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Alberto Núñez Feijóo, el político previsible que arrasa en las urnas

La sombra de Alberto Núñez Feijóo proyectada en un acto de su campaña de primarias del PP.

La sombra de Alberto Núñez Feijóo proyectada en un acto de su campaña de primarias del PP. / Jesus Diges · Efe

En abril y en Sevilla, Alberto Núñez Feijóo (Orense, 1961) será formalmente proclamado (y aclamado) presidente del Partido Popular. En abril y en Galicia, en 2009 tomó posesión por primera vez del cargo de presidente de la Xunta, la Administración de la que desde 1985 es funcionario –forma parte del Cuerpo Superior de la Administración General– y que ha gobernado desde la hegemonía política. 

Si algo define al presidente gallego que es un hombre previsible. Un político de manual. Hace lo que se espera que haga. Y lo hace, a juicio de los electores gallegos, bien. Cuatro mayorías absolutas consecutivas en el Parlamento de Galicia avalan esa afirmación. Cada vez que él ha sido el candidato de su partido, el Partido Popular. Y nunca un resultado fue peor que al anterior. 

Alberto Núñez Feijóo, el día de su primera victoria electoral, en 2009. Alberto Núñez Feijóo, el día de su primera victoria electoral, en 2009.

Alberto Núñez Feijóo, el día de su primera victoria electoral, en 2009. / SALVADOR SAS · EFE

Trece años y un mes se cumplirán este primero de abril de su primera victoria como cartel electoral del PP gallego, el 1 de marzo de 2009. Aunque Feijóo había tenido un papel destacado en la Xunta de Galicia de Manuel Fraga Iribarne, donde ocupó distintos cargos hasta ser designado vicepresidente primero en 2004, diez meses antes de que su partido perdiera el Gobierno gallego en 2005 porque a Fraga le faltó un escaño para conseguir la quinta mayoría absoluta consecutiva.  

El salto a la política nacional impedirá saber si, como parecía, era capaz de lograr esa quinta mayoría dentro de dos años. Pues este mismo mes de abril, lo previsible es que abandone sus responsabilidades en el Ejecutivo gallego y se centre en la tarea de llevar al PP a gobernar España. 

Lo que sí es seguro, es que el presidente gallego sabe lo que es ejercer la oposición, porque fue el papel que tuvo que asumir en 2005 cuando accedió al liderazgo de su partido. Fue, además, un jefe de la oposición duro con el gobierno bipartito de PSOE y BNG.  

Quienes le conocen advierten de que “tiene colmillo”, por más que su impronta natural sea otra. Porque como político previsible, no es amigo de tomar riesgos excesivos, huye de la improvisación y no le gustan ni la bronca ni los gritos. Su máxima es la estabilidad y, de ella, nace la moderación. 

También duro opositor 

Feijóo junto a Manuel Fraga, en 2006. Feijóo junto a Manuel Fraga, en 2006.

Feijóo junto a Manuel Fraga, en 2006. / Miguel Riopa · AFP

Pero si el papel político lo exige, Feijóo sabe ser un duro opositor. Y, aunque desde fuera de las Cortes Generales –al menos por ahora–, ése es el primer papel que deberá jugar, el de jefe de la oposición a Pedro Sánchez. 

Esa búsqueda de la estabilidad que conduce a la moderación pasa también por la coherencia. Así, como opositor, centró sus críticas a PSOE y BNG en el despilfarro en el gasto. Así que cuando el 1 marzo de 2009 logró su primera mayoría absoluta –38 de 75 escaños–, las políticas de austeridad marcaron su primer Gobierno. Aunque la coyuntura fue favorable para lograr esa coherencia. 

Porque cuando por primera vez Alberto Núñez Feijóo presidió la Xunta, el contexto político que existía era el del inicio de lo que se vino a llamar la Gran Recesión. Una larga crisis que se caracterizó por las políticas de ajuste y recorte. 

Para Feijóo, cumplir la regla del gasto era una norma sagrada y la prioridad. Cuadrar las cuentas fue y es una obsesión para él. 

Los gallegos no le penalizaron esa época de recortes, al contrario. Quizás porque exploró en esos años el uso de financiación alternativas, como la colaboración público-privada, para disponer de todos los recursos al alcance. Así se construyó, por ejemplo, un nuevo hospital para Vigo. Aunque también es cierto que el contexto de recortes del gasto fue generalizado en otras autonomías y el resto de España Europa. 

En aquella legislatura propuso, mucho antes de que el grueso de los españoles supiésemos quién era Isabel Díaz Ayuso, reducir de 75 a 61 diputados el Parlamento gallego, un cambio legislativo que, empero, no llegó a hacerse definitivamente. 

La política de austeridad que desplegó no sólo no le pasó factura, sino que en la primera ocasión en la que se presentó a la reelección en 2012. Los gallegos aumentaron su hegemonía con una mayoría absoluta aún más holgada, con 41 de los 75 asientos del Parlamento. 

El catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo y director del Foro Económico de Galicia, Santaigo Lago Peñas, lo resume: “Feijóo ha desplegado una política económica moderada y prudente en la que la consolidación fiscal ha sido una obsesión”. También resalta que ha buscado el “equilibrio en la estabilidad fiscal”, de manera que las rebajas fiscales que ha aplicado “siempre han tenido en cuenta al Presupeusto para no mermar la capacidad de prestar los servicios públicos”. “Una política muy alejada del extremo que puede representar la Comunidad de Madrid”, explica. 

Esa segunda legislatura fue la del inicio de la recuperación, y en cohabitación con el Gobierno central de Mariano Rajoy, que había logrado una mayoría absoluta en diciembre de 2011, tras hundirse el PSOE culminada la etapa en La Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero

En este nuevo contexto, sin abandonar el cumplimiento de la regla de gasto, Feijóo sí emprendió un giro social. Su Gobierno concentró el 80% del gasto, en un presupuesto de unos 10.000 millones, en Educación, Sanidad y Políticas Sociales. 

No se trataba sólo de refutar que su política, y la de la derecha en general, no es la del recorte, sino de demostrar que cuando se aplicaron eran forzados y que cuando el Presupuesto lo permite, también es capaz de tener alegría en el gasto. Aunque los años de alegría fueron escasos, porque ante de su última reelección sobrevino la pandemia de Covid-19 y la crisis económica que desencadenó. 

Aunque nunca ha abandonado el control del déficit, la Galicia de Feijóo sí ha visto aumentar su deuda pública, pero no es de las autonomías más endeudadas (11.715 millones según el dato que este jueves ha difundido el Banco de España). De hecho, está fuera del grupo de comunidades que concentran dos tercios de la deuda de las autonomías: Cataluña (82.369 millones de euros), Comunidad Valenciana (53.820 millones), Andalucía (37.291 millones) y la Comunidad de Madrid (34.409 millones). Es lógico también porque para manejar este dato no se puede olvidar la variable de la población.  

En porcentaje del PIB, además, Galicía, con un 18,5%, está en el grupo de menor tasa de deuda sólo le superan País Vasco (15,6%), Canarias (15,3%), Navarra (15,2) y Madrid (14,8%) , y queda muy lejos de la Comunidad Valenciana (47,8%), que sigue encabezando a las regiones más endeudadas en relación a su riqueza, seguida de Castilla-La Mancha (36,5%), Cataluña (36%) y la Región de Murcia (34,1%) 

Diálogo social 

Para mantener esa estabilidad que lleva a la moderación, Feijóo, como buen político previsible, ha desarrollado su política fomentando excelentes relaciones con los agentes sociales. 

Así ha sido con las organizaciones empresariales, como es habitual en un partido de centro-derecha como el PP, pero también fueron extremadamente fluidas con los sindicatos de clase, CCOO y UGT. Cree en el diálogo social y lo practica. 

Más difícil ha sido la relación con la Confederación Intersindical Galega (CIG), el sindicato vinculado al BNG, que ha sido muy beligerante con la Xunta y que tiene una fuerte implantación en ámbitos como la Educación. Aun así, con ese sindicato también se ha llegado a acuerdos en los últimos años. 

En sus 13 años de gobierno, el presidente gallego ha apostado por desplegar una política industrial que atraiga a nuevos sectores, con especial interés en la aeronáutica y la biotecnología, donde ha habido avances significativos, y otros, como el forestal, para lograr que se instale industria de transformación de la madera o de la pasta de papel. El sector primario, de gran relevancia en Galicia, sin embargo, no ha despegado tanto.  

Galicia ha tenido su crisis industrial, aunque Feijóo siempre señala que es “sobrevenida” por políticas en las que la Xunta tiene poca capacidad de decisión. Así ha ocurrido con la descarbonización, que ha obligado a cerrar las dos centrales térmicas de carbón gallegas. O que la principal industria del aluminio se vea obligada, Alcoa, se haya visto obligada a parar por el inasumible coste de la energía, ya que es una de las más electrointensivas de España. Algo similar a lo que le pasa a los grandes hornos de Ferroatlántica. 

El gran emblema de la industria gallega, el textil, debe más su auge a la iniciativa privada que a la política de la Xunta, con Inditex como gran tractora. Pero Feijóo si se ha preocupado por que para esta industria, o para Citroën en Vigo, la otra gran exportadora gallega, hubiese políticas facilitadoras del crecimiento de la actividad. 

Precisamente, Santiago Lago Peñas destaca que la política industrial de éxito en Galicia hay que atribuírsela más “a las empresas” (cita a Inditex o a Estrella Galicia, entre otras), si bien destaca que tras la pandemia, “Feijóo ha sido el único gobernante que ha apostado de verdad por la colaboración público-privada, con la creación de Impulsa Galicia”. Precisa el director del Foro Económico de Galicía, que esta iniciativa, al contrario de lo que hizo en su primera legislatura, no busca sólo financiación para proyectos públicos, sino un desarrollo conjunto desde lo público y lo privado de nuevas industrias que aprovechen todo el potencial del territorio, y cita como caso de éxito el proyecto de una fábrica de fibras textiles vegetales, que ha atraído a inversores privados de la mano de Impulsa Galicia. 

Capacidad de adaptación 

El presidente gallego en un reciente debate parlamentario. El presidente gallego en un reciente debate parlamentario.

El presidente gallego en un reciente debate parlamentario. / Lavandeira · Efe

¿Qué Alberto Núñez Feijóo veremos a partir de ahora? Ésa es una de las grandes cuestiones que se resolverán a partir del XX Congreso Nacional del PP.  

El nuevo líder del PP da el paso porque se dan las circunstancias que siempre ha querido. Una aclamación sin discusión interna y una posibilidad cierta de llevar el PP a gobernar de inmediato, como ya hizo en Galicia cuando sucedió a Fraga. 

Nadie duda de que aterrizará en Madrid con el objetivo claro de devolver al PP a la Moncloa, pero cómo lo consiga es todavía una incógnita. Qué perfil y qué actitud adopte el Feijóo presidente de todo el PP puede ser la clave. Y no solamente para vencer al PSOE de Pedro Sánchez, sino también para establecer el equilibrio con Vox.  

En principio emerge el político previsible, moderado, dialogante y propositivo que Feijóo es. Pero sin olvidar que también tiene una gran capacidad de adaptación al contexto político.  

Feijóo va a desterrar el infantilismo político (suele quejarse en privado que no hay ministros en el Gabinete de Sánchez que le sirvan como interlocutor) que predomina en la política española (y singularmente en la etapa de Pablo Casado y Teodoro García Egea al frente del PP).  

Feijóo es tan capaz de desarrollar una política de pactos con el PSOE que refuerce la idea de que el retorno al bipartidismo es lo que necesita España y la utilidad frente a Vox, como de afrontar una política dura de oposición a un Gobierno desnortado y que está actuando tarde en temas tan graves como la inflación. 

En parte dependerá también de Sánchez, de la capacidad de éste de pactar lealmente con la oposición, de si sigue gestionando sin escuchar ni a sus socios. 

Feijóo es previsible y está acostumbrado a arrasar en las urnas. Y como líder político nacional tiene capacidad para jugar un papel u otro. O si la coyuntura lo requiere. Ambos a la vez. 

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