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Música

El sonido del trompetista Pablo Castillo arribó en El Puerto a modo de “Jambá”

  • La sala Stardust se hizo grande para acoger a Pablo Castillo (trompeta), Manolo Perfumo (guitarra) y Alejando Tamayo (contrabajo)

El trompetista Pablo Castillo, durante la actuación en el pub Stardust.

El trompetista Pablo Castillo, durante la actuación en el pub Stardust.

Mi buen amigo Juan José Téllez (escritor y periodista de los de siempre), dijo algún vez que cuando los barcos americanos, en la época de la postguerra arribaban en el puerto de Cádiz, llegaban con orquesta propia y traían ritmos con sabor a muelle y ventisca. En el bombo, rezaba “Jazz Band”. Más pronto que tarde, llegaba su gaditana traducción: “Jambá”. Para qué complicarnos la vida, que decía aquel.

Y el “Jambá”, llego la otra tarde a El Puerto y se quedó. Pablo Castillo, nacido en Barbate (1996), dejó entusiasmados a los que nos dimos cita, en ese rincón tan peculiar de la Plaza de las Galeras. Alumno aventajado de Lipi Calvo, ni corto ni perezoso se trasladó a Málaga donde en el Centro de Arte y Música Moderna recibió consejos de Julián Sánchez y Enrique Oliver. Luego pega el salto a Holanda, donde durante 4 años recibe formación en el Conservatorio de Ámsterdam y hoy de un máster. Con tan solo 26 años ocupa un lugar destacado entre los trompetistas españoles. Y a decir de los entendidos, tiene un futuro que no conoce fronteras.

A su manera rinde culto a los trompetistas que admira, Wynton Kelly, Duke Ellington o Luis Armstrong, aplicando su estilo personal. Con mucha frescura y con ese tinte del sur que atrapa. La trompeta -como una voz-, se rasga y conexiona casi sin pensarlo, con ese Cante de Los Puertos. La conexión, de manera sutil, con el flamenco se extiende y se difumina con la salada claridad de la bahía.

Del alma del trompetista Pablo, las frases salían de “motu propio”, sin aditivos ni recovecos. Y se trasladaban con esa magia (que a veces intuimos), capaz de rasgar la piel y penetrar en nuestras entrañas. Talante y talento.

Para colmo, no acudió solo. El gaditano Manolo Perfumo y el portuense Alejandro Tamayo arroparon, con melodías y fraseos vertiginosos. Perfumo, referente en la historia del jazz andaluz -a decir de estudiosos-, aporta su personal lectura al extenso bagaje del jazz moderno. Sutil y caudalosa resultó su guitarra. Tamayo, convirtió el contrabajo en una máquina de sentimientos. Y se sumó, en un par de piezas, el saxofonista Carlos Ligero. El listón subió otro peldaño y llegamos a tocar las estrellas en forma de vigas con la punta de los dedos. Así lo apreciamos, lo sentimos y lo disfrutamos en Stardust. La otra noche, cuando la marea estaba bajando.

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