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La Familia Arcoiris: Hippies del siglo XXI en la Sierra de Cádiz

Dos miembros de la comuna en una oficina bancaria.

Dos miembros de la comuna en una oficina bancaria. / Miguel Gómez

La Familia Arcoiris ha llegado a Benaocaz. Dicho así parece que hablemos de una troupe circense con acróbatas y saltimbanquis. Alehop. Pero no, este grupo colorista y polinésico, donde conviven en plena naturaleza personas de todas las edades, sexo y nacionalidad, viaja por el mundo siguiendo los ciclos lunares.

Herederos del espíritu hippie de los 60, del haz el amor y no la guerra, estos nómadas modernos han acampado ilegalmente en una finca situada en plena Sierra de Grazalema, entre Ubrique y Benaocaz. Allí, controlados por la Guardia Civil, aseguran que van a permanecer hasta el próximo 18 de junio, cantando en círculos como las comparsas malas y haciendo fogatas en un parque natural para entrar en calor.

Aseguran ser naturistas, veganos, pacifistas, estar contra la tecnología o el consumo de alcohol y drogas. En 2021 estuvieron en La Rioja y el pasado año su destino fue Asturias. Esta vez han llegado a la provincia de Cádiz. Son casi 80 y, al menos de momento, no están afectando al día a día de los pueblos cercanos, aunque tampoco es que se les haya recibido con collares de flores. Cada año, los integrantes de la Familia Arcoiris se cogen un mes de vacaciones y se van de convivencia con niños incluidos.

Son hippies pero no perroflautas. Ojito. Que hasta para ser hippies hay clases y clases. Algunos, por mucho que promulguen su repulsa a la tecnología, pagan con tarjetas bancarias en los establecimientos, y los hay que, por más que entre los mandamientos de la comuna aparezca bien destacado el veganismo, ya se han metido entre pecho y espalda una buena hamburguesa de extranjis en un restaurante de Benaocaz.

Entre la familia hay muchos españoles pero sobre todo extranjeros. Y en las últimas horas se están sumando más. Entre ellos una familia que ha llegado desde México. A alguno se le ha podido ver pidiendo limosna en Ubrique, adonde llegan en autobús, pero lo normal es que bajen a Benaocaz desde la finca donde tienen su campamento para tomarse un café en cualquier bar o hacer la compra.

“Hasta el momento no han dado problema ninguno. Al principio llamaban la atención, por sus vestimentas sobre todo, pero ya nos hemos acostumbrado”, dice Younes, propietario del restaurante Nazarí de Benaocaz.

La concejal de Asuntos Sociales del Ayuntamiento de Benaocaz, Elisa Ramírez, subió la tarde del miércoles hasta el emplazamiento al enterarse de que había menores en el grupo. Cuando llegó comprobó que ya habían soltado un cucurrucucú paloma y que los adultos habían quitado de en medio a los pequeños. “Sólo quedaba un bebé de pocos meses y vimos que un padre caminaba de la mano de una niña pequeña monte arriba. Las sonrisas iniciales se tornaron en miradas más serias, porque esta gente es muy amable y muy pacifista siempre que no se le lleve la contraria. Les explicamos que nadie pretendía quitarles a sus niños, pero que como trabajadores sociales que somos debemos interesarnos por la situación de los menores, que no están allí por voluntad propia sino porque sus padres los han llevado. Les explicamos que no es sano que, por ejemplo, los niños aguanten bajas temperaturas o aguaceros como el que cayó el martes en medio del monte”.

La edil de Asuntos Sociales de Benaocaz subió al campamento al saber que había niños

Porque la Familia Arcoiris se cobija del frío y de la lluvia en tiendas de campaña. También ha instalado unos toldos en el emplazamiento y unas piedras a modo de linde. Hacen fuegos para calentarse, algo que, en un parque natural, está completamente prohibido. “Les hicimos ver –sigue relatando Eli– que si tan amantes de la naturaleza son no deberían arrancar ramas de los árboles para quemarlas”.

Un momento de tensión llegó cuando alguno de los menos pacíficos ordenó de malas maneras a la edil de Benaocaz que guardara tanto su móvil como la libreta que portaba. “Les dije que no pensaba soltar la libreta en la que anoto todo, y que cómo era posible que ellos defendieran su libertad para ocupar una finca privada en un parque natural y me privaran a mí de la libertad que tengo para llevar una libreta en la mano”.

Entre los miembros de la Familia Arcoiris hay diferentes extremos, desde los más amables y educados a los más radicales con sus creencias, los que responden con un “la tierra es de todos” cuando se les hace ver que están ocupando ilegalmente una propiedad privada o saltan con que no tienen “más ley que la que dicta el sol y la luna, la Madre Tierra”, su Pachamama.

Antonio es un vecino del pueblo que lleva por nombre el del patrón de este municipio serrano, el segundo pueblo más pequeño de la provincia, que estos días anda en boca de todos por el asentamiento de la comuna. Mientras habla, varios forasteros con mochila a cuestas llegan a Benocaz. Desde hace una semana, el goteo de hippies en las calles de esta tranquila localidad, de unos 680 habitantes, que cuenta con uno de los barrios nazaríes más atractivos de Andalucía, es incesante.

Una reunión de la Familia Arcoiris. Una reunión de la Familia Arcoiris.

Una reunión de la Familia Arcoiris.

“Desde que se ha instalado la comuna el trasiego no para. Llegan hasta Benaocaz andando, en coche o en bicicleta. Muchos acceden hasta Ubrique en autobús y después suben hasta aquí por la carretera para unirse a la comuna”, explica el hombre, que asegura que la convivencia con los hippies es pacífica cuando bajan del campamento que se ha asentado a unos tres kilómetros por encima del pueblo. “No ha habido incidentes ni altercados hasta hora, pero bueno, hay cierta preocupación porque han ocupado una finca privada y hacen fuego cuando está totalmente prohibido”, alerta el vecino.

Como muchos otros benaocaceños, Antonio mira estos días la televisión y no para de ver el nombre de su pueblo por todos lados por el impacto de la Familia Arcoiris. “Hay una parte buena en todo esto por la promoción que se puede dar, que nos sitúa en una zona muy bonita, con un paraje natural, pero nos gusta que venga la gente de manera reglada, que se asiente en las casas rurales o el complejo turístico que tiene este pueblo y que pruebe nuestra cocina en los bares y restaurantes del pueblo. Un turismo en condiciones, que cumpla las normas. Así será todo el mundo bienvenido”, reflexiona el hombre.

“La verdad es que no dan ruido. Son educados. Pero, hombre, han ocupado la finca de un ganadero, que lo está pasando mal”. Así se expresa otro vecino de Benaocaz, que da su opinión, también, sobre la presencia estos días de miembros de la comunidad Arcoiris, que ha llenado de cámaras de televisiones generalistas este apacible y tranquilo pueblo donde el día a día se desparrama con el trajín de ida y vuelta de los propios pobladores. “A mí lo único que me han preguntado ha sido que dónde podían coger el autobús para ir a por provisiones a Ubrique. Supongo que van a por frutas y verduras, sobre todo, porque vuelven otra vez cargados y se van para arriba, para el campamento”, explica el muchacho.

Añade que en el pueblo andan acostumbrados al turismo de fin de semana, sobre todo, de senderistas que buscan naturaleza, buenas viandas y tranquilidad, pero nunca se habían topado con algo así. Afirma, como otros habitantes de este pueblo, que los miembros de esta comuna están utilizando algunos servicios como el cajero o la compra de víveres en una de las tiendas del pueblo, cuyo dueño es, al parecer, pariente del ganadero afectado. “¡Y qué va hacer el hombre!, pues venderle a todo el que entre por la puerta”, añade este vecino del pueblo.

Tras la atención mediática que han despertado, los integrantes del grupo han colocado a varios vigías al final del pueblo para intentar controlar, o incluso impedir, el acceso de curiosos y medios de comunicación. El programa Cuatro al día consiguió hablar con Juan, uno de los encargados de buscar los emplazamientos para estas convivencias, quien aclaró algunas de las cosas que se estaban comentado sobre su modo de proceder. “Llegamos para estar en contacto con la naturaleza, en familia, y para compartir los saberes ancestrales”, dice. “Esto no es una ‘rave’, es un movimiento que lleva 50 años a nivel mundial y nunca hemos tenido ningún problema”, llegó a declarar.

Sobre las informaciones de que practican el sexo libre y el nudismo, aseguró que no es cierto. “No practicamos este tipo de orgías multitudinarias porque somos una familia: hay ancianos, niños, adolescentes, personas adultas, que venimos a aprender los unos de los otros”.

También ha explicado la decisión de acampar en una finca privada. En este sentido explica que “el 85% del territorio natural español tiene propietarios” y que por ese motivo es difícil encontrar un lugar donde poder estar en la naturaleza sin molestar a nadie. Asegura que se intentan obtener todos los permisos, pero que es la mayoría de los casos es difícil contar con todos los necesarios.

De cualquiera de las maneras, lo que es evidente es que por muy pacíficos que sean estos hippies del siglo XXI están ocupando una finca ganadera y pisoteando no sólo la ley de la propiedad privada sino también los pastos de los que se alimenta el ganado vacuno de su legítimo dueño, que no quiere saber nada de ciclos lunares, de coros celestiales ni de pachamamas.

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