Fiestas Todas las ferias en la provincia de Cádiz para este mayo de 2024

Provincia de Cádiz

Francisco Javier, Ana María, Isabel, Encarni, María... al límite

  • Más de 74.000 hogares de la provincia tienen ya a todos sus miembros en situación de desempleo · La crisis obliga a agudizar el ingenio y decenas de familias se apañan como pueden para seguir a flote

Suena el despertador y Francisco Javier Pérez, de 32 años, se prepara para ir a trabajar. Pertenece a la plantilla de empleados públicos del Ayuntamiento de Barbate, y está asignado al departamento de limpieza viaria. Su zona asignada se ubica por las inmediaciones de la Avenida de la Constitución.

Acude a su puesto de trabajo para cumplir con las horas que recoge su convenio colectivo, un documento en el que también se dice que debe cobrar cada mes 1.071 euros. Pero ese dinero no llega a su cartilla de ahorros.

Esa es su situación laboral, pero detrás de ella se viven unas circunstancias que solo conocen los que saben de su día a día. Sobre todo sus padres, con los que comparte mesa y mantel, cama y techo, ya que la crisis le ha llevado a tener que dejar a un lado a su pareja, con la que lleva casado cinco años.

Tuvieron que tomar la decisión de separarse ante el panorama que se les venía encima. Como cualquier pareja tenían sus planes de futuro. Decidieron meterse en una hipoteca de 100.000 euros y se compraron un piso. Cada mes les llegaba una letra de 444 euros, a la que hacían frente con su nómina de mileurista.

Fue precisamente el euríbor el que empezó a crear los primeros problemas a la casa. Subía y subía y la letra mensual se llegó a poner en unos 600 euros. Tomaron la decisión de gastar lo menos posible, pero cada vez la situación se complicaba más. Se dejaron de pagar algunos recibos y las cuentas ya no salían, por lo que había que tomar una de las medidas más duras para cualquier pareja: Vender el hogar que se propusieron en su día compartir.

No fue fácil deshacerse del piso. Las parejas a las que les gustaba encontraban problemas en los bancos para que les diesen el dinero necesario. Pasado algún tiempo llegó una pareja que se quedó con la vivienda de sus sueños. Todo cambió.

Durante un tiempo se quedaron en la pequeña casa de los padres de él, pero la situación económica del Ayuntamiento de Barbate no ayudaba. Las nóminas no se hacían efectivas, por lo que se plantearon de mutuo acuerdo una nueva y difícil solución, quedarse cada uno en casa de sus padres: Francisco Javier, en Barbate, y su pareja, en Conil, en casa de su familia. No tienen hijos, por lo que afrontar esta circunstancia no les ha costado lo mismo que a una pareja con cargas familiares.

La madre de Francisco Javier, es la que le ayuda en todo lo que puede, incluso dándole 50 euros los fines de semana para que pueda echar gasolina e ir a ver a su mujer a Conil. Son 25 kilómetros de ida y otros 25 de vuelta. Se lo sabe bien, porque el precio al que está la gasolina no le anima a salirse de ese itinerario.

Su padre está prejubilado y es el único que ingresa dinero, una paga con la que hay que hacer frente a comer todos los días cuatro personas, hacer la compra, pagar la luz, el agua y la bombona. No hay para otros lujos o caprichos, tanto es así que la cena de Navidad fue como la de otra noche cualquiera del año. Ocurrió lo mismo en Nochevieja, y lo peor de todo, el día de Reyes, no pudo ni agradecer con un simple detalle a los suyos lo que por él hacían, no había de dónde sacarlo.

Ayer, como cada día, después de la jornada laboral regresó a casa de sus padres, donde también vive su hermano. Tocaba cocido de cardos y tagarninas. Algo que da para un par de días. No hay para cerveza o vino en la mesa. Solo pan y agua.

En una libreta apunta cada día las cantidades que le deja su madre. La cifra va por los 500 euros; una cantidad que espera algún día poder devolverle, pero de momento tiene que conformarse con darle de vez en cuando algo de lo que le pagan en el Consistorio, unas veces 600 euros, otras 250, y así hasta ir completando algunas nóminas, aunque ya se adeudan las pagas de noviembre, diciembre, enero y la extra de Navidad.

Como el resto de los 13 compañeros que están en el departamento de limpieza viaria acude con ilusión de 10:00 a 10:30 horas a los bajos del Ayuntamiento. Allí espera que los representantes sindicales digan algo positivo, pero cada día la noticia es la misma, no hay ningún ingreso previsto. Lo que les devuelve a la cruda realidad. Y cabizbajo regresa a su trabajo.

Algún que otro día compra un cupón, pero, de momento, la suerte no se le acerca. Ni le roza. Aún así prefiere afrontarlo todo con una sonrisa en la cara. Mañana sonará de nuevo el despertador. Será otro día.

Isabel Domínguez es trabajadora del Ayuntamiento de La Línea, cuya plantilla, cifrada en 830 empleados, lleva dos años atravesando serias dificultades por los retrasos en el pago de sus salarios, cifrados en 1,3 millones de euros al mes. En la actualidad, el Ayuntamiento adeuda en torno a 5 millones de euros por las nóminas íntegras de mayo, noviembre y la extraordinaria de verano, así como cantidades pendientes de las pagas 'extra' de los labores de marzo y septiembre del año pasado. Si hoy no se produce un nuevo ingreso se sumará el impago de la nómina de enero.

Isabel trabaja como limpiadora en el Ayuntamiento, en concreto en la jefatura de la Policía Local. Su sueldo es de 1.000 euros netos al mes y el único dinero que entra, o mejor dicho, entraba en su casa, en la que reside junto a su marido, en paro y sin ayuda, y una de sus siete hijas y sus dos nietas.Ocasionalmente, recibe ayuda de una hija, la única que aseguró puede hacerlo, pero es algo puntual. Además, en sus ratos libres hace arreglos de costura para obtener algún ingreso, porque, como ella dice, con dos cremalleras que arregle "pongo un puchero en mi casa", aunque reconoce que este trabajo extra le soluciona muy poco.

En Navidad, Cáritas le entregó alimentos y la parroquia del Carmen, donde imparte catequesis, le ha pagado algún recibo de agua y de electricidad. La semana pasada, el Ayuntamiento hizo un ingreso a la plantilla con el que completó las cantidades pendientes de las nóminas de julio y agosto del año pasado, un abono que para Isabel fue de 400 euros. "Este dinero lo he utilizado para pagar los recibos de la luz porque me la cortaban", dijo.

Además, tuvo que pedir dos créditos que suman 7.500 euros para que su hija fuese al dentista y recibiese el tratamiento que necesitaba. "Ya llevo cuatro cuotas sin pagar y están todo el día llamándome por teléfono de los bancos. Incluso me han enviado una carta avisándome de que van a iniciar acciones judiciales por no pagar".

Esta limpiadora reside en una vivienda social en régimen de alquiler, por lo que la cuota mensual es muy baja pero aún así no tiene para sufragar los gastos esenciales de un hogar. "No quiero pedir comida a Cáritas porque creo que hay personas que lo pueden necesitar más que yo pero ya no puedo más. Me han dicho en mi parroquia que me inscriba y voy a tener que hacerlo para que mi familia pueda comer. Nunca pensé que llegaríamos a esto. Trabajo en el Ayuntamiento, por favor. Doy gracias a Dios cada día por tener un trabajo porque puedo vivir con muy poco pero hay días en los que no puedo levantarme", explicó.

Como consecuencia de esta situación, Isabel está en tratamiento por el estado de ansiedad permanente que asegura padece. "No puedo dormir pensando en las deudas y que no sé cuándo voy a cobrar. Tengo el estómago fatal de los mismos nervios y he pedido cita al cardiólogo porque me duele mucho el pecho y estoy asustada".

¿Y cómo lo consiguen? Aquí hay truco. Seguro. ¿Cuánto dará de sí esa invisible cuerda antes de partirse? Muchas lágrimas y horas de sueño les cuesta a esos miles de gaditanos que viven su día a día entre penurias y alguna que otra sonrisa sin atreverse a plantearse cuál será el menú de pasado mañana. Francisco Javier ya sólo ve a su mujer los fines de semana porque su sueldo limpiando las calles de Barbate no da para más; Isabel, de La Línea, está condenada a cogerle todos los días el teléfono a los bancos que le reclaman ya varias cuotas de un préstamo que solicitó para pagar el dentista de su hija; Ana María, Encarni y María, desde Espera, esperan cada mañana que les llegue algún trabajillo, "lo que sea, con tal de poder llevarle el pan a nuestros hijos". En Europa se habla de bancos, en Cádiz se habla de una situación que afecta ya a muchas, demasiadas, familias. Pero, ¿cómo lo consiguen? Sus protagonistas nos ofrecen alguna que otra pista...

Ana María, Encarni y María nadan cada día con el agua casi al cuello. Intentan salvarse de la marea de la exclusión social, que está a punto de atraparlas por la maldita crisis. Las tres son madres de familia, jornaleras en paro, que no tienen un horizonte ni para ellas ni para sus hijos.

Repiten como una letanía que nunca han estado tan al límite como hasta ahora. En casa de María, todos están en paro. Su sustento para poner el plato en la mesa cada día se basa prácticamente en lo que le da la pequeña huerta que trabaja su marido. Él es un damnificado más de la construcción y ahora está pendiente de la ayuda de los 400 euros.

Estas tres mujeres ponen rostro a cifras, informes y a la angustia de un futuro incierto. "Jamás me he visto en esta situación. Siempre he trabajado en el campo. He juntado mis peonadas. Pero ahora no hay nada", explica María, con una hija de 15 años y un hijo de 23 años, a quien la crisis lo atrapó con un préstamo para poder montar una tienda de ropa, que ha tenido que cerrar. A los pagos que amontonan la familia para pagar luz, agua y casa se une el préstamo del hijo.

"A ver qué hace el Gobierno con nosotros. Los políticos hablan con mucha facilidad cuando tienen la nevera llena. Nos gustaría que se bajaran a la calle, que tienen el país destrozado", reclaman estas madres. Ellas aseguran que desde siempre han ido enganchando campañas agrícolas para poder subsistir. Pero la cosa anda muy floja en el campo. María llegó hasta Murcia para recoger tomates en los años de vacas gordas. "Pero las huertas las vendieron para hacer casas", matiza.

Ellas siguen dispuestas a "meterle mano" a lo que sea con tal de llevarles el pan a sus hijos. "Siempre he trabajado. Antes para ayudar a mis padres y ahora para ayudas a mis hijos", comenta Encarni.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios