Jerez mete otra marcha
El ambiente de motos del viernes supera el nivel de años anteriores. Una vez que acabó la actividad en el circuito, las avenidas se llenaron de incondicionales.
"¿Te falta fuerzas?", preguntaba una azafata que repartía bebidas energéticas de forma gratuita en la avenida de Europa a media tarde. Miles de aficionados a las dos ruedas inundaron Jerez en la jornada de ayer viernes. Ya por la mañana circulaban grupos de moteros organizados, los que prefirieron disfrutar de la ciudad en lugar de acudir a los entrenamientos libres que se celebraban en el circuito. Son los fieles a Jerez, como una peña de fuera de Andalucía que dio varias vueltas al entorno de Mamelón y calle Larga con sus 'maxiscooters' Yamaha.
También se dejaron ver a la hora del aperitivo las primeras 'joyitas' del fin de semana, como un par de 'Punch' que no son posteriores a los años 70. Tampoco faltaron por la ciudad en las primeras horas de la tarde algunas bellezas recién salidas de fábrica, de esas que alcanzan los 40.000 y 50.000 euros. Pero no era ni una décima parte de lo que estaba por llegar. Sobre las cinco, cuando habían terminado los entrenamientos libres del Mundial, miles de motos -y algún vistosísimo coche de alta gama- accedieron al casco urbano por las avenidas de entrada, la de Arcos, la de Europa y la Álvaro Domecq.
Rozando las seis y media, en los puntos calientes asomaban miles de cabezas. Había muchos jerezanos que se apasionan por una semana, que ponen todo de su parte para que la fiesta no falle. Y también los incondicionales, de aquí y de fuera, los que han elevado la marca de Jerez como capital mundial del motociclismo y del ambiente motero. Eso que saben encontrar tesoros entre mareas de propuestas resultonas.
Una de ellas era una réplica de competición de las que empuñaba el campeón Kevin Schwantz a finales de los 80, una 'Suzuki' de 500 centímetros cúbicos que sonaba a clasicismo y a mañanas de pasión vibrando con las carreras. "Esta es la mejor moto que hay en la avenida hoy, ¡vamooos!", gritaba un aficionado al escuchar rugir la japonesa de dos tiempos. Un par de 'Ducatis Panigale' rojas también levantaron multitud de alabanzas, dos caramelitos italianos que sonaban para los moteros como suenan Mozart o Beethoven para los melómanos.
Sobre las ocho de la tarde no había manera de pasear por las calles de ambiente sin oír petardear algún motor. A ratos, y cuando los agentes de policía no estaban cerca, hubo quien quemó rueda sobre el asfalto. Son los despliegues de los que aman mucho el motociclismo pero poco su propia 'burra', a la que llevan al límite, al borde del quebranto. Igual que se sanciona la quema de rueda, que además de contaminar produce un riesgo de accidente, también se sancionan los 'caballitos' y el simple acceso al casco urbano con 'quads'. La policía estuvo atenta y sancionó a aquellos que captaban saltándose la norma.
En general, la jornada de ayer continuó una línea ascendente que se inició el jueves en cuanto a ambiente y fiesta. La gente se divertía, muchos acababan con la boca abierta gracias a las espectaculares exhibiciones de los aficionados y otros, conscientes de su protagonismo, aceptaban con agrado que los anónimos se fotografiasen con su joya. Abundaban, como cada año, las Suzukis, Hondas y Yamahas de 600, las más asequibles dentro de las prestaciones de una alta cilindrada actual. Pero la etiqueta era lo de menos. Casi todos los forasteros mantuvieron una actitud responsable.
El tiempo acompañó a pesar de las cuatro gotas que habían refrescado las calurosas cuatro de la tarde. Una vez que se despejó la borrasca, el sol primaveral regaló uno de los viernes más apetecibles de motos que han tenido lugar en la ciudad. Daban ganas de sacar el móvil para hacer fotos, grabar vídeos, tomarse un refrigerio y contemplar las rocambolescas humaredas que cada dos por tres se formaban.
La afición encaró la noche con ganas de pasarlo bien. Hubo quien prefirió marcharse a ciudades del entorno -"¿echamos el resto del día por El Puerto?", se preguntó una parejita sobre las siete-. Otros fueron ocupando los locales de ocio. Los que iban al cargo de niños -el motociclismo también se vive en familia- prefirieron reponer fuerzas. Pero para una gran parte, la nocturnidad del viernes era el mejor momento, pues la noche del sábado, aún más multitudinaria, siempre mantiene la obligación de tener que recogerse temprano para la carrera del domingo por la mañana. Por eso, el viernes fue espectacular como hacía tiempo que no lo era. A riesgo del aguante del cuerpo. Seguro que tras la maratoniana fiesta de ayer, a alguno hoy le deben faltar fuerzas.
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