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josé antonio aparicio | presidente del IERD

"¿Miedo a una alerta? Pues yo preguntaría qué prefieren: susto o muerte"

José Antonio Aparicio, en la hemeroteca de 'Diario de Cádiz'. José Antonio Aparicio, en la hemeroteca de 'Diario de Cádiz'.

José Antonio Aparicio, en la hemeroteca de 'Diario de Cádiz'. / Joaquín Hernández Kiki

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

LO QUE NUNCA NOS PASARÁ A NOSOTROS. Presidente del Instituto Español para la Reducción de los Desastres, José Antonio Aparicio (Cádiz, 1967) es Licenciado en Filosofía y Letras por la UCA y Máster en Protección Civil y Emergencias por la Universidad de Valencia. En 1995 comenzó a trabajar en el Centro de Coordinación de Emergencias de Andalucía. A lo largo de su vida ha publicado varios libros sobre la Explosión de Cádiz de 1947 y sobre el riesgo de tsunamis. En el último de ellos, ‘Una catástrofe anunciada’ (Ediciones Mayi) da a conocer expedientes que muestran que las autoridades no eran ajenas a las condiciones de las minas de la tragedia del 47, así como las voces que se posicionaron en su contra.

–En su último libro, ‘Una catástrofe anunciada. Los papeles de la explosión de Cádiz’ habla de uno de los aspectos más desoladores de una tragedia: los intentos por evitarla.

–Me centro en la explosión de Cádiz, pero lo cierto es que el siglo XX ha sido muy prolífico en catástrofes de las que ya se había advertido, que contaban, interna o externamente, con informes de lo que podía ocurrir. Una catástrofe, en general, se produce por una serie de causas, y hay errores de los que se suele advertir antes, que no se corrigen y que terminan en tragedia.

–Pues resulta que, una vez tenemos elementos más fiables que vísceras de pájaros y fumatas para prever un riesgo, protestamos. Eso no lo esperábamos.

–Y eso que, en lo que respecta a seguridad, de hecho, las posibilidades tecnológicas se han aplicado incluso de forma tardía. Luego está el hecho de que el desarrollo tecnológico siempre produce un cierto rechazo... Ante el reciente sistema de alerta en Madrid y los que han protestado porque no llovió tanto en su barrio decir que es imposible saber la localización exacta que va a tener una implosión así, o por dónde exactamente va a pasar un tornado: pero que había motivos para la alarma se demostró después de sobra.

–Asombra, también, esa repentina defensa a ultranza de la intimidad cuando hemos vendido gratis nuestra vida.

–Está claro que, ante la colisión de derechos fundamentales, prevalecen la seguridad y el derecho a la vida. Además, este aviso no se hace según listado: no hay intromisión con la protección de datos, en todo caso, con la intimidad. Quizá, en el caso de Madrid que estamos hablando, se podría haber informado mejor sobre la existencia de ese servicio de alarma, o poner un sonido más amable, pero es algo absolutamente necesario.

"El error de Juanma Moreno pudo haberlo cometido cualquier político pero no se pueden mandar mensajes así"

–Eso por no hablar de la politización de la seguridad.

–Es que hablar de riesgos es lo que más odia un político: quieren hacer creer que todo está controlado. Pero es que los riesgos no se controlan con una afirmación o con una frase, sino viendo los medios que tenemos, los protocolos de actuación, los planes de emergencia, la dotación... A mí ha habido alcaldes que me han negado que en Cádiz pueda haber un tsunami.

–Y presidentes que han minimizado la alerta de la AEMET.

–El de Juanma Moreno ha sido un error que podría haber cometido cualquier otro político, pero no pueden mandarse ese tipo de mensajes: muestra, también, que la seguridad de los ciudadanos no ha de ser algo totalmente tutelado y dependiente sólo del parecer político, sino basado en el conocimiento y la información exhaustiva. Ante el miedo a alarmar a la población, yo diría que qué prefieren: susto o muerte.

–En Grecia se ha pasado directamente de incendios de sexta generación a lluvias calamitosas. ¿Es posible estar preparados para escenarios así?

–Por muchos medios que pongamos, la gestión de emergencias no pretende anular un escenario catastrófico, sino minimizarlo. Los fenómenos naturales asociados a la meteorología, por ejemplo, se pueden predecir con bastante tiempo y fiabilidad: como decimos, luego la racha de viento o dónde caiga exactamente el agua es muy selectivo. Hay algo que no se cuantifica ante una alerta: las vidas que se han salvado.

–Da la sensación de que, desde el Covid, nos he metido en terreno inexplorado y no sabemos siquiera por dónde empezar.

–Pero hay cosas que podríamos ir haciendo y salvar muchas vidas y bienes, y aquí el componente político es fundamental: poder hablar de riesgos con naturalidad y que se legisle y dote de medios a la protección civil para una prevención eficaz. Hay datos como que, incluso a día de hoy, la mayor parte de los muertos por inundaciones lo son porque les ha pillado el agua en el coche, atravesando una llanura o un puente. Hay protocolos muy sencillos, pero que no se establecen y, entonces, cuando pase lo que nunca va a pasar nos pillará de sorpresa. Todos nos quedamos pasmados cuando, en el incendio en la Bahía de Cádiz este agosto, nos quedamos sin luz. Es que no pudo haberse evitado, ¿no? Pero, como en tantos sitios, no había detectores de humo, ni de calor. Tras el susto, no parece un despilfarro invertir en seguridad, ¿verdad?

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