San Fernando, tienen doce hijos de entre 5 y 22 años

  • Una de las familias más numerosas de la provincia cuenta su día a día en tiempos de confinamiento

La familia Romero Muñoz al completo, en el salón de su piso de San Fernando

La familia Romero Muñoz al completo, en el salón de su piso de San Fernando / JULIO GONZÁLEZ (San Fernando)

Hace 22 años, Juan Manuel Romero (46) y Maribel Muñoz (45) tuvieron a su primera hija. La llamaron como ella: Isabel María. Al año siguiente, Maribel volvió a quedarse embarazada y llegó al mundo Juanma, como su padre. Ese hubiese sido el momento, “con la parejita”, en el que la mayoría de las familias de ahora se hubiesen plantado.

Pero no fue el caso de estos isleños. Al año siguiente vino otro, al siguiente otro y después otro. Así, prácticamente a bebé por año, se construyó la peculiar familia de doce hijos de los Romero Muñoz: Isabel María (22 años), Juanma (20), Carmen (19), Moisés (18), José David (17), Aarón (16), Judith (14), Daniel (13), Irene (11), María del Sinaí (9), Raquel (7) y Nazareth (5).

Viven en un piso de 100 metros donde no sobra un centímetro y en el que la organización es la clave para que todo funcione. Ellos, como el resto de los españoles, están confinados en casa desde mediados del mes de marzo. Dos meses sin pisar la calle y, pese a que se pueda pensar lo contrario, lo están llevando “bien, mejor de lo que se podía esperar”.

Juan Manuel y Maribel junto a las más pequeñas de la extensa familia Juan Manuel y Maribel junto a las más pequeñas de la extensa familia

Juan Manuel y Maribel junto a las más pequeñas de la extensa familia / JULIO GONZÁLEZ (San Fernando)

Están acostumbrados al trasiego familiar, a comer o cenar todos juntos alrededor de la misma mesa, pero nunca se habían enfrentado a una situación como esta. Por primera vez, los catorce miembros de la familia llevan más de 40 días bajo el mismo techo sin que la puerta de su casa esté abriéndose y cerrándose durante todo el día.

Una de las cuatro habitaciones de la vivienda está ocupada, claro está, por Juan Manuel y Maribel. “Para nosotros es muy importante tener un sitio para la pareja. Para hablar de nuestros hijos y tener algún momento de soledad porque lo que nuestros oídos oyen durante todo el día es un continuo: ‘mamá, necesito…’, ‘papá, ven a…’, ‘papá, ayúdame a…’, y el clásico ‘mamá, dónde está…’, que no cesa”.

Las siete niñas comparten habitación. Duermen todas juntas en literas triples y las dos más pequeñas comparten, además, cama. Las otras dos habitaciones son para los chicos. El resto de la vivienda se compone de dos baños -casi siempre ocupados-, un salón donde se reúne la familia para comer “apretujaditos” o para rezar, algo muy importante para ellos; y una cocina “no muy grande” en la que Maribel se pasa gran parte del día para hacer un menú diario extra-familiar. “No es una casa grande, pero nos apañamos bien”, dicen.

Tanto los padres como los hermanos saben que son una excepción. Son una de las familias numerosas más numerosas de la provincia de Cádiz, y eso siempre genera sorpresa, asombro y, sobre todo, muchas preguntas de quienes los conocen. “Mis padres siempre han recibido a los hijos con alegría”, dice la mayor de las hermanas. “Nunca les ha resultado un impedimento ni un problema, para nada. Es cierto que cada hijo supone un nuevo gasto pero siempre lo hemos llevado bien. No hemos tenido lujos, pero sí lo imprescindible y nunca nos ha faltado de nada”.

El confinamiento no les está “afectando demasiado”. Dicen que lo llevan mejor de lo que esperaban para estar “catorce personas encerradas en un piso”. Juan Manuel, chofer de profesión, que cumple el confinamiento en casa todo lo que le permite su trabajo, es el encargado de hacer la compra “un día si y otro no”. Cuando no puede es la hija mayor la que se encarga. “Nuestra compra no es las normal de cualquier familia. Es imposible hacerse una idea de las cajas de leche que compramos. Y ya de papel higiénico ni te cuento. Son, con diferencia, los productos que más gastamos”, explica Maribel, peluquera de profesión que desde que se decretó el estado de alarma está en casa sin ejercer.

La organización es la base de una casa donde el silencio o las habitaciones vacías son una quimera. Un cuadrante marca los turnos para recoger la cocina y entre ellos se organizan para hacer las camas o limpiar el baño. “Todos colaboramos por igual. Hasta los más pequeños participan recogiendo juguetes o haciendo las camas hasta donde llegan”, dicen los hermanos. “Yo también viví en una familia numerosa y mi madre nos enseñó lo que yo transmito ahora a mis hijos: que todos somos iguales y debemos colaborar por igual”, apunta la matriarca.

Un selfie familiar antes de iniciar un rezo. Un selfie familiar antes de iniciar un rezo.

Un selfie familiar antes de iniciar un rezo. / DCA (San Fernando)

Mientras los chicos y chicas arreglan la casa, Maribel está en una cocina de la que apenas sale. Cocina para catorce personas, y eso significa que se trabaja mucho y el resultado dura muy poco. “Intento hacer muchas cosas para evitar, por ejemplo, los productos industriales. Me meto en la cocina a hacer uno o dos bizcochos, me paso allí toda la mañana y después apenas dura cinco minutos, uno visto y no visto”.

Y aunque parece que los Romero Muñoz lo llevan a la perfección, reconocen que “somos muchas personas y a veces la convivencia es complicada. No vamos a negar que de vez en cuando haya algunos roces entre nosotros, pero la verdad es que son casi anécdotas y el encierro lo estamos llevando sorprendentemente bien”, dice la mayor de las hermanas (22 años) y la que, si todo sale como tiene previsto, será la primera en abandonar el nido.

“Tenía programada mi boda para el 13 de junio pero hemos tenido que posponerla. Ahora la hemos fijado para el 15 de agosto y esperamos que se pueda celebrar”, dice con una sonrisa nerviosa. Se casará joven, como su madre, que prácticamente a su edad tuvo a su primera hija y 18 años mas tarde, con cuarenta, ya había tenido a los doce.

Es el día a día de una familia a la que el confinamiento solo ha generado un problema: los deberes. Existen escuelas, en barriadas rurales, con menos alumnos que hijos tienen Juanma y Maribel, y a la hora de hacer las tareas o seguir las clases online, la situación se complica. “Los hijos no me pesan. A mi no me han dado doce niños de momento para que viva con ellos. En casa estamos más que acostumbrados a ser muchos y nos organizamos muy bien. Pero el tema de las tareas es lo que más me agobia” dice Maribel. “Hay momentos que me supera”.

Tiene hijos en todos los niveles educativos. Desde Infantil que cursa la pequeña de la casa hasta la carrera universitaria que acaba de terminar la primogénita. Y cada uno de ellos con necesidades muy similares en cuanto a material. Eso es lo que ahora supone un problema. La familia cuenta con un solo ordenador, una tablet y dos móviles para compartirlos entre todos. “Cada uno de los mayores intentamos hacernos cargo de un pequeños. No tenemos alumnos asignados, cogemos al que lo va necesitando”, bromean los hermanos. Así, ayudándose unos a otros, la familia tira para adelante.

Pero en esta casa no es todo trabajo. En el salón se reúnen para cantar o para hacer, la noche de los viernes, sesiones de cine. Una película y palomitas para todos para celebrar la llegada del fin de semana en el que se relaja todo un poco. “Aunque tratamos a todos nuestros hijos por igual, es cierto que cada uno tiene una forma de ser distinta. Hay que hablarles de distinto modo y acudir a muchos frentes”, explica Maribel, quien dice ser madre, cocinera, profesora y psicóloga. “Vamos, que me merezco un sueldo porque todo eso es complicado”, bromea.

La diferencia de caracteres entre los doce hijos se ve en las necesidades que cada uno tiene desde que se decretó el estado de alarma. “La más pequeña no para de decirme que quiere salir a la calle, por ejemplo”. El resto lo lleva como puede. No se puede negar que la compañía haga más llevadero estos momentos, ni que los necesarios momentos de intimidad, que apenas existen, pueden ser un problema más. Todos echan de menos a sus primos o abuelos, y cada uno de ellos, por separado, a sus propias amistades, especialmente los adolescentes de la familia. Así pasan los días una singular familia que celebra, a diario, que se tienen los unos a los otros y que, además, todos gozan de buena salud.

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