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Las quejas –en redes sociales, al menos– no son pocas. A partir del próximo 10 de enero, todo aquel que tenga una licencia de pesca recreativa tendrá que declarar las capturas a través de una aplicación móvil. Número de piezas (incluso las devueltas al mar), especie, tamaño, peso, jornadas sin capturas. La medida, que hizo pública el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, incluye a aquellas especies sometidas a especial protección –entre ellas, atún rojo, atún blanco, pez espada, agujas, pez vela, merluza, lubina, abadejo, lenguado–. Dentro de los clubes, días después de haberse comunicado la medida, se encogen de hombros: hay socios que no están de acuerdo, y otros a los que les da igual.
El origen de la aplicación de la discordia (y lo que supone) está, como en tantas ocasiones, en la normativa europea. Y viene de lejos: en noviembre de 2009, un reglamento de la UE establecía que los países comunitarios debían establecer un marco común de control para la pesca deportiva, dada la magnitud del número de pescadores que se calculaba en las distintas regiones y el impacto significativo que estaban seguros causaba en los recursos pesqueros. En 2013, el Parlamento europeo dictaminaba que los Estados miembros debían asegurar este control. Y de ahí, doce años después, llegamos al pasado mes de febrero, cuando se publica un reglamento de ejecución en el que se establecen las normas para poner en marcha un artículo del que se hablaba ya en 2009.
Así, los países comunitarios deberán recopilar los datos sobre todas las capturas y comunicarlos a fecha de 31 de mayo. La obligación de que los pescadores recreativos tienen que notificar sus capturas a partir del 10 de enero de 2026 no viene a ser más que la implementación de esta norma.
Paz Jiménez, bióloga del IEO-CSIC en Cádiz, es la investigadora principal de un proyecto para el estudio de la pesca recreativa en las costas españolas: “Se estima (porque nunca se ha controlado ni se ha hecho un seguimiento) que en Europa hay unos nueve millones de pescadores recreativos –explica–. En total, se calcula que los desembarcos de pesca recreativa podrían suponer hasta un tercio de las capturas de la pesca comercial”.
Frente a la imagen que todos tenemos (el aficionado feliz con su caña en la balaustrada, o en la orilla mientras escucha un pódcast), hay “puertos deportivos llenos de barquitas que se han quedado pequeños. El impacto de todo esto va mucho más allá de lo que podemos imaginar”.
En España, hay estimadas entre 900.000 y 1.200.000 licencias de pesca recreativa, en las cuatro posibilidades que existen –tierra, embarcación individual y conjunta, y submarina–. En Andalucía, con más de 900 kilómetros de costa, dos caladeros principales (Mediterráneo y Golfo de Cádiz), ochenta y cuatro áreas de pesca recreativa, más de 50 puertos de pesca deportiva y 150 asociaciones y clubs de pesca recreativa, el músculo de la pesca deportiva es potente.
Los datos oficiales del año 2024 arrojaban un total de 76.427 licencias en la comunidad autónoma, de las cuales, el 66% eran permisos para pescar desde la costa –espigón, playa–; en torno a un 26%, correspondían a licencias para embarcación y el seis por ciento, a pesca submarina.
De todas las licencias andaluzas, más de un cuarto de las mismas –es decir, cerca de 20.000– corresponden a la provincia de Cádiz: “Eso no quiere decir –puntualiza Paz Jiménez– que todas sean de gaditanos: puede ser gente de Sevilla que se venga a pescar aquí”. Pero la actividad, desde luego, se realiza en nuestro litoral.
La científica se muestra comprensiva ante el malestar que ha causado la normativa entre muchos de quienes practican la pesca deportiva. Máxime, cuando nunca ha habido ninguna regla ni control. “Pienso que, por parte de las administraciones, tampoco ha habido mucha explicación –indica–. Recuerdo aquella campaña que se repitió hasta la saciedad cuando éramos pequeños, la de los pezqueñines. Bueno, pero todo el mundo, o la mayor parte de la gente, se concienció. Tendrían que haber hecho una campaña de difusión grande antes de salir con el anuncio”.
La pesca –hasta ahora– no oficial, no comercial, escalará hasta el tercio de lo que suponen las capturas convencionales, pero la impresión general es que –teniendo en cuenta lo que se extrae del mar, y lo que se arroja de nuevo por inútil– lo que mueve la pesca recreativa parece el chocolate del loro. ¿Por qué declarar el par de lubinas que me llevo a casa?
Desde Fenapa (Federación Nacional de Pesca Artesanal), Carmen Díaz señala que no son un par de lubinas.Y que no siempre se las llevan a casa. “La llamada pesca deportiva es una actividad que se ha llevado a cabo sin que jamás nadie ejerciera el más mínimo control –declara–. Y por supuesto que no ven esta medida con buenos ojos, porque no quieren que nadie los controle: hasta ahora, sólo tenían que pagar la licencia, que no cuesta nada, sin ningún tipo de impuesto ni cargas sociales”. La presidenta de los pescadores artesanales no duda en señalar que algunos pescadores deportivos realizan una actividad que podría definirse como furtivismo.
El máximo de cinco kilos de captura por persona y día, asevera, es una entelequia en muchos casos. Carmen Díaz sostiene que no sólo es común la venta a restaurantes dentro de la pesca recreativa, sino también a negocios, “perdiéndose cualquier rastro de trazabilidad, y camuflando incluso piezas traídas de fuera”, y que “se han comercializado especies sometidas a cota”.
“Sabemos que en torno a un treinta por ciento de la lubina que se pilla en el norte es por la pesca recreativa –admite Paz Jiménez–. Pero es que no tenemos conciencia de la dimensión de la pesca recreativa. Nuestra misión es, precisamente, dar los datos, y que luego las administraciones gestionen. Lo mismo no hay que tomar ninguna medida”.
“Hacer un seguimiento y obtener información de pesca recreativa es muy difícil –reconoce–. Es muy diversa: lo mismo se hace desde una roca, que submarina. Tampoco tiene un horario, como la comercial, porque depende en gran medida de condiciones meteorológicas, etc. Puede que no haya nadie al mediodía y que de noche, se llene”.
El Consejo Internacional para la Explotación del Mar tiene, de hecho, un grupo de trabajo específico para esta categoría, y “allí fue donde se llegó a la conclusión de que fueran los propios pescadores los que reforzaran la información –explica Jiménez–. Al fin y al cabo, son ellos los que mejor conocen la actividad, los que mejor pueden reportar las capturas. Se considera que esa es la única forma de obtener una información fiable de lo que se está pescando”.
En este sentido, el Instituto Español de Oceanografía es el principal organismo asesor en materia de pesca para el Gobierno. “Pero sin información –prosigue Paz Jiménez– es imposible que podamos emitir ningún informe de asesoramiento”.
No fish, no data. Si no hay datos fiables, lo que se suele hacer, de hecho, es tomar medidas más preventivas o más conservacionistas. Lo mismo esta medida que ahora está causando cierta intranquilidad, termina siendo algo positivo dentro de unos años, "pero sin este primer paso es imposible hacer nada”.
Al cabo, sin embargo, todo depende de la efectividad de la aplicación que se tendrá que descargar todo aquel que tenga una licencia de pesca (PescaREC), y de la voluntad y buena fe de los usuarios. Largo me lo fiais. Para Carmen Díaz, es tapar el sol con un dedo: “Todo es muy relativo: a la hora de la verdad, puede ser que no tenga teléfono inteligente, o que se haya quedado sin batería, o que se haya mojado... Hay mucho hueco en esa legislación”.
“Por eso hay que insistir en que esta herramienta es una oportunidad, no una amenaza. Es una posibilidad de gestionar y regular mejor el recurso, ya que cada captura importa –desarrolla Paz Jiménez–. Tanto quienes pescan como la parte científica compartimos nuestro amor por el mar, pero todos queremos que sea una actividad sostenible porque, si algo hay que tener claro, es que es una actividad extractiva”.
“Lo que se pretende desde Europa –continúa– es obtener información para poder regular la actividad, ya que tiene una dimensión importante y, para eso, hay que tener información. Cuanto más y mejores datos tengamos, más preciso se podrá ser en la gestión del recurso”.
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