Pito de coña

Hazme reír

Más allá de Cortadura la palabra chirigota tiene en su uso algo de mofa, un grito despectivo que, por ejemplo, le lanzaban habitualmente al Cádiz cuando jugaba en Algeciras y perdía en el último minuto, lo que vino a ser una constante en las últimas temporadas vividas en un infierno felizmente abandonado. Ahora sigue perdiendo a veces en el último minuto, pero en Getafe y con otra categoría. También en los madriles son muy dados a gritar ¡chirigota, chirigota! cuando alguien está haciendo el ridículo, como el Real Madrid en el caso Cheryshev. Pero en Carranza los gritos fueron más ingeniosos, como corresponde en esta tierra.

Porque aquí, lejos de sonar a mofa, la palabra chirigota puede llegar a significar la cota más alta de humor e ingenio, de humor ingenioso que debe ser la fiel aspiración de una buena chirigota. Lejos de ser el hazmerreír de la concurrencia, a la verdadera chirigota hay que pedirle, casi exigirle, que nos haga reír, que nos mantenga en vilo con sus letras hasta provocar la sonrisa o la carcajada.

De como llegue cada uno a conseguirlo ya es otro cantar. Cada agrupación es libre para elegir el momento y la forma de hacer reír: en los pasodobles, en los cuplés -lo que parece obligado-, en el estribillo, en el popurrí, con el tipo, con el forillo, con figurantes, con objetos que acompañen las coplas... El estilo elegido es tan personal como el gusto del público, al que puede encantar una chirigota clásica y aburrir una moderna. O viceversa.

El ingenio y la crítica deben ser las dos grandes banderas del carnaval gaditano, y por supuesto de la chirigota a través de su humor. Y de cualquier carnaval que se precie, de esta fiesta eminentemente pagana en sus raíces que persigue no dejar títere con cabeza y subvertir el orden que ya nos amordaza cada día.

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