Un cabaret en la campiña | Crítica

Granjero busca vedette

Una imagen de esta comedia agrícola-musical francesa.

Una imagen de esta comedia agrícola-musical francesa.

Cómo no inspirada en un caso real y fiel literalmente a lo que anuncia su título, Un cabaret en la campiña se suma a esa comedia amable, roma, tolerante y reivindicativa sobre la entrañable resistencia del mundo rural francés a los envites de la crisis del sector agrícola-ganadero, la cadena de distribución, la inflación y demás penurias de sus, faltaría más, buenas gentes trabajadoras.

Sin embargo, cualquier parecido con la realidad es aquí mero gusto por la caricatura, al fin y al cabo de trata de elevar la anécdota a categoría de comedia de buen rollo a propósito de la ocurrencia de un granjero acuciado por las deudas (Guy Marchand) de montar un cabaret en sus instalaciones después de un encuentro con una atractiva vedette de origen árabe (Sabrina Ouazani) siempre dispuesta en enseñar el ombligo y los abdominales entre vacas y fardos de heno.

Servido el cuento sólo para los muy creyentes, el filme que dirige Jean-Pierre Améris (Tímidos anónimos, Una familia de alquiler) transcurre entre estampas de pintoresquismo rural, casting de lugareños singulares y pequeños contratiempos sin importancia que no evitan el camino trazado: que comience el show, que todos hagan su número y que los unos se entiendan con los otros en armonía, diversidad y tolerancia. Avisados quedan.