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historia. Una nueva visión sobre el caso Casas Viejas.

Crónica de "una obsesión"

  • Una investigación del periodista Tano Ramos, galardonada con el premio Comillas, ofrece material inédito sobre la matanza de Casas Viejas en 1933

"El jurado quiere destacar la magistral reconstrucción del levantamiento anarquista de Casas Viejas en 1933 y de la respuesta militar que este hecho provocó, y que trajo consigo la muerte de catorce campesinos y puso en serios aprietos al Gobierno de Manuel Azaña. Los procesos que, en 1934 y 1935, juzgaron estos sucesos enrarecieron la atmósfera política de la Segunda República. El relato del seguimiento que la prensa de la época hizo de este episodio nos invita a reflexionar sobre la patológica relación existente en España entre los tribunales y los medios de comunicación, tanto en los convulsos años 30 como en casos más recientes de nuestra historia". Fallo del jurado del Premio Comillas 2011, otorgado al periodista Tano Ramos.

"Yo no hago literatura, en el sentido de que no hay ni una pizca de ficción en lo que cuento. Pero tampoco hago historia, en el sentido de un estudio científico de los hechos con una extensa lista de notas al final. Mis fuentes van incluidas en el relato como en cualquier otro relato periodístico. Yo he hecho periodismo, ni más ni menos que lo que hago todos los días de trabajo, y el resultado no es otro que una pieza periodística destinada a que lo lea un lector medio, el lector que lee periódicos". Tano Ramos (Asturias, 1958), que desde hace dos semanas está incluido en la selecta lista de los ganadores del Premio Comillas, uno de los más prestigiosos del panorama editorial español, hace esta reflexión ante un plato de huevos con jamón. Es curioso que lo diga. El premio lo otorga Tusquets, editores en España del gran fabulador Henning Mankell, creador del inspector Wallander, que ha sido lectura de cabecera durante la elaboración de su libro, su primer libro, El caso Casas viejas, un proyecto, "una obsesión", que ha durado cuatro años. No se puede entender el devenir de la II República sin conocer lo que sucedió en esos dos días de enero de 1933 en Casas Viejas. Y un periodista no se puede entregar a la explicación de esos hechos sin obsesionarse.

Nos hemos enzarzado en la típica discusión entre compañeros sobre literatura y periodismo por eso de que los periodistas nos pasamos la vida reinventando el oficio en charlas de café. Es lo que es Tano: periodista. Lo ha sido en Efe, La Voz de Asturias y, desde hace catorce años, en Diario de Cádiz, encargado de la información de tribunales. Y ahora le ha llegado, de sopetón, la celebridad. "Hombre, celebridad..." Se ríe con los ojos tras sus gafas de Bob Dylan. "A mí esto me viene un poco grande".

El objetivo de estos huevos con jamón es hablar de su "obsesión". "Tu turno, Tano". Pone una expresión de 'veamos por dónde empezamos' y se lanza: "Fue en 2007, cuando se preparaban unas publicaciones especiales con motivo del 140 aniversario de Diario de Cádiz. El actual director adjunto, José Antonio Hidalgo, me encargó que pensara algo de mi área. Barajamos hablar de los principales juicios en ese periodo de tiempo, pero eso era difícil de condensar. ¿Por qué no un solo caso? ¿Y qué caso era el de mayor relevancia que se había juzgado en Cádiz en 140 años? Casas Viejas. La matanza de Casas Viejas había sido uno de los detonantes de la caída de Azaña". Por su origen, siempre pensé que Tano se había metido en este fregado a cuenta de las revueltas obreras que, un año después de Casas Viejas, en 1934, se habían producido en Asturias. Una deuda sentimental o algo así. Tano lo desmiente. "Qué va. Cuando empecé el trabajo para el reportaje del Diario yo apenas sabía nada de Casas Viejas. Conocía lo básico. De hecho, creo que no sabía ni quién era Rojas".

Manuel Rojas es el villano de este relato. Fue el capitán de la guardia de asalto, un cuerpo creado por la República con muchos militares procedentes de Marruecos, que ordenó los fusilamientos a sangre fría de los detenidos durante la revuelta anarquista de esta aldea de Cádiz, a medio camino entre Medina y Vejer. "Rojas era un psicópata", dice abiertamente Tano.

"Leyendo las informaciones del juicio que publicó Diario de Cádiz me enganché a la historia". ¿Quién las firmaba? "No iban firmadas. Y con el tiempo esto me sería muy útil porque deduje que lo que publicaba el Diario no era una crónica de un periodista, sino las actas del proceso. Se lo consulté a Manuel de la Hera, un juez ya fallecido que había realizado un interesante trabajo sobre el proceso de La Mano Negra, ocurrido en Jerez a finales del XIX. Él me dijo que no le extrañaba porque también creía, tras su investigación, que lo publicado por los periódicos locales de la época eran, igualmente, las actas".

¿Pensaste desde el principio en un libro? "No, no. Me rondaba por la cabeza escribir un libro, pero el tema no era Casas Viejas. Ya te digo, ni siquiera conocía el caso. Fue un cúmulo de cosas que me hicieron ver que había descubierto una mina. La cuestión era si estaba dispuesto a explotarla". ¿Cuándo viste que era una mina? Al fin y al cabo, sobre Casas Viejas se ha escrito tanto... "No tanto. Lo primero que me llamó la atención fue una foto que se publicó en las efemérides del Diario. Se veía a Manuel Azaña y a Rojas en la Audiencia de Cádiz, en 1935. Eso era extraño. El juicio, según toda la bibliografía consultada, se había celebrado en 1934 y una de las grandes críticas que se leían en la época era que no obligaron a Azaña a declarar. Pero la foto no engañaba. Ahí estaba Azaña, en el juicio de Casas Viejas. ¿Qué había pasado? Que existió un segundo juicio. Tuvo una menor repercusión, pero es más esclarecedor porque se produce un careo entre Azaña y Bartolomé Barba, capitán de Estado Mayor, que desmonta lo que había supuesto el gran desprestigio de la figura de Azaña. Barba había declarado que fue el propio Azaña el que había ordenado reprimir las revueltas anarquistas que se estaban produciendo aquel año con 'tiros a la barriga'. ¡Tiros a la barriga! Eso era una acusación muy grave".

Pero el descubrimiento de ese segundo juicio y analizarlo en las páginas del Diario de Cádiz de la época no fue la pepita de oro que indicaba la existencia de un filón. Esa pepita estaba en Madrid, en la Biblioteca Nacional. "Me fui con mi pareja, Lola Lozano, que es historiadora, a pasar unas vacaciones en Madrid y acabaron por ser unas vacaciones en la Biblioteca Nacional. Quería consultar cómo habían tratado otros periódicos los juicios. En estos cuatro años Internet ha experimentado una revolución. Ahora pinchas en la Biblioteca Nacional, pones en el buscador lo que quieres conseguir y ahí lo tienes. En 2007 el trabajo no era tan sencillo. Consistía en ponerse ante las pantallas de los microfilm y buscar página a página. Pero merecía la pena. Frente al tono aséptico que había estudiado en Diario de Cádiz, ahora me encontraba con crónicas firmadas por periodistas muy famosos de la época, espléndidamente escritas, entre las que existían enormes diferencias. Parecía que hubieran asistido a juicios distintos. La carga política de aquel juicio era enorme. Periódicos anarquistas como La Tierra o monárquicos como ABC buscaban una misma pieza: Azaña. Por eso daban como verosímil la estrategia del defensor de Rojas, Pardo Reina, que pretendía demostrar que su cliente actuó por orden expresa de Azaña al ejecutar a los campesinos. Esto era absurdo, según el propio testimonio de Barba, que declaró haber recibido esa orden de los tiros a la barriga, pero admitió no haberla transmitido. El dijo que 'humanizó' esa orden. Entonces, ¿cómo Rojas pudo decir que su orden era matar a los campesinos? Me impresionó la capacidad de los periódicos de la época para utilizar esos testimonios según sus intereses editoriales. Analizar el tratamiento que los distintos cronistas habían dado a unos juicios en los que aquello que se juzgaba acabó por ser secundario sí que tenía un libro. De hecho, las crónicas/actas de Diario de Cádiz eran tan útiles porque permitían poner un equilibrio entre lo que decían unos y decían otros".

A Tano le centellean los ojos según rememora sus avances en la investigación y los huevos con jamón se congelan en el plato. "Cada vez que conseguía un dato nuevo era un subidón". Le digo que, en cualquier caso, más allá de las apreciaciones de los cronistas de la época, todo estaría en el sumario del caso. "¡El sumario! No existe el sumario de Casas Viejas, el original. Ha desaparecido. Hablé con Lorenzo del Río, actual presidente del TSJA y por entonces presidente de la Audiencia Provincial. La historia de ese sumario es rocambolesca. Desapareció una primera vez y la policía lo localizó en Sevilla cuando alguien intentaba venderlo. El sumario regresó a la Audiencia... y volvió a desaparecer. Hay sospechas, pero nadie sabe a ciencia cierta qué pasó. Aquello me indignó, pero lo asumí: esa puerta estaba cerrada. Nunca podría estudiar el sumario del caso. Nunca podría conocer las declaraciones de los testigos ante el juez instructor, saber qué dijeron en 1933, antes del juicio en esos testimonios a los que hacían referencia el fiscal y el abogado de las víctimas y que debían aclarar qué ocurrió en Casas Viejas".

Todo relato que se precie, como en las novelas del inspector Wallander, tiene un héroe. Si el villano era Rojas, si Azaña era el personaje secundario, víctima de una infamia, el héroe era un perfecto desconocido. "Andrés López Gálvez fue la veta de la mina. El me abrió los ojos". López Gálvez era un profesor de Magisterio y abogado que en el juicio se encargó de la acusación particular contra Rojas. "Su alegato final es una maravilla. Aparece casi íntegro en el libro. Es un alegato de un buen hombre que busca verdad y justicia. Él se sale de esa línea que desviaba las responsabilidades a Azaña y se centra en los hechos que llevaron a una innecesaria muerte a esos campesinos. Desde el primer momento fue un personaje que me atrajo. ¿Quién era López Gálvez? Pregunté a abogados veteranos si habían oído hablar de él, pero nadie le conocía. Era extraño porque parecía un hombre eminente en el Cádiz de la época. Nada, ni una referencia. Hasta que di con el estudio que la historiadora Alicia Domínguez hizo sobre la represión en Cádiz en su libro El verano que trajo un largo invierno. Ahí estaba López Gálvez".

Tano tira de la madeja. Un artículo del historiador y guardia civil Jesús Núñez le descubre la renuncia de López Gálvez a llevar la defensa del presidente de Diputación Francisco Cossi, asesinado en 1936 por los sublevados en circunstancias no esclarecidas pero fáciles de suponer. También el letrado López Gálvez, como muchos otros, escribirá una carta al Diario retractándose de su condición de masón en un intento desesperado de evitar represalias. Nada de esto le salva de la cárcel. Tano se entera de la anotación que hay en la cárcel de Cádiz, que señala que su héroe ha sido trasladado a El Puerto, pero en El Puerto su expediente no existe. Quizá hubiera sido asesinado por el camino. No es tan extraño. Ocurrió muchas veces. Acude en ayuda de Tano Alberto Sanz Trelles, un buen amigo, archivero, un "sherpa de la Historia", como le calificó el propio Tano en el obituario que años después publicó de "una de esas personas que me unen a Cádiz". En un trayecto en autobús, Tano le cuenta a Alberto su agobio, que su investigación sobre López Gálvez está en vía muerta. Alberto le dice que buscará en el Archivo Provincial y, al rato, Tano recibe su llamada: ¿a que no sabes qué expediente tengo en mis manos?

La investigación se desbloquea. Ya sabe que ese encarcelamiento, un encarcelamiento sin acusación de delito alguno, alejó a López Gálvez de Cádiz. Como tantos otros, fue enviado lejos, muy lejos de sus familiares, al Dueso, en Cantabria. Pero antes, Rojas se planta en la cárcel de Cádiz para pedir la cabeza de su acusador. "Espera, espera, Tano. ¿Rojas? ¿No había sido condenado a veinte años de cárcel en dos ocasiones?" "¿Que por qué estaba en libertad? ¿Que por qué podía presentarse alegremente en la cárcel de Cádiz? Me intrigó. Nadie me lo explicaba. Suponían que porque hubo una amnistía... pero no, no fue eso".

En febrero de 2008 Tano publica en Diario de Cádiz un dato inédito. Sus pesquisas le llevan a una sentencia olvidada en los libros de historia. Dice así el texto: "El Tribunal Supremo condenó en enero de 1936 al capitán Manuel Rojas a tres años de prisión como responsable del homicidio de los campesinos de Casas Viejas fusilados en ese pueblo gaditano en enero de 1933. Esa sentencia revocó una anterior de la Audiencia de Cádiz, de 1935, que había condenado a Rojas por 14 asesinatos a 21 años de prisión. La nueva y definitiva resolución, que recogía la eximente incompleta de obediencia debida, puso al militar, encarcelado desde marzo de 1933, a las puertas de la libertad. Dos meses después, en marzo de 1936, cumplidos los tres años en prisión, cumplida la condena, Rojas estaba en la calle". Y Manuel Rojas, rehabilitado de un plumazo, convirtiéndose por ensalmo asesinatos a sangre fría en homicidios, será destinado a la dirección de un campo de prisioneros en Algeciras.

López Gálvez, tras la guerra, acabó en Madrid, un nuevo callejón sin salida. Ya, en Madrid, pero dónde. Tenía familia, pero cómo localizarla. Tano se resigna. Es el momento de elaborar el material con el que cuenta. Nunca sabrá qué fue de López Gálvez, al igual que nunca podrá leer el sumario del caso.

Pide dos meses de excedencia en el Diario y obtiene una beca de la Asociación de la Prensa de Cádiz. Pocos días antes de sumergirse en la redacción del libro, trastea en internet en la Guía Telefónica de Madrid. Encuentra apellidos que coinciden con los de los hijos de López Gálvez. Prueba con un número. Marca sin esperanza, casi preparando la disculpa por haberse confundido. Al otro lado, la voz de una mujer mayor. Para su sorpresa, es bingo. "Sí, yo soy Soledad, la hija de López Gálvez". Es una mujer de 84 años, de exquisitas maneras. Tano le cuenta su "obsesión" y ella acepta recibirle en su casa de Madrid, junto a la estación de Atocha, la misma casa en la que vivió su vejez el represaliado López Gálvez. Allí, en el último hogar de quien hizo hervir de odio al asesino Manuel Rojas, una tarde de diciembre de 2007, Tano y Lola descubren la dimensión de un personaje arrumbado por la historia, pero también algo más. La hija de López Gálvez les ofrece un refrigerio y, para que se vayan entreteniendo, les entrega ¡la copia del sumario de Casas Viejas! Temblando casi, Tano y Lola abren el tesoro y lo fotografían con cámaras digitales hoja a hoja. Acababan de recuperar parte de un sumario perdido.

El éxito de esta búsqueda anima a Tano a indagar qué ha sido del resto de los personajes que se juntaron en el proceso que, en cierto modo, truncó el futuro de la República. Amplía su enfoque sobre esta crónica de crónicas, continúa buceando. Merece la pena alargar el trabajo. Jornadas y jornadas encerrado en casa conectando datos bajo la mirada de los lomos de los libros de detectives de Mankell. El linchamiento mediático a Manuel Azaña, que recuerda a muchos linchamientos mediáticos actuales, puede observarse a través de esta obra que rescata un periodo de la historia que muchos, de uno y otro lado, quieren que sea inamovible. "Hay quien prefiere dejar la historia como ellos creen que fue, no quieren cambiar su modelo porque han ajustado sus ideas a él", reflexiona Tano Ramos, premio Comillas, el periodista que, por la memoria de los que allí cayeron, resucitó el caso Casas Viejas.

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