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De libros

La oscuridad y don Julio

  • Caro Baroja fue no sólo un gran antropólogo, sino también uno de los grandes maestros de la 'Historia nocturna', en expresión de Carlo Ginzburg. El jueves se cumplirá el centenario de su nacimiento

No deja de ser significativo que, a punto de cumplirse el centenario del nacimiento de Julio Caro Baroja -ocurrirá el próximo jueves día 13-, los españoles conozcan el proceso a las brujas de Zugarramurdi, celebrado en 1610, no por la extraordinaria obra de don Julio, Las brujas y su mundo, sino por la extravagante película de otro vasco, Álex de la Iglesia, cuya relación con aquellos hechos es inexistente. No sin melancolía, uno se pregunta qué hubiera hecho el cine norteamericano con dicho juicio, ocurrido ochenta años antes del célebre proceso a las brujas de Salem. De igual modo, uno se pregunta por la consideración de la obra de Caro Baroja, en el caso de que Caro Baroja hubiera sido francés. Probablemente, hoy estaríamos celebrando no sólo a un antropólogo de primer orden, sino a uno de los grandes maestros de eso que Carlo Ginzburg llamó, de modo tan poético como exacto, la Historia nocturna.

Un hombre que escribe una Historia de los molinos de viento merece todo nuestro respeto. Y no ya por su atención a los rudimentos con que el hombre ha hecho su labor y ha construido su vida durante siglos; sino por la certeza de que es ahí, en la intimidad doméstica de cada época, donde el investigador hallará una idea precisa del acontecer humano. En este sentido, Las brujas y su mundo, fechada en 1961, se adelanta en más de una década a otras obras cruciales del mismo tenor. Obras en las que se evidencia el sustrato cultural y anímico donde la hechicería tomó cuerpo, y donde se muestra la brujería a su verdadera luz, como parte de un mundo en el que la magia, la credulidad y el miedo eran aspectos de un todo religioso. Recordemos, pues, que El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg es de 1976. Y que El miedo en Occidente de Jean Delumeau verá la luz dos años más tarde. También podríamos acudir aquí a la obra de Eliade, Jung y Malinowski para precisar aún más el ámbito de las indagaciones de Caro Baroja. No obstante, es en la antropología cultural, en la investigación histórica, donde Las brujas y su mundo traza su círculo erudito, y es ahí, en consecuencia, donde debemos situar la eficacia y el acierto de tal estudio.

Digamos, pues, que la obra de Caro Baroja discurre en paralelo a la escuela de los Annales francesa, así como a los ensayos de Michel Foucault, cuya Historia de la locura en la época clásica es de primeros de los 60. Y este paralelismo se da no sólo por la labor arqueológica que ello supone, y que consiste en explicar al hombre del XVII desde las ideas y los prejuicios de su propia época; sino porque la temática, el objeto de estudio, la razón misma de sus indagaciones, fue el orbe irracional, no sujeto a escrutinio, que acompaña al hombre desde el albor del mundo. Bien es cierto que tal interés histórico y antropológico por lo irracional da comienzo en el XIX con La bruja de Michelet, y que Los dioses en el exilio de Heinrich Heine no harán sino abundar en una inquietud romántica que el XVIII de Kant había desechado por tosca y abominable: esto es, la superstición y el folclore de los pueblos. La obra de Caro Baroja, sin embargo, no parte de aquella reacción del XIX a la insuficiencia de la Razón ilustrada. Ceñida al ámbito de lo científico, Las brujas y su mundo tienen una ambición a un tiempo más modesta y más compleja: explicar cómo el XVII comienza a reglar y judicializar las manifestaciones religiosas, dejando fuera la religiosidad difusa y acendrada de las brujas; explicar, asimismo, cómo el XVIII de Feijoo y Jovellanos despreciará tales manifestaciones populares; y subrayar, por último, cómo el XIX romántico quiso ver en aquellas pervivencias remotas, que se remontan a veces a la Antigüedad pagana, tanto una huella de lo trascendente como un indicio de la verdadera naturaleza humana.

Digamos, pues, que el cometido de Caro Baroja ha sido el de iluminar lo oscuro. Una oscuridad, constitutiva del hombre, que sólo muy recientemente ha sido objeto de estudio. En otro momento, es posible que las numerosas obras de Caro Baroja sobre los mitos, los ritos y las costumbres de España hubieran conjurado, por su ignorancia manifiesta de la Historia, cualquier veleidad secesionista. Hoy esto no parece verosímil. Si la posmodernidad, según Eco, consiste en "volver sobre lo leído", en España aún no hemos alcanzado la condición de posmodernos. Acaso, la de modernos con reparos.

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