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Teatro/'Flamencólico/La parada'

“Paradas donde soñar, paradas donde despertar”

Los actores y figurantes de la obra 'Flamencólico-La parada'.

Los actores y figurantes de la obra 'Flamencólico-La parada'.

Aforo completo. Puesta en escena, una marquesina de autobús, y debajo del escenario una mesa de paño rojo, dos sillas de enea, una botella de vino en rama Coquinero y dos catavinos.

Tres protagonistas: José el cantaor, gaditano y Loky el madrileño, que se quedó en el recuerdo de su niñez, la marquesina inmóvil, pero llena de recuerdos y vivencias.

Suena música instrumental al compás de tangos, José (El Selu) con maleta en mano. “Yo nunca tuve tantas cosas, pero sé las cosas que tengo”, empieza a recitar. Loky (Álvaro Galán) en la parada como habitáculo de su vida. Se encuentran, se saludan, canta por tanguillos de Cádiz, genuinos, al estilo del Beni, y La Cornejo. Voz natural, limpia con fuerza, cante alegre y divertido, el vino de nuestra tierra botella en mano de José, y el recuerdo de desamor. Se conocen a través del consuelo del alcohol, para aliviar el frío de la mañana con vino de la tierra, que el cantaor lleva como alimento que le cura las penas del alma con vino de El Puerto. Un cantaor de fortuna ameno y un madrileño huérfano y criado por su padre y su abuela, que cayó en desgracia tras el paro del cambio de los tranvías al autobús. Crítica social a los inadaptados.

José le replantea su vida de ilusiones y le zapatea al son de la conversación, cada uno su historia. José le habla de los cantes de Cádiz, de lo que fue su vida, Loky de las alegrías de su infancia, recuerdos de su padre y su abuela, dos conversaciones dispersas unidas por la desgracia. José al estilo más gaditano, con el guarchinay, bastinazo, del recuerdo del cantar a los señoritos y esas noches entre gloria y pena, del cante mal pagao, un alegato a la falsedad que sufren los artistas, cantando por alegrías, las penas por solear, al compás de copla por bulerías. Revienta el público, con aplausos y oles.

La gente está entusiasmada, la crítica social está calando, como los viejos cantes flamencos cantan la pena y alegrías de la vida. José recuerda la mar, intensa su mar inmensa, como andaluz inmigrante, invita a Loky a comer chorizo, suenan las risas del público, Loky le ofrece una pata de jamón. Del lateral derecho de la marquesina, despliega su tabla de plancha y comienza el despiece de lonchas y la continua anécdota de la vida individual de cada uno. Loky busca entre la basura que tenía reservados los chicharrones, su tortilla de patata y entre cajas de cartones se pegan su festín. Una obra imaginativa, creadora, valiente por su continua y permanente comprometida crítica social.

Loky le cuenta su vida en Madrid, su día a día (el hambre no entiende de hora, pero sí de clases sociales), el festín de la hambre. José recita posando en baile, suena compases de (Caracol) por zambra. José canta por alegría de Cádiz y cambia el compás por solear, “solegria”, cante imaginado creado por Selu para la obra. Se abrazan los dos en sus penas, entre penas y alguna alegría suena un pito de caña, qué guiño hacen a nuestras tradiciones, recordando al Carnaval, ese que le canta a la vida y a las falsedades de la gente.

La obra deja frases para reflexionar y pensar. El Carnaval los cantes de la injusticia y la corrupción. Selu cuenta su pena del desengaño de su amo, de su morena gaditana que lo dejara por un inglés.

El figurante Ignacio González Oncala (sentados en la mesa de abajo, al disfrute de la botella de buen vino). José lo tiene grabado en la retina de sus ojos, los ve en su ilusión, fue su ruina, por fandango valiente, natural y con fuerza interpreta. Siguen los diálogos, ¿Hoy si tuvieran dinero que harían? José se llevaría al Loky al Puerto a conocer el mar, Loky le compraría un traje nuevo, para que fuera de nuevo un cantaor como fue. Suena música de fondo al ritmo de fandango, una bailaora vestida de traje negro de terciopelo le baila con mantón de manila, que lo hace volar, al cante de fandangos. Terminando la bailaora (Carmen Bejarano) el amor de José, enroscada como una ola en el mantón, sueños que fueron y el desamor se llevó. La tragicomedia coge profundidad de la verdad vivida de José y Loky, los golpes duro de la pobreza, el alcohol de vino para aliviar las penas hace estrago en el recuerdo. Loky se despide y se tira entre cartones, debajo del techo de la parada a dormir. Suena toque de guitarra profunda de las duquelas, jondura en la penuria y la tristeza, suena el toque de tintineo de cristal, Selu se rompe el alma y se raja las vestiduras, cantando al son de tonar, carceleras y por seguirilla. Canta a la maldición de la vida, tendido en el suelo con su pena de amor, que lo deja  en el suelo dormido. La noche pasará y la vida seguirá igual.

El público de pie, entusiasmado, despidiéndose de los artistas, con palmas por bulerías.

Las luces oscurecen, como la misma vida. “Paradas donde soñar, paradas donde despertar”

Una obra cantada, sentía y dolorida.

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