Dicen que los problemas hay que llevarlos a la prensa, lo cual es otra manera de decir que el que no llora, no mama. Pero llorar, lo que se dice llorar, lo hacemos en silencio los vecinos de Bajamar 86. 

Nos han plantado, sin previo aviso, un mamotreto delante de unas ventanas que eran la fortuna del edificio. Desde allí nos asomábamos a vivir, tal cual suena, y contemplábamos el río. Era nuestra vista, un activo impagable que nos han birlado para que cuatro gatos practiquen el pádel de pago. ¡Claro que éramos la envidia de algunos! Así que dirán, por ello, que no nos quejemos. Pero sí que hay frustración, porque entendemos que de haber sido el nuestro un barrio de postín, la afrenta no hubiese tenido lugar.

Por tanto, gracias a quienes comienzan a alzar la voz en nuestra defensa, pues no somos culpables de vivir donde vivimos, sino afortunados.