Fútbol | Primera RFEF

Un día grande para el San Fernando en Sabadell (2-3)

  • El equipo isleño, después de ir perdiendo injustamente por 2-0 en la primera mitad, consigue una remontada histórica con un gol de Cveticanin en el minuto 95

Sergio Cortés trata de avanzar con el balón ante Diego Caballo.

Sergio Cortés trata de avanzar con el balón ante Diego Caballo. / SAN FERNANDO CD

El fútbol es grande. El fútbol tiene partidos de esos que hacen afición. Posiblemente la grandeza del fútbol resida, igualmente, en que hay muchas veces que te da, y otras muchas que te quita y, al final la balanza termina por igualarse. El partido donde el San Fernando, por primera vez esta temporada, dio continuidad a una victoria con otro triunfo a domicilio (2-3) fue espectacular, demostró que lo que ocurrió en casa ante el Nàstic no fue flor de un día y que el equipo ha cambiado radicalmente.

Y lo ha hecho porque fue superior a todo un Sabadell en su casa, y lo hizo porque creó innumerables ocasiones de gol, sobre todo en la primera mitad donde injustamente se fue con dos goles en contra. Y lo ha hecho porque este equipo creyó en él durante todo el partido e, incluso, cuando este ya tenía cumplido su tiempo reglamentario. La recompensa, una inmensa alegría a la parroquia azulina, un esperanza eterna de que este año se pueden hacer grandes cosas, y el salir de los puestos de descenso, donde metió, de lleno, al Sabadell.

El partido fue del San Fernando y así comenzó el equipo isleño su andadura por tierras catalanas, dominando y siendo el dueño del encuentro. Pero volvió a surgir la mala suerte, el infortunio de los primeros minutos. Cuando el equipo arlequinado intentaba desempolvarse el dominio isleño llegó una jugada sin aparente peligro, un centro raso ni mucha alteración, pero a Martí Crespí no le dio tiempo de girar su tobillo para despejar y lo que hizo fue meter el balón en la meta de Perales. Jarro de agua fría, y a empezar. Pero ya son muchos partidos con estos infortunios y, hasta a ello se acostumbra el cuerpo. Los isleños se lo tomaron con calma, posiblemente, porque sabían que restaba un mundo de encuentro.

Así que, mono de faena, y a trabajar. Los de Nacho Castro dominaban el centro del campo, con un Marc Carbó inconmensurable, con un Bicho activado y con un Vergé buscando diabluras. Dopi avisó en el 10’ con un disparo flojo a las manos de Bernad, Biabiany insistió en el 13' con un centro que no encontró rematador y el dominio seguía perteneciendo a los azulinos, en este encuentro de verde y negro.

El Sabadell se atrincheraba en su campo y buscaba balones largos que crearan peligro en banda y Diego Caballo en el 24’ y en el 27’ puso dos centros de los que asustan, pero sin repercusión.

La mala suerte se terminó de apoderar de los isleños a la media hora de juego. Uno de esos centros laterales fue luchado por Sergio Ayala y Jacobo y el balón de rebote, tocó en la mano del jugador azulino. El penalti ponía un dos a cero injusto a todas luces, pero así es el fútbol. Pudo meter a los suyos en el partido Juanmi Callejón en el 31’ en un control que se le fue largo dentro del área chica y, sobre todo, pudo meter a los suyos en el partido Biabiany en el 34’ cuando en solitario remató de cabeza en el segundo palo una asistencia de Sergio Cortés pero el travesaño repelió el cuero. Si hubiese sido justo, el empate campearía en el marcador en el descanso.

La segunda parte tuvo intensidad, tuvo desarrollo, pero tuvo unos veinte minutos finales de infarto. Para comenzar, lo más peligroso llegó en el 67’ en un remate al palo de Néstor Querol y a eso le respondió el siempre peligroso Biabiany con un centro donde Dopi no acierta a rematar.

Pero a partir del 70 llegó la locura. Un doble penalti sobre el propio Dopi y Francis Ferrón terminó con el dos a uno que ponía todas las espadas en lo más alto.

Los isleños comenzaron, a pesar del esfuerzo realizado, a pesar de ir siempre con el marcador en contra, a soñar con una remontada en la que creyeron. Juanmi Callejón puso, en el 87’ los vídeos a grabar cuando ejecutó de una manera soberbia un libre directo a la derecha de Bernad. Era el gol de la igualada, el gol de la esperanza, el gol del sueño de la remontada. Hasta el final insistieron los de Nacho Castro, e insistieron tanto que se encontraron con la justa recompensa.

En los cinco minutos de prolongación, más los tres que restaban de tiempo reglamentario, había tiempo de sobra para tener, al menos, una. Y se tuvo, y se creyó en ella y se persiguió hasta encontrarla.

Luca Cveticanin ya había protagonizado una de sus jugadas habituales de rabia y rapidez minutos antes de que llegase la jugada definitiva. Faltaban segundos para concluir el partido y el serbio creyó más que nadie en el remate donde entró la fortuna negada en la primera parte, donde hubo un rechace que volvió a dar en el delantero para que el balón se colase en el portal de un sorprendido Bernad. Era el gol de la victoria, del triunfo, de la fe. Y es que el fútbol es tan grande...

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