Vamos tirando
Canestolendas
HE traducido, libreta en mano, el aliento de Maradona, Zidane o Messi tras un partido; he tenido la fortuna de entrevistar a Luis Aragonés, Dassaev o Finidi, pero jamás me he sentido orgulloso de ello al punto de presumir. Lo veo como una faceta más de un periodista deportivo, que escribe crónicas de fútbol, que viaja… Trabajo al fin y al cabo.Pero tener la inmensa suerte de escribir en el Diario del Carnaval es harina de otro costal, un privilegio. Conservo todos y cada uno de los artículos escritos y no hay quien entre en casa y se vaya sin mirarlos aunque no los lea. Llega febrero y los releo como aldabonazo de la mejor fiesta que conocí. De fondo suena cualquier pasodoble bueno, a veces la eterna y dulce falseta de un tango. Algún día decoraré una habitación con toda mi parafernalia carnavalera.
Los que vivimos las coplas de Cádiz desde Sevilla no tenemos la suerte de pasear a diario por La Caleta ni de disfrutar de una tertulia improvisada en cualquier tasca intramuros. Aquí se habla del Betis y del Sevilla mientras el vaso te dibuja el bigote blanco. Por eso pisar la Tacita, y no precisamente en febrero, es un lujo. Y oír coplas en el Falla, una experiencia única, un rito al que se asoma con mariposas en la barriga.
El martes, mientras el Barça le daba matarile al City en Manchester, casi me caigo del sofá. Con la tele al fondo sin voz y toda la atención centrada en la tableta, el compás de un chiclanero me sobrecogió, los vellos de los brazos se me erizaron sin remedio. Se llama Manuel Benítez y no es El Cordobés, es Molina por parte de madre y su pasodoble mide los tiempos como una media de Morante. ¡Qué barbaridad!
Este año echaremos de menos el 3x4 valiente del Sheriff, pero el compás de unos nudillos, con seguridad el soniquete más bello que en la barra de un bar pueda crearse y oírse, estará presente por siempre en el Falla. El futuro está garantizado, ya vengan los aires de Cai o de Chiclana. Vamos tirando.
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