España

Una consulta que rompe la sociedad

  • Escenificación. El referéndum no llegará a celebrarse no sólo por la negativa de Rajoy, sino porque es el propio Mas, el mismo que le ha puesto fecha, el que no está interesado en hacerlo

LA consulta no se va a celebrar. No porque lo diga Rajoy de forma contundente, ni siquiera porque Rubalcaba esté completamente de acuerdo con Rajoy en lo referente a la política respecto a la consulta catalana, sino porque el propio Mas no quiere hacerla.

Son varias las razones. La primera, que incluso ahora que ha fijado fecha para la consulta y anunciado las dos preguntas, sigue diciendo que pretende celebrarla bajo el necesario paraguas legal. Segundo, porque desde el momento del anuncio se visualizó que un sector importante de la sociedad catalana que hasta ahora permanecía prudentemente callada -porque se jugaba los dineros- ha advertido que no respaldan una Cataluña independiente. Y tercero, porque como ha dicho el presidente del Gobierno y lo respalda el líder de la oposición, España cuenta con mecanismos para imponer que se cumpla la legalidad.

Con esas premisas ¿cómo se entiende entonces que Artur Mas haya convocado la consulta? Los que conocen bien al presidente de la Generalitat y han recibido algunas de sus confidencias aseguran que su objetivo era salvar la cara. Prometió consulta y lo va a hacer. Y había pactado con Junqueras el apoyo de ERC a su Gobierno a cambio de que se celebrara una consulta en 2014 y cumple ese compromiso al anunciar la convocatoria. Y si el Gobierno central se lo impide, ya no es culpa suya, habrá cumplido su palabra y emprenderá entonces otra vía que le interesa más: la plebiscitaria.

Vayamos por partes. Desde que se empeñó en abrazar la causa soberanista, a Mas no le han salido bien las cosas. Aquella Diada de 2012 en la que centenares de miles de catalanes se echaron a la calle la instrumentalizó Mas para demostrar que una ola independentista se había apoderado de Cataluña. Sin embargo, pronto empezaron a sonar voces que advertían que sentirse nacionalistas no significaba estar a favor de la independencia; otras estaban a favor de mayor autonomía y soberanía y poder expresarlo a través de una consulta, pero en ningún caso buscaban la independencia. Entre estos últimos se encontraba su socio Duran Lleida, la voz de los nacionalistas catalanes en Madrid. Pero más que Duran, la persona que provocó mayor sorpresa y posible malestar en Mas fue David Madí, su hombre de confianza durante muchos años, la persona que más trabajó a su lado para convertirle en presidente de la Generalitat… y que se posicionó en contra del independentismo y se buscó la vida en la empresa privada.

Un ensoberbecido Mas convocó elecciones para tratar de alcanzar la mayoría absoluta, pero en su lugar perdió 12 escaños y vio cómo ERC crecía desmesuradamente. Es decir, le abandonaban sus votantes y los independentistas preferían el proyecto de Oriol Junqueras, a cuyos brazos tuvo que echarse para poder mantenerse en el Gobierno. Desde entonces, Junqueras marca las pautas de comportamiento. Un Junqueras que no quiso entrar en el Gobierno para sentirse más libre para imponer su estrategia y que sólo ahora, anunciada la fecha de la consulta, admite que podría entrar en el Ejecutivo de Mas… evidentemente para controlar el proceso independentista desde dentro.

Mientras tanto, la mayoría de los grandes empresarios se sumaban a la que durante varios meses fue la única voz contraria la independencia, la de José Manuel Lara, poderosísimo presidente del grupo Planeta, aunque con la excepción del presidente de Freixenet todos los demás expresaban su posición en privado y se la trasladaban personalmente al presidente de la Generalitat, pero la mayoría de ellos preferían no hacerlo en público por temor a sufrir el boicot de los independentistas. En ese sentido se recibieron con preocupación en el Palau las declaraciones que hacía en Madrid el presidente de la patronal catalana, Gay de Montellà, de que cualquier consulta tenía que celebrarse en un marco de legalidad.

Sin embargo, la noticia más preocupante para la Generalitat, en lo que coinciden varias fuentes consultadas, es la que se produce en la cúpula de La Vanguardia, el medio de comunicación más influyente de Cataluña, con el periódico y una cadena de radio y televisión. Hasta hace apenas dos meses, la línea editorial e informativa había sido de apoyo sin fisuras al planteamiento independentista de Mas, que había subvencionado con varios millones de euros los nuevos proyectos que ponía en marcha Javier Godó, conde de Godó. Una línea que provocó desconcierto en un alto porcentaje de votantes de CiU y convenció a otro de las bondades de la independencia y del derecho incuestionable a expresarse sobre el soberanismo a través de una consulta.

Hace unos meses, el rey Juan Carlos, que mantiene una excelente relación personal con Godó, le pidió que acudiera a la Zarzuela. La reunión fue muy tensa, muy dura, según contaba Godó. El Rey llegó a mencionarle que su padre, monárquico convencido pero sobre todo profundamente español además de catalán, se sentiría avergonzado de la actitud que mantenía el periódico que había fundado. A los pocos días, Javier Godó sufrió un proceso cerebral que le tuvo varios días en la UCI y nadie en Barcelona dudaba que fue provocado por el disgusto. Después del verano el periódico sorprendía a sus lectores con un editorial en el que se proclamaba profundamente catalán pero no independentista y, ahora, coincidiendo con la noticia sobre la consulta, se anuncia el relevo del anterior director de La Vanguardia, Josep Antich, por el periodista Marius Carol, muy cercano a Godó y profesional que no sólo mantiene una excelentes relaciones personales con la Casa Real y con personajes importantes de las esferas sociales y políticas catalanas y del resto de España, sino que nunca ha estado cerca de las tendencias independentistas. Godó, por cierto, es vicepresidente de La Caixa. Un dato a tener en cuenta.

¿Qué va a ocurrir ahora? Por una parte está el calendario que se ha marcado Mas y por otro la percepción que quienes se mueven en las esferas del poder en Barcelona.

Mas sigue diciendo que la consulta debe ser legal. En enero, el Parlament debe aprobar la Ley de consultas de Cataluña que está todavía en trámite de comisión. Una vez aprobada se presentará en el Congreso de los Diputados, donde será rechazada abrumadoramente. Si Mas se empeña a pesar de todo en mantener la consulta, el Gobierno la paralizará a través de un recurso ante el Constitucional.

A partir de ahí caben dos vías. La de los independentistas más enragés que apuestan por celebrarla contra viento y marea y han puesto ya en marcha la elaboración de un censo catalán. Y la de los independentistas que defienden el paraguas legal y prefieren convocar elecciones plebiscitarias. Este segundo escenario, que en estos momentos es el que defiende Mas, pasaría por hacer coincidir esas elecciones con las municipales de 2015, y CiU concurriría con un programa de Gobierno que defienda el soberanismo. Hasta esa fecha, la estrategia de los independentistas estaría centrada en demonizar a "España", a su Gobierno y al PSOE como enemigos de todo lo que sea Cataluña, aún con mayor virulencia que hasta ahora.

Este calendario lo conocen Rajoy y Rubalcaba. Ambos se han puesto de acuerdo en muy pocas cosas, pero van de la mano en la política europea y en la que hay que aplicar ante el desafío independentista. De hecho hablaron al poco del anuncio de Mas.

No hay por tanto riesgo de que Cataluña rompa la unidad de España. Pero Mas y Junqueras van a tensar la cuerda todo lo que puedan, y más, en los próximos meses.

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