Racing de Santander-Real Betis · La Crónica

El Betis cosecha su sexta derrota consecutiva (1-0)

  • El Betis, tras una primera parte aseada, se hunde al primer contratiempo y sólo aprieta en los estertores. El palo anímico de perder ante otro equipo mediocre puede ser decisivo.

Seis derrotas, seis. Como se anuncian los toros. Pero si el toro bravo es un animal que se enfurece al primer puyazo, el Betis es hoy un corderito al que le falta personalidad para rebelarse. De nada le valen sus buenas intenciones ni ser capaz de desarrollar una primera parte más que correcta en la que, por momentos, se asemejó a ese Betis seguro de sí mismo que derrotaba a los rivales como por inercia. 

Nada de eso es hoy así. El Betis se hunde al primer contratiempo y muy preocupante fue que tardase casi media hora en irse en pos de un Racing que se adelantó en el minuto 62 merced a un gol de Stuani, quien nada más entrar como sustituto al césped aprovechó un balón tras un saque de banda para colarse entre Isidoro y Dorado y forzar un penalti. 

Con todo, el Betis, en ese cuarto de hora de la segunda mitad, era un equipo ya más parecido al de los últimos tiempos que al que había dado visos de ser otra cosa cuando a la media hora de juego acosaba al rival con insistencia. Son momentos del juego. El Betis juega hoy a ráfagas. Y lo peor es que no aprovecha a su favor nada de lo bueno que es capaz de hacer y se ve castigado a la más mínima por los rivales. Y, encima, se muestra incapaz de reaccionar. 

Lo hizo casi en el descuento, a raíz de la entrada de Matilla al terreno de juego. El toledano, quizá enfurecido de tanto banquillazo y tanto comentario apresurado sobre su rol en el equipo, relevó a Iriney en el minuto 86 y saltó al césped como imbuido por la garra del brasileño. Dos robos de balón muy corajudos y una buena apertura a la banda izquierda lograron que el Betis acorralase al Racing ya en el descuento y estuviese cerca al menos de empatar el pleito. 

A punto estuvo instantes después de lograrlo con un gran pase de gol para Jefferson Montero que el ecuatoriano desperdició, entre otras cosas porque la suerte tampoco es muy amiga del Betis en los tiempos que corren. 

Y eso que a poco de asomar sobre el césped ya pudo comprobarse que este Betis no tenía nada que ver con aquél apocado de hace tres días en Cornellà. Porque fue acabar el partido frente al Espanyol, mirarse todos a la cara y colegir que ése no era el camino. En los días sucesivos, el trabajo psicológico de Mel a buen seguro que fue enfocado para convencer a sus futbolistas de que el método elegido frente al Racing debía ser el de siempre. A las duras y a las maduras, el Betis tiene un sello y con ese convencimiento afrontaron todos la cita. 

El Racing tardó más de cinco minutos en tocar el balón. El Betis, más dinámico y combinativo, fue dando pasos seguros pero con una circulación más veloz del balón y con la meta de Toño como única destinataria de su fútbol. 

Beñat, nuevamente unos metros por delante de Cañas e Iriney (prueba irrefutable de que se puede jugar de maneras distintas con un dibujo idéntico), se colocó al mando de las operaciones, con el roteño muy metido atrás y facilitando que el brasileño comandase la presión en los terrenos donde ésta hace daño. 

Y tras varias intentonas fútiles de Nacho y Jonathan Pereira, quienes se asociaron bien en el flanco izquierdo, fue un robo adelantado de Iriney el que habilitó a Pozuelo, siempre inquietante para los zagueros cántabros, para que el trianero soltase la zurda y el balón se estampase en la cruceta derecha de la portería racinguista. 

Se fue incluso gustando el Betis. Acto seguido fue Beñat quien de un zapatazo obligó a Toño a un heterodoxo despeje a córner. Y, como consecuencia de éste, Ustaritz peinó también a la madera el lanzamiento del cerebro de Igorre. 

Pero está claro que en épocas de vacas flacas la fortuna te abandona y en la mala racha heliopolitana también hay un poco de eso. Y pudo hasta ser peor, porque en sólo dos minutos que anduvieron los de Mel flojos de concentración fue el Racing, siempre acobardado y viviendo de los errores béticos, el que también pudo adelantarse por dos veces en remates de Adrián y Kone, el segundo de ellos al larguero tras el córner provocado por el del madrileño, bien repelido por Casto. 

Sin apretar tanto y quizás por una razón desconocida fue el Racing, empero, el que salió mandando tras el descanso. El Betis, de nuevo, ya no era el Betis y empezó a palparse que algo malo le ocurría, como así fue: gol del rival, caída de brazos y de mente y sexta derrota seguida para una dinámica más que preocupante.

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