'Le petit tour' en Cádiz

ciclismo

El critérium internacional celebrado en el estadio Ramón de Carranza el 22 de agosto de 1963 tuvo como estrellas principales a Anquetil y Bahamontes

'Le petit tour' en Cádiz
'Le petit tour' en Cádiz
José Pettenghi

23 de julio 2018 - 01:32

"Cádiz es el único sitio donde me han pitado", reconocería Federico Martín Bahamontes, el campeonísimo español, el Águila de Toledo, la gloria deportiva del régimen.

En 1963 el ciclismo era un deporte bastante popular. Le había dado alas la victoria absoluta del mismísimo Bahamontes en el Tour de Francia de 1959. Ya se sabe, "Le Tour c'est le Tour", y entonces como ahora era la prueba reina, la más grande y la más prestigiosa.

El ciclismo en España estaba empezando a dejar de ser un deporte de tipos renegridos y esmirriados que corrían sin estrategias, ni sentido de equipo, y abonados a su capacidad de sufrimiento para escalar las montañas más exigentes. Pero el resonante triunfo de Bahamontes había puesto a España en el mapa ciclista. Las casas comerciales habían dado un impulso económico en el patrocinio de equipos, y comenzaban a proliferar pruebas cortas y veladas. Hoy día, se decía, lo mismo se puede ser millonario con el fútbol que con el ciclismo, lo importante es llegar a ser figura.

Sin duda era una exageración, el fútbol en esos años era el deporte rey y levantaba más pasiones -y movía más dinero- que cualquier otro deporte.

Con todo, el anuncio de que se iba a correr en Cádiz la Pequeña Vuelta a Francia levantó en la ciudad y poblaciones cercanas una inusitada expectación. Se trataba de otra exageración, en realidad consistía en una velada ciclista en la que intervendrían, eso sí, los ases del momento. Con el pretencioso nombre de Petit Tour se había programado para el 22 de agosto de 1963.

Cádiz ya funcionaba como una ciudad muy atractiva para un turismo estrictamente nacional pero que llenaba playas, terrazas y bares durante el verano. Un verano que tradicionalmente se cerraba con el Trofeo Carranza, que entonces apuntaba el inicio de sus años dorados. El de 1963, su novena edición, lo disputarían Barcelona, Valencia, Fiorentina y el potentísimo Benfica de Eusebio, la pantera negra, el 31 de agosto y el 1 de septiembre. Unos días antes se correría Le Petit Tour. Una gran programación deportiva para gaditanos y forasteros.

Daba igual que Barcelona y Valencia hubieran quedado 6º y 8º en la Liga, que había ganado el Real Madrid, pues en esos años ya avasallaba la pasión futbolera. Y, entre esas pasiones, cómo no, las peripecias de un Cádiz CF que había estado a punto de subir a Primera División. Jugaba un decisivo partido en el campo del Levante, y ganando se subía. En el descanso el Cádiz ganaba por 1-2, pero el segundo tiempo -¡ay, el segundo tiempo!- fue un desastre y se perdió por 7-2. Y subió el Levante. Las cosas del Cádiz...

Era el Cádiz de Adolfo Bolea, Samper, Arteaga, Soriano y… Mosquera, un peruano que, pese a jugar una única temporada en el equipo local, se hizo tremendamente popular.

EL CICLISMO EN CÁDIZ

En 1963 había en Cádiz una discreta afición ciclista, con buenos aficionados, aunque algo dispersa. La Vuelta Ciclista a Andalucía, celebrada el febrero pasado en su décima edición, había dejado buen sabor de boca con un final de etapa en esta ciudad. En efecto, el 11 de febrero la segunda etapa, con salida en La Línea, había finalizado en Cádiz. Y de aquí partió la tercera con meta en Jerez de la Frontera.

En esas fechas, naturalmente, se estaba celebrando el Concurso carnavalesco del Falla y triunfaba la comparsa de Paco Alba Los corrusquillos gaditanos. Llevaban en su repertorio un recordado pasodoble inspirado en los esforzados chiclaneros que venían a trabajar en bicicleta a la capital: "Vienen desde Chiclana y de otros pueblos hombres en bicicleta a trabajar…". Un emocionado canto a aquellos que con su sudor y esfuerzo construyeron nuevos barrios en Puertatierra, en su bici, con el capachito para el costo y su faro encendido a la vuelta… "el día que hace levante pá qué te cuento".

Sí, la bicicleta como medio de transporte proletario, pero también un verdadero deporte.

LOS PREPARATIVOS

Con objeto de calentar el ambiente, el 16 de agosto Diario de Cádiz ofrecía una extensa entrevista del redactor Balpiña con José Saura, el promotor de la prueba y antiguo campeón de España.

Balpiña no se iba por las ramas, y le preguntaba si la prueba que se anunciaba como Tour chiquito no era un bolo de exhibición sin interés deportivo. Saura contestaba que no, que había un pique entre los corredores: Bahamontes con Anquetil y Pérez Francés con Elliott. Por otra parte, alegaba, tienen un prestigio que mantener y además justificar lo que ganan: Anquetil cobraría 45.000 pesetas y Bahamontes 35.000. Para la época era una buena bolsa, teniendo en cuenta que el salario anual medio de España en ese año estaba en torno a las 60.000 pesetas, y una televisión, el artículo más codiciado entonces, valía 13.000 pesetas.

Jacques Anquetil era el gran dominador del ciclismo, pues en esos momentos ya había ganado el Giro, cuatro Tours y en la Vuelta a España de ese año su superioridad fue casi insultante: vestido de amarillo desde la segunda etapa hasta el final en Madrid. Federico Bahamontes, por su parte, había ganado una etapa, el Premio de la Montaña y quedado segundo en la clasificación general del Tour de 1963. José Pérez Francés, un fino ciclista, subió al podio de París como tercero, mientras que el irlandés Seamus Elliott había ganado una etapa, portando el maillot amarillo varios días. Pero también vendrían otros ciclistas de renombre: Sivilotti, Gómez del Moral, San Emeterio o Angelino Soler (6º en el Tour 1963).

Saura anunciaba las pruebas que se disputarían: velocidad, persecución, eliminación y Pequeña Vuelta a Francia, todo ello en la pista de tierra prensada que rodeaba el césped del Estadio Carranza. Pretendía que, si la cosa iba bien, se montaría una clásica anual en la ciudad, siempre, eso sí, que la Delegación de Fiestas del Ayuntamiento se dejara caer con los gastos, como en esta ocasión.

El sonado espectáculo ciclista sólo se celebraría en tres ciudades españolas: Mataró, Madrid y, por último, Cádiz, lo que enorgullecía al Ayuntamiento local, que lo proclamaba a bombo y platillo.

Y así se anunció con generosidad en el Diario de Cádiz y también en la prensa sevillana: Primer Trofeo Cádiz de ciclismo internacional y con los precios siguientes: Tribuna caballero 50 ptas. y señora 25 ptas.; Preferencia caballero 35 ptas. y señora 15 ptas.; Fondos caballero 20 ptas. y señora 10 ptas. Anunciaban también servicios especiales de tranvías y autobuses a San Fernando.

El día 14, una semana antes, el ABC de Sevilla titulaba "ANTE EL CRITÉRIUM CICLISTA INTERNACIONAL" una crónica que empezaba así: "Se espera de un momento a otro la llegada a Cádiz en avión de los famosos corredores internacionales, que intervendrán en una gala ciclista en honor de la colonia veraniega en las soberbias pistas iluminadas del estadio municipal Ramón de Carranza. En el avión arribarán a esta localidad Anquetil, Bahamontes, Elliott, Pérez Francés… Por carretera lo harán Gómez del Moral, Sivilotti, San Emeterio y Talamillo, cinco veces campeón de España de ciclo-cross".

En total ocho corredores, si bien se anunciaba además la participación de ciclistas regionales.

Las ganas de alcanzar un éxito popular con la iniciativa eran evidentes, unas ganas no exentas de triunfalismo localista: critérium, soberbias pistas iluminadas, la llegada en avión, etc… no dejaban lugar a dudas.

Por fin llegó el gran día de la más grande prueba ciclista jamás celebrada en Cádiz, el Pequeño Tour nada menos.

Ese día, 22 de agosto, la prensa anunciaba que "el Caudillo" embarcaba en el yate Azor acompañado de dos de sus nietos y de los ministros del Ejército y Educación, despedido por las autoridades civiles, religiosas y militares en San Sebastián. Mientras, Carmen Polo visitaba el Santuario de Aránzazu y Fraga, ministro de Información y Turismo, comía sardinas en la romería de Sada.

Una breve noticia titulaba: "Nuestro garrote vil no es el método más inhumano de ajusticiar". Y alegaba que un sector característico de la prensa internacional no pierde ocasión para atacar a España. Lo cierto es que pocos días antes se había ejecutado mediante garrote vil a dos anarquistas -Francisco Granados Gata y Joaquín Delgado Martínez- acusados de terrorismo en un juicio oscurecido por la endeblez de las pruebas. Tanto, que en 2004 se declaró nula la sentencia.

'LE PETIT TOUR'

Entretanto, aquí en la ciudad esa noche, mientras se corría El pequeño Tour en el Estadio, el Cine Brunete proyectaba Gigi, con Leslie Caron, Maurice Chevalier y Louis Jourdan. Una película calificada 3R, para mayores de 21 años con reparos.

Por fin, con una entrada más que aceptable dio comienzo la velada ciclista. Sin embargo, y pese a la expectación y los buenos deseos de la organización, aquello más que el Pequeño Tour fue un Desastre Más que Regular.

Para empezar, las pistas de tierra que rodeaban el césped del Estadio no eran lo más apropiado para una prueba de ciclistas en ruta. La megafonía se averió y los ciclistas dieron dos vueltas más de las señaladas. Al cabreo de los ciclistas se unió el de la parroquia que llenaba las gradas, que observó cómo los ases del pedal no se empleaban a fondo, aunque así lo justificaba el Diario: "Es justo reconocer que, en varias ocasiones, tanto Anquetil como Bahamontes demostraron sus excepcionales condiciones y magnífico estilo, en especial el francés en los sprints".

En la primera prueba de velocidad (10 vueltas) participaron ciclistas provinciales, y el chiclanero José Alba se apuntó una clara victoria.

En la primera prueba para profesionales, a dos vueltas, Angelino Soler batió a Elliott. En la segunda, Anquetil ganó a Bahamontes, y en la tercera, en la que participaban los otros cuatro profesionales, venció Sivilotti, seguido de Gómez del Moral.

Gómez del Moral se llevó la prueba de eliminación. A las primeras de cambio Bahamontes, Elliott y Anquetil fueron eliminados, al pasar los últimos por la meta en cada vuelta.

La primera prueba de persecución a cinco vueltas, entre Soler y Elliott, la ganó el irlandés. Y en la siguiente entre Anquetil y Bahamontes, el trofeo se lo llevó el Águila de Toledo. Una nueva prueba de persecución entre el chiclanero Alba y el portuense Fernández se la llevó de nuevo Alba muy destacado.

Después se celebró un match España-Francia, en el que participaron Bahamontes y Soler por un lado y Anquetil y Elliott por otro, apuntándose la victoria Anquetil seguido de Bahamontes.

Y cuando parecía que las aguas volvían a su cauce, y los aficionados y los ciclistas se olvidaban de las dificultades técnicas y se reconciliaban, llegó la tan esperada prueba: La Pequeña Vuelta a Francia, consistente en 50 vueltas y en la que participarían los ocho profesionales. Y se lió parda porque el público pidió ruidosamente que corriera también el chiclanero Alba. Los profesionales se negaron, argumentando que las normas decían que un corredor aficionado no podía competir con ellos, si bien es posible su recelo porque el impulso, las ganas y el entusiasmo de Pepe Alba los dejara con sus vergüenzas al aire.

Después de varias entradas y salidas de Alba en la pista y en medio de una formidable bronca, tomaron la salida sólo los ocho ciclistas profesionales. Pepe Alba recordaría años después que Bahamontes, a la vista del cariz que tomaba el asunto, le dijo que podía correr, pero que tenía que retirarse a falta de cinco vueltas para la meta. El ciclista chiclanero no aceptó y por fin se dio la salida sólo con los profesionales.

Las primeras vueltas se corrieron entre la sonora protesta del público y eso que, a juicio de la crónica deportiva, fue la prueba más espectacular de las disputadas.

Al final, sumados los puntos de los distintos sprints, el vencedor fue Federico Bahamontes, seguido del italo-argentino Sivilotti y San Emeterio.

Y al Águila de Toledo le pitaron, y eso que había ganado.

Pero la polémica se acabó pronto, pues a las pocas horas se supo que el gran astro futbolero de entonces, Alfredo di Stefano, había sido secuestrado en Caracas, donde el Real Madrid disputaba la Pequeña Copa del Mundo. Tras setenta horas retenido, Di Stefano fue liberado: el grupo guerrillero FALN sólo pretendía hacer ruido y que la prensa se ocupara de ellos. Y bien que lo hizo.

El verano de 1963 llegaba a su fin y la prensa publicaba cosas como que una joven alemana había muerto por bailar el twist o que los veranos serán cada vez más fríos y que el enfriamiento se prolongará 140 años. Ya ves.

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