Provincia de Cádiz

Muere José María Pery Paredes, hijo de Pascual Pery Junquera, héroe de la explosión de 1947

  • El investigador y escritor José Antonio Aparicio Florido comparte este texto a modo de homenaje a su memoria.

Cuando el pasado día 30 de julio presentábamos el documental “El cielo rojo sobre Cádiz”, no sé por qué mis primeras palabras brotaron de pronto para advertir que lo que íbamos a ver serían, seguramente, los últimos testimonios orales y filmográficos de los pocos testigos que quedan con vida de la desoladora catástrofe acaecida en la noche del 18 de agosto de 1947. Aun siendo consciente de ello, porque toda edad llega a su fin, pensé que todavía nos quedaría tiempo para muchas cosas; tiempo suficiente para ver culminado el trabajo, tiempo para volver a conversar sobre unos hechos ya pasados, tiempo para recordar a los que cayeron, tiempo para agradecer el coraje de quienes acudieron en nuestra ayuda, tiempo para seguir negándonos a olvidar, y a que nos olviden. No recordé que el destino es caprichoso e inoportuno, y que la Explosión no dejará de estar marcada por la tragedia.

Minutos antes, viendo hasta dónde alcanzaba la fila para entrar, nos inquietaba mucho que quienes llevaban aguardando una hora en la cola del cine no pudieran acceder al interior o que alguno de ellos se quedara sin asiento. En aquella tensa espera, alguien del equipo de producción se acercó para decirme que José María, el segundo de los hijos de Pascual Pery Junquera, no iba a poder venir. En Chiclana de la Frontera, donde le conocí por primera vez a primeros de agosto de 2017, se estaba terminando de vestir para acudir a la proyección, con la ilusión puesta en ver de nuevo las fotos de su padre y el resultado de varias horas de grabación en su casa de Madrid, apenas unos meses atrás. Solo supimos que repentinamente se encontró indispuesto, y nada más. Frente al umbral del Casino Gaditano, su primo Carlos apenas había recibido nuevas noticias del hospital e irremediablemente había que esperar. El documental ya no importaba nada. Al anochecer del 1 de agosto, su hermano Pascual me llamó personalmente para anunciarme que José María acababa de morir.

Así que aquí estoy, derrotado, como todo el equipo de producción, recordando una y otra vez el día en que montamos las cámaras en su salón, conversando largamente con él y con Pascual sobre la trágica noche del 18 de agosto en que su madre los bañaba en su piso de la calle Cervantes minutos antes de oírse la fortísima explosión, los cierros descerrajados, el cielo rojo, su padre vistiéndose a toda prisa, echándose unas cerillas en el bolsillo para guiarse en la oscuridad y su madre y su abuela recibiendo en el portal a Manuel Paredes con el único hijo que le había quedado, en brazos y lleno de tierra, como una figura de sangre a la luz de un candil. Una noche en que ambos hermanos se volvieron invisibles a los ojos de los adultos, preocupados como estaban en atender a los supervivientes.

Sí, derrotado. Recordando nuestro último apretón de manos en el umbral de la entrada, la sonrisa siempre en los labios, la chispa en la mirada, su esposa entrando por el zaguán, tan cariñosa y amable como él. Un hombre que no se verá nunca más sentado junto a su hermano mayor, en su propio hogar, exprimiendo los últimos recuerdos de aquella noche trágica de la que tanto habíamos hablado y de la que tantas veces nos habíamos lamentado. Un hombre plácido y bondadoso, feliz de la vida y la familia que ha tenido, ajeno a su grandeza humana. En nombre de las víctimas de Cádiz y de quienes compartimos el regalo de unas horas, que siempre serán eternas, en tu grata compañía, descansa en paz, amigo mío.

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