Doña Cuaresma

Menos de un año queda

TANTO criticar y no he reparado en que el próximo Carnaval está más cercano que nunca. Ni siquiera esperarán estos desalmados un año para volver a la carga. Esto me aterra porque, si nadie lo remedia, enero y febrero traerán de nuevo un concurso y un carnaval de calle con todos sus avíos, y el maligno demonio desparramando todas sus vilezas por calles y plazas. Y no creo que nadie lo remedie, porque en el último año de mandato (bye, bye) las Lolas Lolitas, Kichi cruzados y demás okupas del sillón de los Carranza (Don Ramón y Don José León, que en gloria estén) no creo que vayan a meter la pata manteniendo el Carnaval en mayo y junio. Pues deberían, les digo, aunque no les prometo mi voto, claro está. Háganlo y tendrán por mi parte cierto respeto (poco, no vayan a acostumbrarse). Puesto que el Carnaval 2023 será inevitable, al menos que sea tan corto y tan triste como este. ¡Si no he olido ni a orines! Y eso a pesar del pifostio de este equipo de Gobierno con el servicio de limpieza. Se va otro Carnaval y me marcho con mi pluma a otra parte, loca por ver en las calles a esas hermandades de gloria y esa procesión magna que va a poner a Cádiz en el mapa como no lo ponen el tal Piojo, el tal Pellejo o el tal Pájaro. Qué especie, Dios bendito. Y no en extinción, qué va. Sigue reproduciéndose. A ver si el próximo equipo de Gobierno hace con ellos y ellas lo mismo que con las palomas: esterilizarlos. Propongo hacerlo introduciendo anticonceptivos en la cerveza, el vino y los erizos. Hasta el año que viene.

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