El Alambique
Libertad Paloma
Como en casa
El Puerto / Concierto
La otra noche un soplo de aire fresco de la bahía gaditana arribó por Stardust, este rincón de Jazz en El Puerto, que por derecho propio y por la ilusión que le ponen cada día sus propietarios, los músicos portuenses Jesús Sevillano e Idelfonso Marín, crece y se consolida.
Desde que frecuento esta sala me instalo en 'The Cavern', en Liverpool, donde The Beatles dieron sus primeros pasos.
Lo de Carlos Villoslada no tiene precio. La entrega en cada bolo no deja a nadie indiferente. La Sala Stardust, llena hasta la bandera. Aprecio -y de qué manera-, la pasión, sin ningún tipo de cortapisas, que proyecta desde su saxofón este músico gaditano por elección.
En otra reseña tuve que advertir a los lectores que Carlos es mi profesor de saxo en la Escuela de Música de la UCA. Además un buen amigo. Todo un lujo -tal como está el patio-, que una magnífica persona dirija tus primeros pasos en esto de la música. Sobre todo cuando su corazón aparece por cualquier rendija de las notas musicales que se deslizan en cada tema. Una tras otra, las composiciones musicales de Carlos Villoslada: “Es posible que pase, Ocre, Habas, miel y mostaza o Arroz sin nada”, se desplazaban por este acogedor espacio de la Plaza de Las Galeras.
Su saxo hablaba por si solo. Tan solo teníamos que evadirnos y escucharlo en la penumbra. La
panacea de todos los males estaba servida. La característica y la diferencia de un buen concierto no es otra que la pasión. Carlos inunda la sala -con su entrega-, desde el primer minuto. Es el único sentido que entiende. Así se expresa y así saborea, de principio a fin, esa máxima de Platón: “La música da alma al universo, alas a la mente, vuelos a la imaginación, consuelo a la tristeza, y vida y alegría a todas las cosas“.
El viernes Villoslada no vino solo. Su hijo Carlos Villoslada “CABA” (batería), Pablo García (bajo eléctrico) y Roberto García (guitarra eléctrica) dieron la mejor versión. Eso sí, con la madurez musical evidente. Desde hace unos años son alumnos del Centro Superior de Música del País Vasco (MUSIKENE) de San Sebastián. A sus espaldas, a pesar de la insultante juventud, aprendizaje musical con maestros de reconocido prestigio. Estos jóvenes pusieron esa pizca de frescura, que venía de perilla, en una noche para tener en cuenta en esta bahía musical en la que nos movemos como peces en el agua. Y por si fuese poco el talante puesto sobre el tapete de los instrumentos. Carlos Villoslada “CABA” trajo debajo del brazo tres composiciones Freyra, Puente Arce y Caoba. Más madera extendida de nuevo sobre las losas de Tarifa de la Sala Stardust.
Es indiscutible, se pongan como se pongan algunos, que la música alarga la vida. La otra noche, mientras el sonido se confundía con nuestros sueños, los amigos que nos dimos cita en Stardust exteriorizamos -de eso doy cuenta-, nuestro agradecimiento a ese rato que nos traslado por los lugares que nos dan cierta tranquilidad. Sin duda, el descanso del guerrero. Tan necesario como vivir. Como dijera el poeta, el destino final de un alma apasionada. Vaya, un bastinazo.
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