El nacimiento del Diario del Carnaval

Mil noches en vela

El Diario del Carnaval llega a su número 1.000.

El Diario del Carnaval llega a su número 1.000. / Julio González

Tres años después de que el Diario de Cádiz sustituyera su, hasta entonces, icónico formato sábana por el tabloide actual, en la redacción del periódico se comenzó a madurar la idea de ir un paso más allá en la información carnavalesca. Hasta entonces, desde su nacimiento en 1867, el Diario había dado cuenta de todo lo concerniente a la fiesta grande gaditana en sus páginas. La hemeroteca está llena de hechos históricos: desde el tango de ‘Las viejas ricas’ hasta los exornos de Antonio Accame, de las chirigotas de Eduardo Delgado al nacimiento de la comparsa con el creador Paco Alba, desde el pelotazo de ‘Los beatles de Cádiz’ de Enrique Villegas a la fuerza renovadora de Antonio Martín o Martínez Ares. Pero, como digo, en 1993 tomó cuerpo una idea: la de hacer un suplemento diario de Carnaval a imagen y semejanza de su hermano mayor.

Antonio Pérez Sauci, subdirector del Diario, y Emilio López, el gran puntal de la información carnavalesca de aquellos años, se pusieron manos a la obra con un puñado de jóvenes e ilusionados periodistas y la sabiduría de Ignacio Valdés, director de Arte del periódico y un auténtico gurú en lo referente al diseño.

El Falla, epicentro de la fiesta hasta que no llega la calle. El Falla, epicentro de la fiesta hasta que no llega la calle.

El Falla, epicentro de la fiesta hasta que no llega la calle. / Julio González

El resultado vio la luz por primera vez el 1 de febrero de 1993. Pérez Sauci y Emilio López coincidieron que no podía llevar otro nombre que Diario del Carnaval, una cabecera que este martes llega al número 1.000, solo un día antes de que se cumplan los 30 años redondos de que saliera de los talleres de Ingrasa.

Desde su nacimiento, y hasta bien entrado el siglo XXI, el Diario del Carnaval llevó la misma estructura que el Diario. Tenía portada, editorial, página de opinión, cartas al director, la página 3 con el tema del día (posteriormente se sustituyó por el En Portada a doble página), las crónicas de la función pero incluso contenía el tiempo en Cádiz por barrios, la cartelera, pasatiempos, entrevistas de contraportada, los primeros montajes y, claro está, el Jurado Diario o el artículo de Doña Cuaresma, dos elementos sin los que no se entendería este suplemento.

En aquel grupo que realizaba una tarea titánica cada día para sacar adelante el Diario del Carnaval estaban –además de Antonio Pérez Sauci y Emilio López– periodistas como Pepe Monforte, Inmaculada Macías, Enrique Alcina, Alberto Grimaldi, Jesús Collantes o incluso Paco Perea, que abandonaba en ocasiones su puesto como redactor jefe de Deportes para aportar sus conocimientos en la materia. Y todo ello sin olvidar las fotografías de Kiki, Pino, Braza o Bernet.

El encargado de hacer aquellas fantásticas crónicas de las funciones del Concurso era Pepe Monforte. Esta semana recordaba cómo surgió la idea de crear este Diario del Carnaval que todavía hoy, mil ejemplares después, tienen en sus manos. “Lo que recuerdo sobre todo es que se hizo con mucha ilusión. Entre el Pérez y Emilio le fueron dando forma. Creo que el nombre fue cosa de Antonio. Hacía poco que habíamos cambiado al nuevo diseño y pretendíamos darle mayor protagonismo al Carnaval dentro del propio Diario. Fue un reto. Una paliza. Pero mereció la pena”, dice.

Monforte hace hincapié en que el Diario del Carnaval se creó “a imagen y semejanza del Diario. Tenía hasta páginas de televisión, pasatiempos, horóscopos, todo inventado por nosotros claro. En plan de guasa”.

Pepe Monforte comenzó su prolífica carrera en este periódico en 1987 y tuvo la, complicadísima misión, de tomar el testigo de un maestro del periodismo: Agustín Merello. “Cuando yo llegué Agustín ya estaba de baja por su enfermedad y como me gustaba el Carnaval me pusieron a hacer las crónicas. Podemos decir que me cayó el marrón”, afirma.

Pepe reconoce que pasó algún mal rato durante aquellos años en que tuvo la misión –sin duda la más ingrata y la más agotadora– de realizar las crónicas de las agrupaciones, aunque apunta que “fueron más las alegrías que los disgustos”.

Monforte tenía claro ya entonces que a nadie le gusta ser enjuiciado. “Yo no era de poner verde a una agrupación, simplemente, cuando no me gustaba alguna me ponía a hablar de otras cosas, de la ensaladilla de Las Palomas o el cazón en adobo. A nadie le gusta que hagan broma sobre uno y es verdad que el Diario del Carnaval se cachondeaba de todo el mundo”. “Hubo un año especialmente duro en que las tradicionales calificaciones representaban a la peor valorada con un dibujito en la que se veía un autobús de Comes y poníamos: para el pueblo”.

En aquellos años en que los periodistas aún escribían en la máquina de escribir aún resultaba más complicado todo. “Yo escribía las crónicas en cuartillas cuadriculadas sueltas con letras mayúsculas y Emilio López iba a la redacción de Ceballos para que las maquetaran. Era otro mundo”.

Para Monforte una de las claves del éxito de ese originario Diario del Carnaval fueron las noticias inventadas. “Agustín Merello ya había hecho alguna cosa antes, y yo le copié descaradamente”.

Luego estaban los montajes. “Uno de los primeros que hicimos fue con un tractor, muy celebrado, y otro con que Cádiz iba a acoger Fitur, a la que nosotros bautizamos como Fritur. Pusimos una foto con dos tíos haciendo una paella gigante y les pusimos las caras de Rafael Garófano y Pablo Lorenzo. Aquello generó un gran cachondeo en la ciudad”, recuerda Monforte. Los montajes eran cosa de Rafa Estrada primero, y posteriormente llegó gente del talento de Rafa Höhr. “Y todo esto con el diseño de Ignacio Valdés, que hacía auténticas preciosidades”.

Pepe Monforte e Inma Macías recuerdan aquellos años en que “éramos una familia”

Otra diferencia de aquella publicación con la actual es que al haber funciones de tarde y noche, y no existir aún los adelantos tecnológicos de hoy en día, las crónicas de la tarde sí que salían al día siguiente, pero las de noche “se publicaban en el Diario dos días después”.

Lo que no ha cambiado es la pasión con la que los grupos cantan y están atentos a crónicas y al jurado diario ni la cantidad de horas de trabajo que el equipo que durante estos 30 años ha formado el Diario del Carnaval dedica a su realización.

Otra pieza fundamental en aquel Diario del Carnaval de 1993 era Inmaculada Macías, quien, pese a su juventud, tenía ya una estupenda agenda periodística. “Era una trabajera, pero se cogió con muchas ganas. Hay que situarse en aquellos años, en que no había ni correo electrónico, todo era muy artesanal, pero bonito a la vez. Acabábamos a las tantas pero después nos íbamos todos juntos a tomar algo a algún bar que nos esperaba abierto. Éramos como una familia. Lo recuerdo todo con mucho cariño. A Emilio, las crónicas de Monforte, que nos hartábamos de reír, las polémicas con Doña Cuaresma y Don Carnal. Una vez me disfrazaron de Doña Cuaresma para una foto y recuerdo que me agobié muchísimo, porque decía: que se van a creer que soy yo Doña Cuaresma. Qué risas”.

Muy importante es entender que el impacto visual de las agrupaciones en aquellos años –en que la televisión no llegaba hasta la final– se producía por las fotos del Diario del Carnaval. “No había tanta competencia como ahora. Para ver a los grupos había que comprar el Diario. Se hacía cola en el quiosco a primera hora para ver las crónicas, las fotos, las puntuaciones del Jurado Diario, que estaba en su palco”. Y luego llegaba la calle. “Era agotador. En serio. Emilio y Monforte eran mis lazarillos. El éxito fue de toda la redacción, porque todas las secciones se implicaron mucho. Y el diseño era precioso. Fundamental para el éxito que tuvo el suplemento”, concluye.

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