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Tribuna Libre

Los Presupuestos Participativos en El Puerto ocho años después

Unas de las votaciones de los presupuestos participativos.

Unas de las votaciones de los presupuestos participativos.

Hace ocho años, El Puerto empezó un camino ilusionante: abrir la política municipal a los portuenses. Una tarea colosal que desde Izquierda Unida asumimos con el convencimiento de que la política municipal no puede vivir de espaldas a la gente y que la ciudad tampoco podía construirse sin contar con la opinión de quienes la habitan.

Partíamos del convencimiento de que el modelo de participación del Ayuntamiento de El Puerto estaba agotado y había sido ampliamente superado por las circunstancias, una visión compartida por otros actores políticos y sociales. Teníamos claros los límites de los instrumentos de la democracia representativa y la necesidad de impulsar nuevas formas de participación que fortalecieran a la ciudadanía y a las instituciones públicas, nuevas formas de entender el gobierno local, en el que los vecinos y las vecinas recuperaran el espacio público y desarrollaran sus propias estrategias para incidir en el entorno que les rodea. Para nosotros, la herramienta con la que conseguirlo eran los presupuestos participativos.

Nos pusimos manos a la obra y abrimos las puertas del ayuntamiento a la ciudadanía en un momento en que la sociedad demandaba ser escuchada, tenida en cuenta, participar, decidir… El 15M aún estaba fresco. El resultado desbordó expectativas y nos vimos en la tesitura de responder a esa demanda con una estructura municipal debilitada por años de políticas de austeridad, con un ritmo e inercia propias de muchas décadas, que -salvo excepciones- no estaba preparada o simplemente no quería digerir tal cantidad de propuestas, peticiones, espacios participativos… Llegaron a decirnos que moriríamos de éxito. Pasamos de cero a cien.

Sin duda, fue un proceso del que aprendimos muchísimo, que permitió por primera vez a los vecinos y las vecinas de una ciudad de 90.000 habitantes decidir en qué se invertía una parte del presupuesto municipal y, también muy importante, saber cómo invertía el ayuntamiento su dinero, cómo se repartían los gastos, qué era un plan de ajuste, de dónde salía, o por qué tenía su ayuntamiento que dedicar dinero a pagar deuda a los bancos en lugar de dedicarlo a cubrir las necesidades de los portuenses.

Pusimos en marcha un proceso autorregulado, impulsado y gestionado principalmente por personas de manera voluntaria a través de grupos de trabajo y seguimiento, que generó espacios de socialización y diálogo sobre realidades concretas, donde vecinos y vecinas del Tejar, el Barrio Alto, Fermesa o Vistahermosa conocían de primera mano los problemas del resto de barrios de la ciudad, debatían sobre la idoneidad de las propuestas y acordaban qué actuaciones eran más prioritarias y por qué. En definitiva, iban construyendo su ciudad.

Poco a poco y con muchísimas limitaciones económicas, es cierto, pero en aquellos años de políticas de austeridad dictadas desde Bruselas e impuestas por no se sabía muy bien quién, era una potentísima herramienta de empoderamiento que mostraba a todos y todas, en su realidad concreta, la gran estafa que supusieron esos años en los que los ciudadanos y ciudadanas tenían que pagar a base de recortes los excesos de una élite económica que había vivido por encima de sus posibilidades.

Y es que los presupuestos participativos llevan consigo un proceso de aprendizaje, de fortalecimiento del espíritu ciudadano crítico. Precisamente por eso, por su potencial transformador e impugnatorio, hubo quienes nunca lo aceptaron e hicieron de su fracaso y desaparición un fin, que llegó con el gobierno de Partido Popular y Ciudadanos tras las elecciones de 2019. Aquel gobierno no sólo negó y enterró el proceso, sino que puso en marcha una política decidida a acabar con cualquier espacio de participación que no controlaran.

Hoy, ocho años después del inicio de la que sin ninguna duda fue la época de mayor participación ciudadana de la historia de nuestra ciudad, debemos revisar aquel proceso para seguir aprendiendo de sus errores -que sin duda los tuvo- pero también de sus enormes aciertos, porque los hubo. La prueba del algodón es la situación tan diferente que tenemos hoy en nuestra ciudad, donde algunos consejos sectoriales llevan años sin convocarse y otros se convocan para cumplir con la voluntad del concejal regente de turno; han desaparecido asociaciones ciudadanas por falta de compromiso municipal, se ha terminado el convenio de colaboración con la FLAVE, la concejalía de Participación Ciudadana ha desaparecido, sustituida por Relaciones con la Ciudadanía, se impide a los portuenses intervenir en los plenos, se ha expulsado a la oposición de todos los espacios posibles…

En El Puerto hemos vuelto a aquel viejo lema: "Todo por el pueblo pero sin el pueblo". Pero, a pesar del rodillo absoluto con el que el Partido Popular y el Alcalde Germán Beardo han arrasado las políticas de participación, no van a poder detener para siempre la voluntad de los portuenses de ser escuchados y tenidos en cuenta por el gobierno de su ciudad. Porque una vez que se siembra la semilla de la democracia participativa, ya no hay marcha atrás.

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