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literatura

El caballo como tótem: la Cartuja abriga la novela de Gonzalo Giner

Gonzalo Giner, en la Yeguada Cartuja Hierro del Bocado. Gonzalo Giner, en la Yeguada Cartuja Hierro del Bocado.

Gonzalo Giner, en la Yeguada Cartuja Hierro del Bocado. / Javier Ocaña

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Caballos, molando desde época aquea. Y, desde antes incluso, la pregunta referente a este animal sigue siendo la misma: por qué. Por qué dejáis que os domemos, caballos. Sois más fuertes, más grandes, más altos, más rápidos, más guapos. Por qué.

“Yo creo que es porque, al fin y al cabo, los caballos están en el grupo de las víctimas –explica Gonzalo Giner–. Cuando el hombre consigue darle muestras de que le protege, se entrega de forma generosa a todo lo que le pedimos. Su relación con nosotros es una relación de dependencia curiosa, porque ha de ir perdiendo sus miedos y, en esencia, es un animal nervioso, que ha de estar muy seguro de ti”.

“El caballo –continúa– es de los pocos animales poderosos que hemos domado. Hay quien dice que los consideramos bellos porque sus proporcionen anatómicas responden al número áureo”.

Quién sabe. Lo cierto es que siempre han sido un milagroso pasmo. A que pudimos, les colocamos alas, los dibujamos con ocho patas para indicar su velocidad, su retumbe era el de los terremotos. Incluso creamos a los centauros para indicar que en esa bestia latía una sensibilidad como la nuestra, o quizá que nosotros éramos las bestias.

Giner es veterinario de profesión, pero no es especialista en caballos, sino en alimentación animal. Sin embargo, fue con ellos que se inició en su andadura como escritor, cuando publicó en 2008 El sanador de caballos, un título con el que quiso investigar en el inicio del que es su oficio y vocación. Con El jinete del silencio (2011) indagó en los antecedentes de la creación de la raza española durante el siglo XVI.

La fascinación por los caballos es la clave que da cuerda, en esta ocasión, a La sombra de los sueños (Planeta): una obra con espíritu de novela de aventuras con elementos de suspense y de ficción histórica. La acción se pone en marcha por voluntad de Jalid, un jeque árabe coleccionista de restos de caballos históricos: en su posesión se encuentran trozos del húmero de Incitatus (el caballo de Calígula); huesos de Marengo (la montura de Napoleón, que se conserva en el Army Museum de Londres) y de Palomo, emblema de Simón Bolívar. También está el cráneo del que quizá sea más famoso de todos, Bucéfalo, la otra mitad de Alejandro: “Tuve la suerte de que, mientras esta escribiendo el libro, apareció la que supone era Alejandría Bucéfala, fundada en su honor en Pakistán”, apunta Giner. En esa colección de caballos históricos, sin embargo, hay un gran ausente: la yegua favorita de Saladino, a la que el autor bautiza como Shujae, valentía.

Sabemos que Saladino era, también, un gran conocedor del mundo equino: en su fortaleza de Siria, tenía pasajes habilitados para las caballerizas. “Antiguamente, los árabes sólo podían poner nombre a dos tipos de animales:los halcones y los caballos”, dice el escritor.

La leyenda sitúa ese trato especial en que, en una ocasión, Mahoma tuvo que dejar de lado sus camellos y le ofrecieron un grupo de caballos que llevaban muchas horas sin beber. “Cuando llegan al lado de una fuente –cuenta Gonzalo Giner–, les da una orden para que se detengan y, de todos ellos, sólo tres consiguen superar su instinto y no ponerse a beber, y es con ellos con los que se queda, porque se han sometido a él, y eso en el islam es la virtud clave. A partir de ahí, hay muchas anécdotas en torno al caballo en el mundo musulmán: puede entrar en tu tienda, puedes darle de comer antes que a tu familia, etc. El caballo árabe, dicen, se creó de un puñado de viento y está hecho para romper la arena de los desiertos. Es energía y fuerza bajo la voluntad humana”.

Varios ejemplares pertecientes a la Yeguada de la Cartuja. Varios ejemplares pertecientes a la Yeguada de la Cartuja.

Varios ejemplares pertecientes a la Yeguada de la Cartuja. / D.C.

La presentación oficial de La sombra de los sueños tuvo lugar esta semana en la Yeguada de la Cartuja, uno de los ejemplos más logrados de la peculiar relación que nos hemos agenciado con estos animales. La finca actual, tutelada actualmente por el Estado, fue expropiada a Rumasa en la década de los 80, pero el origen de la Yeguada Hierro del Bocado está justo enfrente: en el edificio de la orden de la Cartuja, que quedará vacío de órdenes religiones dentro de unas semanas: los cartujanos criaban a estos caballos para negociar, trabajar, hacer la guerra o como medio de transporte. De hecho, el monasterio cuenta con una alberca que, ya siglos atrás, usaban como forma de acuaterapia para los animales.

“Durante siglos –contextualiza Gonzalo Giner– el caballo fue la medida más clara de poder:la demostración de fuerza de un señorío iba en función de los caballeros (es decir, de los caballos) que fuera capaz de proporcionar a un rey”. Del caballo dependía tu movilidad, y un buen ejemplar tenía un valor tremendo:con el paso del tiempo, la equivalencia de un buen coche de caballos, con varios animales en el tiro, no estaría hoy en un deportivo, sino en un helicóptero.

En el caso de los caballos de Hierro del Bocado, estamos hablando de una presencia que se remonta a hace más de 500 años: desde 2018, se ha demostrado genéticamente que el cartujano es una familia dentro del Caballo de Pura Raza Española. Destaca por un torso fuerte y una grupa musculada y potente y, sobre todo, por su excelente carácter, que lo hace único para la doma. El precio de uno de estos caballos oscila entre los 12.000 y los más de 20.000 euros.

No son un helicóptero, pero para jugar a un nivel alto hace falta un buen colchón. O varios. Por eso su creador hace a Jahid una de las personas más ricas del mundo.

FICCIÓN HISTÓRICA DENTRO DE LA AVENTURA

“Jahid pretende resucitar el pasado e intenta transcender a través de él –explica Giner–. Admira la figura de Saladino como unificador del islam y quiere resucitar esa capacidad, pues se siente portador de un designio especial, encaminado hacia una época gloriosa”.

Para ello, movilizará a un equipo de otras cuatro personas –los restantes protagonistas de la novela– que jugarán en un tablero de ajedrez cuyas normas desconocen: Sarah, ladrona y nieta de un famoso ilusionista judío; Amina Al Balud, zooarqueóloga egipcia; y un científico, Mao Zhao Yanh.

En todo este proyecto salpicado de nombres míticos, aparece también la huella de los dos objetos sagrados por antonomasia de la tradición cristiana: el grial y la lanza de Longinos. En el caso del primero, Gonzalo Giner escoge, además, la “trama leonesa” del asunto: “No quiero entrar en los posibles debates académicos del asunto –apunta–, pero en la propuesta de Margarita Torres, que sitúa al grial en la colegiata de San Isidoro, en León. Por lo menos, ha habido alguien capaz de señalar una trazabilidad de 1200 años y sabemos que el vaso en sí, de piedra negra tallada, está fechado en la época de Cristo”.

Así, una esquirla del grial “leonés” sería, según las fuentes, el que utilizó Saladino para curar a su hija favorita, “enferma probablemente de cólico renal”. En el viaje, uno de los hombres quitó una lasca, “y en el actual cáliz de León aparece una muesca”.

Saladino es el único personaje del pasado en la historia, y forma por sí mismo una pequeña novela histórica dentro de la trama. “Para nosotros, por supuesto, los buenos estaban aquí, a este lado, y nuestra visión ha estado relacionada con las Cruzadas –comenta Gonzalo Giner–. Pero fíjate si ha tenido peso que hasta en alguna declaración pública, incluso Bin Laden hacía referencia a él como modelo”.

De forma que Giner se hizo con bibliografía “occidental y no” para tener una visión más equilibrada del personaje: un líder al que conocemos sobre todo por la conquista de Jerusalén para el islam, pero que destacó también por el imposible de haber conseguido unificar a todo el mundo árabe. “Oriente Medio –apunta el escritor– estaba organizado de forma similar a nuestros reinos de taifas”. Un logro que te señala que no era un señor de la guerra al uso, sino un gran conocedor de su mundo: “De hecho, confiesa en algún momento que está cansado de las batallas, que siembran grandes injusticias, y es su madre la que le dice que tiene un destino que no ha de dejar atrás”.

Curiosamente, de entre los textos que muestran su lado más humano, se encuentran sus cartas con Maimónides:“En su correspondencia, por ejemplo, se queja de que lo están traicionando porque lo consideran demasiado blando, porque no pasa a cuchillo a los habitantes de los territorios ocupados”.

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