Laurel y rosas

José del Retortillo y García, un patricio gaditano en Chiclana

Hay plazas y lugares de la ciudad que se confunden en los tiempos. Pienso en lo que denominamos “El Retortillo”, a partir de esa Plaza del Retortillo que hasta el fin del siglo XIX –hasta que en 1887 se construye el cementerio de San Juan Bautista– fue límite urbano. Como si ese Retortillo fuera un retortero, un cerco, sobre el que damos vueltas sin sosiego. No es así, obviamente. El nombre –y ya erróneamente– aparece, como señalan Manolo Meléndez y Francisco Javier Yeste, en el padrón de 1797 como “plazuela del Retortillo” y tiene que ver con un apellido: el del riquísimo comerciante, José de Retortillo y García. Ya en 1875 crece a “plaza”, no en vano en ella se construyeron diversas residencias acaudaladas, como la denominada “Casa de las Palomas” o la ya inexistente en la que residió “accidentalmente” el obispo Rancés a finales del siglo XIX.

Más que de la “plaza de Retortillo” –que así debiera nombrarse– me interesa ese José de Retortillo y García, hijodalgo y conde de Torres, título nobiliario por el que conocemos su palacete, construido en último tercio del siglo XVIII y cuyo jardín se prolongaba hasta donde hoy nace la carretera de La Barrosa. Retortillo era más que uno de los muchos ricos comerciantes que se afincaron en aquella Chiclana que era, como escribió Antonio Ponz, “desahogo y quitapesares de los vecinos ricos de Cádiz”. Retortillo era uno de los diez mayores inversores en riesgos marítimos de aquel “emporio”. Es decir, una de las fortunas que financiaba en Cádiz la carrera de Indias, en lo que sería un precedente del negocio bancario. Según Manuel Bustos, estuvo a cargo de la compañía aseguradora “Jesús, María y José”.

Retortillo llegó a Cádiz procedente de Berlanga de Duero (Soria), su ciudad natal, a mediados del siglo XIX –ya en 1757 aparece inscrito en el Consulado de Cádiz–, aunque no sabemos cuando adquiere la finca de Chiclana y manda construir su palacete neoclásico. Debió ser, al menos, dos décadas después. En aquel 1757 tenía solo 22 años. Había nacido el 18 de febrero de 1735, en una familia de hidalgos, afincada en Berlanga, pero procedente siglos atrás de la cercana población de Retortillo de Soria, y que con los años trasmutó su apellido familiar, Torres, por su villa de procedencia, Retortillo. Por eso, en 1798 –y no en 1738, cuando solo tendría tres años de edad, como se repite una y otra vez– recibió el ansiado título por sus méritos en la carrera de Indias fue reconocido como Conde de Torres, tal y como solicitó a Carlos IV.

“José Retortillo, después de varios viajes a Indias, se estableció en Cádiz donde casó y adelantó tanto su caudal que al principio de la guerra con la república francesa compró dos capitanías para dos de sus hijos y adquirió título de Castilla en 1798 con la denominación de conde de las Torres”, escribe el deán Juan Manuel Bedoya en sus “Memorias históricas de Berlanga” (1840). Efectivamente, dos de sus hijos, Antonio y José Tomas, con treinta y veinte años, obtienen en 1793 licencia para hacer la ruta con Caracas y Veracruz, a bordo de una fragata llamada “Jesús Nazareno”, propiedad de Mariano de la Sota. Casualidad o no, la calle Jesús Nazareno que hoy parte de la plaza del Retortillo se llamaba entonces “Calle de las Huertas”, pero la iglesia –y el convento de las Agustinas Recoletas– ya estaba ahí tan cercana como ahora.

El investigador Miguel Díaz-Reixa añade que fue diputado del común (1768) y regidor electo (1773) de la ciudad de Cádiz. “Es decir, era un patricio gaditano y no un oscuro comerciante”, describe. Antonio García-Baquero lo incluye entre los consignarios dedicados al comercio de Indias con varias embarcaciones. “Todas ellas eran de poco tonelaje, ya que ninguna sobrepasa las 188 toneladas”, afirma. Lidia Anes ha revelado, además, que “en el expediente de solicitud de título nobiliario se menciona una fragata, llamada Nuestra Señora de la Piedad y Santa Ana”. Otra vez, en este caso Santa Ana, como vínculo –aunque esto no es más que una suposición– con la villa de Chiclana. Entre los numerosos bienes con los que hizo negocio como agente comercial, estaban las obras de arte, como los mármoles y pilas bautismales del escultor Salvador Alcaraz y Valdés, que llevó a Canarias como precursores del neoclacisismo.

José del Retortillo falleció en Cádiz en 1803, dejando una “ingente fortuna” gracias al tráfico comercial con La Guaira (Venezuela), La Habana (Cuba) y Veracruz (México). Entre otras muchas propiedades, adquirió nueve inmuebles, la mayoría es de suponer en la ciudad de Cádiz. De su matrimonio con la gaditana Gertrudis Yung y Pollein, tuvo ocho hijos: Inés, Antonio, María Encarnación, Manuel, José Tomás, Baltasar, María Gertrudis y José María. Tres hijos de este último –quien se casó con Agustina Antonia Imbrechts– compartieron, además de una bodega de exportación de vinos domiciliada en Cádiz –bautizada como Retortillo Hermanos–, la pasión nobiliaria de la familia y los ricos comerciantes gaditanos.

El primero, Francisco de Paula Retortillo Imbrechts, fue caballero de Alcántara y gran cruz de Isabel la Católica. El segundo, José María Retortillo Imbrechts, no solo heredó el título de conde de Torres, sino que además solicitó –y le fue concedido– el de vizconde de Retortillo. El tercero, José Luis Retortillo Imbrechts, diputado de Cortes y senador, se casó con Teresa de León Cataumber, y fue ella quien obtuvo el marquesado de Retortillo. Aun así, la familia no se conformó. Un hijo de los marqueses de Retortillo –que fueron los últimos Retortillo propietarios del palacete chiclanero– fue Agustín Retortillo y de León, primer marqués de Vega del Retortillo, título concedido en 1917.

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