Le ha faltado vida a toda la vida que Dios le ha dado. Porque nunca se había doblado, ni roto; cada día era una ocasión para una nueva empresa, un nuevo motivo que justificara el regalo de la vida. A estas personas les ocurre lo que le ha ocurrido a Pepe Macías, que se ponen un poco enfermos y en unas semanas nos dejan. Tristísimo para sus amigos, doloroso para todos los que lo conocieron. Que es la Isla entera, a la que siempre amó sobremanera. Pepe Macías era un personaje único, extraordinario. Si bien toda su existencia estuvo entregada a su familia y a su trabajo en el Astillero, adoración a sus nietos Inma y Pablo fue este tiempo final, es en Afligidos en donde habría que enmarcarlo con una orla de oro. Porque lo fue todo en esa Hermandad del Cristo y, por ello, también de la Semana Santa de San Fernando, por la que se esforzó hasta más allá de los límites humanos. Para engrandecerla, ennoblecerla y que no perdiera ni un hálito de institución de la Iglesia, a la que fue toda su vida de filial devoción y fidelidad. Secretario con González Barba de la Junta de Cofradías, siempre estuvo a disposición de la Iglesia y de la Isla, desviviéndose por el Corpus o por lo que fuera llamado. Ayer nos dijeron que había dejado el peregrinar de este mundo para presentarse delante del Padre de Afligidos, que es el Dios en el que siempre tuvo su fe y su esperanza. Se ha ido un gran cañailla, una energía extraordinaria para comprometerse, para luchar por la grandeza de San Fernando y de la Iglesia católica gaditana. Dios le dio larga vida, pero hoy, su esposa Cari y sus hijos Juanjo, Jose e Inma estarán aturdidos por lo que han perdido aunque el gran amor que siempre tuvo por su familia traspasará la muerte.

Descanse en paz.