Laurel y rosas

Las “sombras de la historia” y el 5 de marzo de 1811

Cuando hablamos de la Batalla de La Barrosa, la que en el 5 de marzo de 1811 tuvo como escenario torre Bermeja, la playa, los pinares y, sobre todo, la loma de la Cabeza del Puerco, todavía hay quien sostiene que no merece la pena recordar esa contienda porque fue insignificante, y que todo intento de reivindicarla es “reinventar la historia”. El argumento lo he escuchado –y leído– con cierta reiteración en los últimos años, pero no: somos más justo con nuestra historia, con nuestros antepasados, con nuestro destino como ciudad, si la recordamos, si la difundimos, si la enseñamos. Porque hablar de la batalla de La Barrosa significa muchas cosas. Es honrar a los más de tres mil muertos, heridos, desaparecidos en un enfrentamiento que los propios testigos calificaron de “especialmente encarnizado y mortífero”, pero también reivindicar la playa de La Barrosa y la ciudad de Chiclana como símbolos de paz. Es recordar que franceses, británicos, alemanes, portugueses, españoles se batieron a sangre y fuego, pero también exponer que esa misma playa, esta misma ciudad, acoge hoy a todas esas nacionalidades y es un ejemplo de convivencia.

No fue una batalla insignificante, ni muchos menos. Todos ganaron y todos perdieron, sin duda. Los aliados, es cierto, que no pudieron romper el cerco a Cádiz, que exigía tomar Chiclana y Puerto Real. Pero la polémica que rodeó a aquel combate por las desavenencias entre los generales Lapeña y Graham, con su debate en las Cortes de Cádiz y en la propia prensa, ha quedado superada por el loor de la épica británica, que la tiene por mito por ser el escenario donde arrebataron a las tropas de Napoleón el primer Águila, el estandarte imperial del 8º de Línea, en la “Guerra de España”, nuestra Guerra de Independencia. El profesor Fernando Durán sostiene que, no obstante, supuso una quiebra, un punto de inflexión, en el devenir de la Guerra y el inicio del repliegue francés. Los historiadores británicos John Grehan y Martin Mace la definen, de hecho, como la “batalla olvidada” de aquella “Guerra de España”, a la que sigue sin reconocérsele todo lo que supuso. Porque Barrosa, en la historia británica, es sinónimo de honor y heroicidad.

Pero aún si admitiéramos que la batalla del 5 de marzo, que el próximo viernes cumple su 210º aniversario, fue insignificante —que nunca lo será, reitero, porque los muertos en una guerra nunca son insignificantes–, la misma batalla nos sirve para exponer un capítulo ominoso de nuestra historia que aún no hemos difundido con toda la amplitud debida, ni quizás con toda la reiteración que se merece, y que desde luego no fue insignificante. Y me refiero a la ocupación de la entonces villa de Chiclana por las tropas napoleónicas entre el 7 de febrero de 1810 y el 25 de agosto de 1812. Entre todas “las sombras de la Historia”, la más injusta, la más trágica y la más olvidada, es la que atañe sin duda al sufrimiento, al padecimiento, del propio pueblo de Chiclana, invadido, sometido, arruinado, por el ejército imperial, como ha escrito Jaime Aragón Gómez afortunada y gráficamente: “De lo que menos se habla es de los pueblos limítrofes, desde donde los napoleónicos ejercían el sitio a Cádiz, es decir Chiclana, Puerto Real, Puerto de Santa María y Rota. ¿En qué situación quedaron sus habitantes y estos municipios?”.

He dicho “las sombras de la Historia”, sí, ese es el concepto que define hoy la propia batalla, la ocupación y por tanto el proyecto de “Ruta de los lugares napoleónicos vinculados a la Guerra de la Independencia, la Constitución de 1812 y la Batalla de 5 de marzo de 1811”, en el que he tenido la oportunidad de participar. “Las sombras de la Historia”, a partir de su significado plenamente simbólico —“sombra”, en este sentido, como lo oculto, lo escondido, lo borrado por el tiempo—, para tratar de hacer emerger, de mostrar, de enseñar aquello que la poca memoria de los hombres —y los pueblos— no recuerda, o no lo hace al menos en su justa medida. El concepto de “Las sombras de la Historia” pretende restituir ese olvido, concretamente, haciéndose eco de la “sombra” de sus protagonistas, manifestándola si puede decirse así, a través de dos itinerarios. Uno, primero, en torno a la ocupación de la villa de Chiclana. Otro, en consecuencia, sobre la Batalla de 5 de marzo de 1811, que transcurrirá en La Barrosa, y que tiene un epílogo en el Parque de la Loma del Puerco o, mejor dicho, en el Parque de la Batalla, que será como pasará a llamarse una vez que el Ayuntamiento ha iniciado los trámites para el cambio de denominación a propuesta de la Asociación Pro Fundación Batalla de La Barrosa.

La presentación de esta Ruta es solo una de las cinco actividades programadas esta próxima semana por el Ayuntamiento y por la propia Asociación Pro Fundación Batalla de La Barrosa para seguir honrando la memoria de la batalla de 5 de marzo de 1811, o de Chiclana, para seguir descubriéndola, como con el mural itinerante de diez metros que se pondrá a disposición de los centros educativos. Sí, “descubrirla” porque aún tenemos mucho que saber de aquella batalla, de aquella ocupación, de aquella guerra desde la paz y la convivencia de hoy. No es necesario “reinventarse la historia”, sino darle el contexto y el valor que ella misma demanda y que tiene.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios