Con la Venia

Los árboles no dejan ver el bosque. Por Yolanda Vallejo

  • Aún no ha empezado la campaña electoral -sí, aunque usted no lo crea, aún no ha empezado- y ya tenemos encima de la mesa tres o cuatro propuestas para la ciudad de las antológicas. De esas que, cuando pase el tiempo, formarán parte del catálogo de disparates electorales que se va renovando cada cuatro años y que terminarán, no hace falta que yo se lo diga, en el cajón desastre de las promesas huérfanas, de las que nadie se hace responsable. Allí, en ese cajón, hay propuestas de todo tipo, como el bono social eléctrico, la implantación de 'electrolineras' -copio y pego de los programas de las últimas elecciones municipales, por si tiene dudas y cree que me lo estoy inventando-, las dos mil quinientas plazas de aparcamiento, la construcción de una gran grada en la playa Santa María del Mar -esa, en la maqueta, me gustaba mucho-, la transformación del edificio de Náutica en un centro de formación profesional dual, la creación de vivienda y empleo, el Portillo, el cinturón universitario... lo normal que se ofrece en este tipo de paquetes electorales que, independientemente del partido que los presente, nadie tiene intención de cumplir. Ya lo decía Tierno Galván, «las promesas electorales están para no cumplirse», y ahí parece que nos hemos quedado.

  • Porque tampoco la ciudadanía parece tener mucho interés en que se cumplan, la verdad. Si no, no se explica que ahora, que todos los candidatos andan de reunión en reunión, no reciban un tirón de orejas o les pongan la cara colorada recordándoles lo que prometieron hace cuatro años y pidiéndoles las explicaciones oportunas. Nada. Lo digo siempre, pero no me canso de decirlo, el senador Onésimo Sánchez ha sido, y es, el modelo que han seguido todos nuestros políticos -y no hablo solo del ámbito municipal - para convencer a la gente de que «seremos otros, señoras y señores, seremos grandes y felices». Qué le vamos a hacer, también la seducción forma parte del cortejo necesario para ganar votos.

  • Por eso me dejo seducir por cuantas propuestas hacen las distintas formaciones políticas y por cuantas promesas de amor municipal son capaces de formular en sus programas y en sus preprogramas. Y por eso, llevo días dándole vueltas a una de los pelotazos que el candidato a la alcaldía de Adelante que Cádiz adelantaba en una de sus intervenciones. Y le sigo dando vueltas porque, en mi infinita ignorancia, no alcanzo a entender en su totalidad el concepto de «bosque urbano», al menos, en nuestra ciudad. Ya sabe usted que la ignorancia es tan osada como mala compañera de viaje, y por eso, se me ocurrían las más disparatadas ubicaciones, y las más disparatadas soluciones para el bosque urbano que nos promete el candidato: el antiguo cementerio, ahora que ya nadie se acuerda del proyecto inicial del parque de descanso, o de la memoria o como quiera que vaya a llamarse finalmente -que, al principio, parecía un Poltergeist a la gaditana, todo sea dicho-, Canalejas, una vez se haya finalizado la integración puerto-ciudad, el parque Genovés -esa es buena, a ver si así lo cuidan un poco, y eso-, el paseo Pery Junquera... en fin, los emplazamientos que a una se le vienen a la cabeza cuando piensa en un bosque urbano. Un bosque urbano, además, el primero «de la historia de la ciudad», que nunca ha tenido un bosque, entre otras razones, por las puramente geográficas y porque nuestro hábitat natural es más bien la playa que otra cosa. 

  • Pero, como nunca te acostarás sin saber una cosa más, andaba yo equivocada, y bien equivocada. Resulta que un bosque urbano es otra cosa, que responde más a un significante hecho -tipo los cuidados en el centro y eso- que a un significado. Porque para la Agenda 2030, una ciudad es «una comunidad biológica donde los humanos representan la especie dominante o clave y donde el ambiente edificado constituye el elemento que controla la estructura física del ecosistema», es decir, un bosque urbano. Y por tanto, todo forma parte del mismo entramado «bosqueño», el arbolado público, los parques, los patios de los colegios, los jardines domésticos, la fauna que habita nuestras calles y nuestro subsuelo... ¿lo ve? Lo que propone Adelante Cádiz no es más que renombrar -en eso son especialistas- las cosas. Hacen falta bancos, sombras, fuentes, decía el candidato. Y árboles, quizá para compensar los que se van cayendo, que hagan de Cádiz una ciudad con dos apellidos, amable e inclusiva. 

  • También quiere árboles el candidato socialista, es lo que toca en esta temporada. Y quiere recuperar uno de los proyectos que ya presentara el Partido Popular en las últimas elecciones , la «ciudad de los niños», a la que el candidato del PSOE ha bautizado como «la ciudad de la infancia», por aquello de la inclusividad, claro. Un equipamiento de treinta mil metros cuadrados en los terrenos que Cádiz ganará al muelle, que destinará al «ocio infantil, juego y diversión para compartir en familia», y que se ha presentado con su correspondiente maqueta de niños y niñas de mentira jugando felices. Según el candidato socialista, su propuesta responde a la demanda de las familias, cosa que no pongo en duda, pero que me inquieta un poco: ¿De dónde van a sacar a los niños y las niñas para que se monten en la noria y en los rocódromos? ¿los traerán de otras poblaciones? ¿será compatible esta ciudad con el bosque urbano? ¿nos dejarán los árboles ver el bosque? ¿habrá lobos o, al final, serán todos menos lobos, como siempre?