Pues sí, todavía se hacen películas de historias cruzadas y sufrimientos compartidos como hace dos décadas, sólo que ahora se pone el foco en la perspectiva femenina y la sororidad planetaria, cómo no. En La trenza, Laetitia Colombani (Sólo te tengo a ti) adapta su novela homónima para unir en alianza planetaria a una mujer india de la casta intocable que decide escapar de su aciago destino para darle una vida mejor a su hija, a una joven italiana que se hace cargo de la pequeña empresa familiar de pelucas de pelo natural al tiempo en que lucha contra la tradición y se enamora de un adonis sij, y a una exitosa abogada canadiense, madre separada de tres hijos, que ha de hacer frente a un cáncer de mama en plena vorágine laboral.

Tres historias de mujeres de distinto signo, clase y condición aunque siempre resilientes que corren en paralelo a distintas velocidades e intensidades, aunque nunca con el suficiente interés o sentido del montaje para que echemos de menos lo que le pasa a las otras mientras vemos una de ellas. La fórmula cruzada se resiente así de su propio artificio en busca de una catarsis liberadora que explique qué tienen en común, más allá de lo obvio, estos tres perfiles y argumentos ejemplares. El problema es que todo lo que hay aquí es obvio, servido en la forma y el tono melodramáticos del telefilme de sobremesa con mensaje y musiquita de piano para clubes de lectura y cineforums poco exigentes.