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20 vivencias del 20

Curando pero sin poder abrazar a sus padres

  • Para Arancha García, enfermera de Urgencias del Hospital de San Carlos, 2020 ha sido un año muy duro y triste por el distanciamiento físico con la familia y por las personas que están muriendo en soledad

Arancha García García-Rincón en su puesto de trabajo.

Arancha García García-Rincón en su puesto de trabajo.

Para Arancha García García-Rincón, 2020 ha sido un año duro pero sobre todo "muy triste" por el distanciamiento físico con la familia para evitar el contagio de la covid-19, y por la cantidad de personas que han ingresado en un hospital solas y han muerto en soledad.

Arancha es enfermera y trabaja en el Servicio de Urgencias del Hospital de San Carlos. Ella trata a diario a pacientes covid porque, según explica, "a Urgencias llegan todos los días casos sospechosos y también otros pacientes que vienen por otro motivo, sin síntomas, pero al hacerles la prueba PCR porque hay que ingresarlos o trasladarlos, dan positivo".

Afirma que al principio trabajaba con mucha incertidumbre y con la sensación de que iba a infectarse, viendo el gran número de contagios que se había producido en Madrid entre el personal sanitario. Pero asegura que nunca ha tenido miedo de acercarse a los pacientes "porque es mi trabajo y me gusta. Pero sí que tenía miedo a contagiar a mi familia".

Por eso, antes incluso de que se decretara el primer estado de alarma, empezó a distanciarse físicamente de su familia: "Dejamos de darnos besos y abrazos, y eso es duro".

Cuenta que ahora todo el personal sanitario de su hospital trabaja con mascarillas FFP2, pero al principio no era así. "Sólo tenían mascarillas FFP2 los que las habían podido conseguir por su cuenta, porque en el hospital únicamente proporcionaban las quirúrgicas. Entonces, intentábamos que sólo se acercara a los pacientes sospechosos de tener covid el personal que tenía mejores mascarillas".

Reconoce que al principio trataba a los pacientes con cierto distanciamiento, pero esto cambió cuando su marido enfermó por covid y tuvo que ser hospitalizado. "Al ver la soledad y el poco contacto humano que tuvo durante su ingreso, cambió mi visión del acercamiento a los pacientes, y ahora intento tener un trato más cercano, siempre con el equipo de protección puesto".

El contagio de su marido también le ha hecho cambiar la forma de relacionarse con su familia: "Cuando todavía él estaba aislado en casa, y viendo que los demás no nos habíamos contagiado, volví a abrazar y a besar a mis hijos porque lo necesitábamos". Con quien sigue manteniendo las distancias es con sus padres y sus suegros.

Hasta ahora, Arancha no se ha contagiado, pero ha tenido que estar aislada dos veces por ser contacto estrecho de algún enfermo de covid. Uno de ellos, su marido y el otro, una compañera con la que cenó una noche en el trabajo.

Arancha afirma sentir "mucha impotencia al ver la irresponsabilidad de la gente en la calle. Porque yo, en mi trabajo, puedo decirle a alguien que se ponga bien la mascarilla, pero en la calle no".

Y dice no comprender a los negacionistas: "No puedo entenderlos. Me los llevaría un día a Urgencias para que vieran cómo trabajamos con los EPIS y la soledad de los pacientes que ingresan, que muchos han muerto solos, y eso es una cosa muy dura”.

Lo único positivo que ve Arancha en este año que acaba es que "por fin" le han adjudicado su plaza de la oposición de 2016, de la que espera poder tomar posesión pronto. También, por supuesto, que su marido y otros familiares que han pasado la covid han superado la enfermedad, y que ni ella ni sus padres ni sus suegros, que son personas más vulnerables, se han contagiado.

Arancha desea para 2021 "que cambie la situación y poder abrazar y besar a mis padres".

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