Adiós a Manolo Santander

El último heredero de la estirpe clásica

  • Manolo Santander, autor de la chirigota ‘La maldición de la lapa negra’, fallece a los 56 años de edad tras una larga enfermedad

Manolo Santander durante una de las actuaciones de 'La maldición de la lapa negra'

Manolo Santander durante una de las actuaciones de 'La maldición de la lapa negra'

¿Cómo se le llora a quien ha entregado su vida intentando hacer reír? Esta es una pregunta con una difícil respuesta, pero la noticia del fallecimiento de Manolo Santander ha dejado un profundo dolor en el mundo del Carnaval y en la sociedad gaditana. Si hay una palabra que le define, esa es la de chirigotero. A secas y sin más pretensiones. Esa que reconocía en un pasodoble de 'Los brujos titis' que le enorgullecía escuchar por sentirse heredero de una estirpe que mantiene vivo el estilo clásico dentro de una fiesta cada vez más globalizada.

Hay quien utiliza la palabra chirigotero –o chirigota– como una ofensa para intentar hacer daño, sobre todo desde más allá de Puertatierra. Pero Manolo Santander nació, creció y se marchó siendo un chirigotero.

Con un corazón profundamente gaditano y viñero, este le falló esta mañana a los 56 años tras una larga enfermedad. Esa que se lo ha llevado, pero que no evitó que firmara 'La maldición de la lapa negra', primer premio de chirigotas en el pasado Concurso del Gran Teatro Falla.

En su última actuación sobre las tablas del templo carnavalero, vivió una de esas noches mágicas. Su último compañero de faena chirigotera, José Manuel Sánchez Reyes, le dedicó un pasodoble a esa "cosita mala" contra la que ya llevaba unos meses luchando. Nada hacía presagiar que se iba a despedir de esta forma. Pero los males se olvidaban a base de Carnaval, por lo que Manolo luchó hasta el final y se despidió en activo.

Su pelea en la fiesta fue a contracorriente en una modalidad, la de la chirigota, que se mueve mucho en función de las modas que calan en el público. Pero Manolo tenía una idea muy clara de lo que era una chirigota y no quería moverse de ella aunque los aficionados buscaran otras formas diferentes. Su chirigota era la de toda la vida, la que aprendió de autores como Fletilla o Juan Poce y que ha intentado que no se perdiera.

Para Manolo, una chirigota no necesita tanto montaje, por lo que el ingenio y el repertorio están por encima de otras historias. Un ingenio que era muy llano, de la calle, de su barrio de La Viña, de ocurrencias, con su punto picarón, pero sabiendo utilizar el bastinazo en su justa medida. Porque hasta para meter un bastinazo en un cuplé de manera adecuada hay que tener arte. Y Manolo tenía ánge para meter un chupapiera en un cuplé sin que pareciera grosero. Junto a su gracia, su grito de "¡vámonos, cabrones!" se convirtió en una de sus señas de identidad para intentar levantar a su grupo en las tablas del Falla.

Aunque se apellidaba Santander, Cádiz siempre estaba presente en sus coplas. Una rara avis en el mundo del Carnaval, más centrado en que los repertorios se entiendan fuera. Esta defensa fue férrea con 'Los de Cádiz norte', con un fuerte punto localista que supo superar lo que ya es una adversidad, sobre todo para intentar hacer reír, para los autores que aún siguen apostando por cantarle a las cosas gaditanas. Precisamente, Diario de Cádiz galardonó a la chirigota 'La maldición de la lapa negra' con el Premio Emilio López por su gaditanismo.

Aunque en sus inicios no intervino en las músicas de sus chirigotas, desde 'El séptimo de caballería' se pudo descubrir la otra cara de Manolo con sus pasodobles. Melodías que guardan la esencia más pura de la chirigota. Porque la música chirigotera no es una ciencia, sino que sale del alma. Un compás que hace que los pies bailen solos y un pellizco que hace estremecer a todo el cuerpo. "Sencillo, muy sencillito", como cantaban 'Los de Capuchinos', aunque para componer estas músicas hay que tener un don como el que Manolo tenía.

Es algo que no se aprende, sino que se lleva dentro y que se pasa de padres a hijos. Manolo tenía dos –Manolín y Palmira–, a los que ha traspasado su legado carnavalero.

Si Manolo Santander tenía una pasión fuera del mundo del Carnaval, esta era el Cádiz CF, el equipo que le dio una de sus mayores alegrías, aunque los cadistas están mucho más acostumbrados al sufrimiento. Su pasodoble 'Me han dicho que el amarillo', de la chirigota 'La familia Pepperoni', le ha convertido en inmortal tanto para los carnavaleros como para el cadismo. Un himno oficioso cadista que se canta cada vez que el Cádiz juega en el Ramón de Carranza.

Manolo ha sido Bruja Piti, ola, San Pancracio, niño de comunión, legionario, indio, militar, mafioso, fraile capuchino, portero, cargador, pescadero, cazador, vikingo, brujo o mitad pescado, mitad pirata. Más de 40 agrupaciones que ya forman parte de la historia del carnaval. Antifaz de Oro desde el año 2012, no fue pregonero de la fiesta, aunque tampoco lo necesitara. Estaba casado con Meli Grosso. A pesar del ofrecimiento del Ayuntamiento de Cádiz y del Cádiz CF para que el Gran Teatro Falla o el estadio Ramón de Carranza acogiera su capilla ardiente, por expreso deseo de la familia no se celebrará ningún acto público. La misa de responso será mañana a las 13.30 horas en el tanatorio de Servisa. Descanse en paz.

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