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Consecuencias del coronavirus en Cádiz | Así lo viven las familias numerosas

Uno más uno son siete

  • Dos familias gaditanas, cada una con cinco hijos, cuentan sus vivencias y fórmulas para llevar de la mejor manera el confinamiento que impone el coronavirus

Nono y Mariola, con sus cinco hijos, en su casa de Fuentebravía

Nono y Mariola, con sus cinco hijos, en su casa de Fuentebravía

Hace 17 años que Telecinco estrenaba Los Serrano, una de las series españolas de más éxito. La sintonía que introducía cada capítulo empezaba con un “Uno más uno son siete, ¿quién te lo iba a decir?”. Contaba las historias de una familia con 5 hijos.

En casa de José Antonio Aparicio Méndez y Mariola Díaz del Río García de Lomas no hay ficción que valga. Suman siete con sus cinco niños: Jaime, de 9 años, Gonzalo, de 7, Mariola de 5 años, Covadonga, con 4 e Ignacio, el peque de la casa, con 2 años.

Viven en un adosado de dos plantas “con un patio delante y otro detrás” ubicado en la zona de Fuentebravía, en El Puerto.

Muy cerca, en la Base de Rota es donde trabaja José Antonio. Nono, como lo conoce casi todo el mundo, es militar y ejerce de segundo comandante del Contramaestre Casado, por lo que está más que acostumbrado tanto a estar confinado como a bregar con tropa.

Su mujer, Mariola, estudió Administración y Dirección de Empresa (ADE) “pero ahora mismo ejerce de ama de casa”. Nono teletrabaja buena parte de la semana, de manera que participa de manera muy activa en la educación de sus hijos y en hacerles más llevadero el confinamiento.

Nunca se han arrepentido de tener una tropa tan numerosa en casa. Todo lo contrario, “nos sentimos afortunados”. Antes de decretarse el estado de alarma contaban diariamente con dos horas de ayuda de una señora. “Ahora hemos tenido que prescindir de ese servicio y entonces todos tenemos que ayudar más”.

Recuerda que es fundamental establecer unas rutinas, y, sobre todo, que “los niños no noten la gravedad de lo que pasa ahí fuera”.

Pero admite que no hay ningún momento en el que ni a él, Nono, ni a su mujer, Mariola, les entren ganas de tirarse de los pelos.

Establecen una rutina fija con tareas por la mañana, después una hora de deporte todos juntos y ya, por la tarde, “nos inventamos desde una obra de teatro a pintar, entre todos, la pared de la escalera como hemos hecho”.

La PlayStation sigue estando restringida sólo para los fines de semana, aunque reconoce Nono que sí están siendo algo más flexibles con la TV. “Vemos todos juntos una película después de comer pero con la condición de que hay que verla en inglés”.

Nono admite que la actitud de los niños ante esta adversidad le ha sorprendido. “Lo llevan bien e incluso dicen que el cole en casa mola más”.

Mariluz Fernández Alles trabaja en la Facultad de Económicas y es subdirectora del colegio Mayor Beato Diego de Cádiz, de lo que se traduce que no le sobra tiempo libre. Y algo parecido le pasa a su marido, Alfonso Jiménez, un abogado laboralista bastante más ocupado de lo que le gustaría con todos los Erte que está motivando el virus.

Pero tiempo hay que sacar. Tienen cinco hijos: Alfonso, con 15 años, Pablo, con 13, Javier, con 11 añitos cumplidos en pleno confinamiento (pero no le tengan lástima porque afirma, según su madre que “ha sido el mejor cumple de su vida”), Fernando, 6 años y Luz, con 3.

Alfonso no teletrabaja, por decirlo de alguna manera, ya que el despacho de su bufete familiar lo tiene en el mismo edificio en el que vive. Mariluz sí teletrabaja pero el ritmo de la casa, ahora sin nadie que le ayude, le ha obligado a cambiar sus horarios.

Alfonso y Mariluz, con sus pequeña tropa de cinco hijos Alfonso y Mariluz, con sus pequeña tropa de cinco hijos

Alfonso y Mariluz, con sus pequeña tropa de cinco hijos

Empieza reconociendo que son días muy duros pero que ellos se sienten afortunados. “Estamos aquí a lo que Dios quiera. Uno tiene los niños sin saber lo que nos va a pasar, si van a estar sanos o no, si te van a dar 5 problemas o 33”.

No les ha llevado mucho tiempo organizarse, según revela la propia Mariluz. Reconoce que las dos primeras semanas perdió mucho tiempo con las redes sociales ya que “estaba muy preocupadas con el tema de la pandemia y con esa lluvia de noticias de muertos contagios, era todo el día enganchada a la red a ver qué pasaba”.

Alfonso y Mariluz tienen a sus hijos mayores en el colegio Guadalete y a la pequeña Luz, en el Grazalema de El Puerto y reconocen que en el colegio han reaccionado bien y rápido y el mismo lunes después de implantarse el estado de alarma ya tenían implantado lo que ellos llaman “colegio at home”. Los mayores tiene un horario fijo de clases que va desde las 9 hasta las 16.30, y “eso nos ha ayudado mucho a organizarnos”, según relata Mariluz.

Pero también hay que organizar el reparto de ordenadores para tanta tarea online. Ahí igualmente prima la organización porque sólo tienen un portátil y tres ipad.

Y como en toda buena familia, momentos buenos y momentos menos buenos. Entre los peores, la madre de Alfonso, Pablo, Javier, Fernando y Luz dice que está la hora del desayuno. Se levantan todos los días a las ocho de la mañana, se duchan, desayunan, pero ahora toca, mejor dicho, le toca a Mariluz, recoger la casa, algo que se hace muy complicado en el momento en el que todos se van para sus habitaciones para empezar sus clases. “Alguno de ellos ha intentando colarle la teoría de que para qué ducharse si nadie nos ve o para qué quitarse el pijama”. Pero en esta casa no ha colado.

¿Y el mejor momento? “La noche, sin duda. Se acuestan un poco más tarde de lo habitual y vemos alguna serie juntos y aprovechamos para un ratito de charla en familia”.

“Se están portando como unos auténticos campeones e incluso Pablo dice que sería feliz si tuviera siempre el cole virtual”. El que peor lo ha llevado es Javier, el de 11 años, ya que está acostumbrado a entrenar todas las semanas y a tener su partidito de fútbol los fines de semana, algo harto complicado ahora. “Los demás muy bien. La pequeña con su madre todo el día en casa, así ella es feliz”.

Lo que sí llevan todos fatal es el hecho de no ver a los abuelos. Precisamente Alfonso y Mariluz son familia numerosa de categoría especial, pero los padres de ambos también tenían cinco y cinco hijos respectivamente, de manera que nietos hay unos cuantos a los que abrazar tras el confinamiento.

El estado de alarma no les ha retirado de muchas de sus prácticas habituales. Por ejemplo, uno de ellos da catequesis online a los niños que van a hacer la comunión en la iglesia de La Palma; otros dos son scout del grupo Padre Cheminade, de San Felipe Neri, y han llegado a hacer desde casa campamentos virtuales. “Se conectaban por skype y hacían pruebas, montaron su tienda de campaña en casa e incluso pasaron la noche en sus sacos de dormir en el suelo”. El secreto es cubrir esos espacios libres del día que antes uno pasaba en la calle, pero Mariluz Fernández Alles recomienda a las familia que se encuentren “agobiadas” que a ellos les ha sido de mucha ayuda “tener fe y esperanza cristiana”.

Piensa que “que todo esto haya pasado en Semana Santa nos ha dado la oportunidad de hacer cosas juntos que en condiciones normales no habrían podido hacer”. Como ejemplos “seguir los Oficios del Vaticano, rezar en familia, pensar sobre el sentido de la vida y, sobre todo, darnos cuenta de lo afortunados que somos”.

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