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Crítica de teatro/¡Que salga Aristófanes!

Que salgan Els Joglars

  • La compañía catalana, que cumple 60 años, llenó el viernes el teatro Pedro Muñoz Seca

Una escena de la obra representada por Els Joglars en el teatro Pedro Muñoz Seca.

Una escena de la obra representada por Els Joglars en el teatro Pedro Muñoz Seca.

Desde hace sesenta años la compañía Els Joglars recorre los escenarios de medio mundo ofreciendo espectáculos que siempre suelen ser críticos con el poder establecido, con la moda, con las leyes consetudinarias de la burguesía o con la política. Hace ya mucho tiempo que Albert Boadella, principal creador y motor del grupo, ha dejado de ser el creador directo de esos espectáculos, pero no se ha desligado de la compañía y aunque no aparezca en escena siempre está presente.

El espectáculo que acaban de ofrecernos sobre las tablas de nuestro teatro municipal Pedro Muñoz Seca no se sale de esta regla y el director en esta ocasión es Ramon Fontserè, protagonista y alma del espectáculo sin el cual no sería posible entenderlo, asistido por Alberto Castrillo-Ferrer y Pilar Sáenz con el equipo habitual de la compañía formado por Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Rubén Romero y Juan Pablo Mazorra.

Entre todos, cada uno en su competencia, Anna Tusell diseñando la escenografía, Bernat Jansà la iluminación, Pilar Sáenz el vestuario, David Angulo el espacio sonoro o Mar Gómez la coreografía, han montado la función como un alegato por la libertad de expresión y la defensa de la libertad del artista frente al mercado y el tráfico del arte en función de la moda y de las galerías y los productores y su poder de persuasión para que sean adquiridas o admiradas por personas sin sensibilidad ni conocimientos artísticos pero con cuentas millonarias en los bancos, sin valorar (por ignorancia), su verdadero y perdurable valor artístico, valorando solamente su carácter fácil de asimilar, como si estuviese pensado para entretener a los niños, como si de una película de dibujos se tratase, con inclusión de música, danza y cine pero, de tal manera, que pudiera ser asimilada por los usuarios de las redes informáticas y realizado de tal manera que todos se den cuenta de que están siendo engañados y confundidos y que es prácticamente imposible distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso o lo honesto de lo perverso.

Desde de que Albert Boadella dejara la compañía, los Joglars necesitaron varios trabajos para volver a ser lo que eran encontrar un ritmo, recuperar su estilo, un estilo que a la vez fuera adecuados a los nuevos tiempos. Con su anterior trabajo, Señor Ruiseñor, el público pudo por fin verlos otra vez como siempre los había visto, pero en esta en este ¡Que salga Aristófanes! cuelven a aparecer lamentablemente algunos titubeos escénicos que parecían ser cosa ya del pasado. Faltan la chispa y el nervio que había encontrado la compañía en Señor Ruiseñor y todo vuelve a estar demasiado endeble, falto de garra e intención, incluso desde el punto de vista técnico.

En la obra vemos como un catedrático es apartado de su trabajo por la Sociedad y castigado por su disidencia y su libertad intelectual y recluido en un sanatorio mental, moderno Centro de reeducación psicocultural, un lugar al que llevan a todo aquel cuyas actitudes u opiniones se salen del canon establecido por el poder y la corrección política por la que se guía la sociedad.. Allí intenta reivindicar la grandeza intrínseca del Arte puro, la expresión sin ataduras y la cultura sin servidumbres, pero el ambiente que le rodea le lleva a creerse el mismísimo Aristófanes, lo cual permite a Joglars desplegar su mirada satírica sobre el mundo que nos rodea, ridiculizando esa corrección política, cada vez más preocupante, que hoy parece dominar en todos los ámbitos y, muy especialmente, en el de la creación y la expresión artísticas.

Sobre el escenario se alzan una plataformas en rampa que recuerdan la vía que conduce a la Acrópolis de Atenas. Como en la comedia de Aristófanes, el público se ve enfrentado a sus propios juicios, que son puestos sistemáticamente en duda y de una forma radical por el viejo catedrático.

La obra está inspirada en la figura de Aristófanes, el creador del género teatral de la sátira y la comedia. ¡Que salga Aristófanes! reivindica la libertad de expresión en un mundo que gira alrededor de las las redes sociales. El excatedrático se mueve en el centro de rehabilitación, a caballo entre la época de la Grecia clásica y el mundo actual y adopta por momentos la identidad de Aristófanes, mientras los demás miembros del centro se convierten en alumnos, payasos, directora del centro, inspector que acude a calibrar su implantación, el dios Dionisos, el escultor Fidias y otros personajes. No queda títere con cabeza y todos son blanco de las sátiras que el viejo profesor hace de los personajes.

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