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Salir al cine

Claudio Biern Boyd, imprescindible

  • Al año de su muerte, ‘Imprescindibles’ rinde homenaje al creador de algunas de las series de animación infantiles más populares de la historia de nuestra televisión. Ya en Netflix, 'No me llames Ternera'. 

Posiblemente sin saberlo, los cincuentones de mi generación le debíamos una parte importante de nuestra infancia a un señor mallorquín llamado Claudio Biern Boyd (1940-2022). Su astucia y su visión empresarial estaban detrás de aquellas series de animación que devoramos por la televisión, algunas de ellas importadas desde Japón como Mazinger Z  y Banner y Flappy, otras ideadas por él mismo aunque igualmente fabricadas en los talleres nipones como Ruy, el pequeño Cid, D’Artacan y los tres mosqueperros, La vuelta al mundo de Willy Fog o David el Gnomo, cuyas sintonías y canciones de cabecera, muchas de ellas compuestas por los hermanos italianos Guido y Maurizio de Angelis, aún hoy siguen activando y masajeando la memoria cada vez que suenan. Todas ellas protagonistas de una década prodigiosa, que coincide con los años de la Transición y aquellos 80 de una única televisión pública con dos canales, donde los dibujos animados eran capaces de trasladar las aventuras del mismísimo Cid Campeador, siguiendo la estela del tebeo patrio, o de rebuscar en el fértil baúl de la literatura clásica infantil y juvenil, de Julio Verne a Emilio Salgari pasando por Alejandro Dumas, como fuente a un tiempo culta y popular para adaptaciones de sus personajes y aventuras con valores para el tierno público televisivo de aquellos días.

Fallecido hace poco más de un año, Biern Boyd, un tipo al que en este documental se califica como emprendedor, visionario, trabajador y honrado, no es poca cosa, vio camino donde nadie o pocos lo habían visto en aquellos días en los que la televisión en color aún era un lujo, comprando derechos y licencias para España y Europa de series de anime japonés, adelantándose o formando el gusto por una estética que terminaría siendo de culto e incluso mayoritaria, y entendiendo que en esos acuerdos y en el merchandising correspondiente (libros, muñecos, coleccionables...) se asentaba un negocio que terminaría siendo millonario para las arcas de su empresa BRB Internacional, fundada en 1972.

De todo ello da cuenta este ortodoxo Imprescindibles con algún innecesario relleno sobre otras facetas de la vida del productor que tiene en las declaraciones del propio Biern a lo largo de los años, también en las de sus hijos, herederos y continuadores o en la de colaboradores, amigos y expertos en su trayectoria, el principal material de una historia singularísima que aún merece ser estudiada a fondo por los historiadores de nuestro audiovisual. Por otro lado, los fragmentos de sus series, largos (D’Artacan, 2021) y proyectos televisivos (Los sabios, La hora animada), denotan también que aún queda mucho trabajo por hacer en lo que respecta a la preservación y restauración de su legado, que luce aquí en copias que, a excepción de sus últimos proyectos (El hombre invisible, Bernard), donde se adentró ya en la animación digital 3D y los videojuegos sin demasiado éxito, dejan mucho que desear sobre su estado de conservación.

No me llames Ternera | Netflix

Disipado el ruido previo a su estreno en el festival de San Sebastián el pasado septiembre, el documental-entrevista de Jordi Évole y el terrorista José A. Urrutikoetxea, alias ‘Josu Ternera’, llega a Netflix para despejar bulos de blanqueamiento o límites éticos del periodismo y constatar que, en todo caso, estamos ante un vulgar asesino de escaso interés mediático y sobrada indigencia moral e intelectual.

Sentado al otro lado de una mesa en una casa de San Juan de Luz, el prófugo líder etarra carraspea entre pregunta y respuesta tal vez como gesto reflejo de una incomodidad que aspira a convertir en vano en agresividad a la defensiva. Al otro lado, y como de costumbre, Évole lleva los deberes hechos (fechas y datos precisos), pero tampoco aprieta demasiado para no arrinconar al contrincante, desaprovechando de paso, craso error de montaje, todos esos silencios que, como bien saben los maestros de la entrevista filmada, de Martín Patino a Morris, son claves para soltar la lengua o revelar al verdadero individuo tras el personaje.

Por lo demás, el cansino toma y daca, que repasa la historia de ETA y las opiniones de Ternera sobre cada etapa, viene ilustrado con archivo documental que sirve de preludio y contexto para la pregunta de turno. Y por delante y en el epílogo, la entrevista a Francisco Ruiz, ex-policía municipal y víctima del atentado contra el alcalde de Galdácano en 1976 del que el propio Ternera, en la única revelación del documental, se auto inculpa sin mayor trascendencia. Ya saben, la banalidad del mal. 

Entre medias, el terrorista ni siquiera es capaz de armar y colar su versión del relato independentista y la lucha armada con solidez política, y no precisamente por la presión de Évole, que insiste en salir demasiado en el contraplano cuando todo el interés está siempre en ver y escuchar incluso hasta los silencios del ternero.