¡Niño, deja ya de joder con la pelota....!
Contaminación acústica Quejas por el ruido
Un vecino de una urbanización denuncia el "suplicio" que sufre a causa del ruido que originan chavales que juegan al futbito y baloncesto en una pista deportiva que se encuentra a escasos metros de su casa
"Por las noches sueño con el golpeo de las puñeteras pelotas", cuenta amargamente Marcelino Vidal, un vecino de 63 años de una urbanización de Chiclana cuya vivienda se encuentra a escaso metro y medio de una pista polideportiva. Rodeado de papeles y con un portátil recopila toda la información posible para hallar una salida a su "calvario" desde que adquirió una unifamiliar en Real de la Barrosa, cerca de Los Gallos.
En 1999 compró esta finca con el fin de "vivir tranquilo" con su mujer y sus dos hijos. En las escrituras consta que su vivienda linda con una pista de tenis, "incluso me gustó la idea porque en principio no es un deporte muy ruidoso". Pero con el paso del tiempo, estas instalaciones deportivas se han convertido en su tortura, porque además del tenis se practica futbito y baloncesto, tanto niños como adultos, en un espacio rodeado de muros de bloques de cemento y mallas metálicas. "¿Escucha usted los balonazos contra la pared?", interrumpe Marcelino en mitad de la entrevista mientras unos niños juegan al fútbol a poca distancia de su casa.
Fue en 2003 cuando la comunidad de vecinos montó esos muros que, en opinión del afectado, provoca una insoportable reverberación que traspasa los muros de su vivienda. Desde entonces suma seis denuncias para que alguna administración tome cartas en el asunto, puesto que la comunidad de vecinos "no quiere saber nada". Cuatro de esas quejas han llegado al Ayuntamiento de Chiclana, otra al Defensor del Pueblo Andaluz y una sexta a la Consejería de Medio Ambiente en Cádiz.
Con documentos en mano, demuestra que este último organismo insta al Consistorio a que ponga medios para evitar las molestias, ya que la administración local es la responsable de zanjar estos conflictos. Pero hasta ahora nada. "Impotencia", "aburrido" o "cabreado" son algunos de los calificativos que utiliza para exponer lo que considera un auténtico suplicio. Además, no deja de sacar más papeles para explicar su sufrimiento. Entre ellos dos informes de la Policía Local de Chiclana en los que se certifica que se supera con creces los decibelios permitidos. "Alguien tiene que hacer algo, porque los pelotazos y los gritos de los chavales son constantes. Esto no tiene nombre", lamenta. Marcelino incluso quiso demostrarse a sí mismo que no estaba obsesionado por esos molestos ruidos y que no era un pejiguera. Así que se compró un aparato medidor que le mostró que tenía razón, había más ruido del permitido. Pero no se quedó ahí y contrató a una empresa especializada de Jerez para que efectuara un estudio. Resultado: 79,1 decibelios, cuando la ley dice que de 8:00 a 22:00 horas el máximo de contaminación acústica no debe superar los 35. "Mi mujer y yo nos medicamos a causa de nuestras enfermedades y este clima, desde luego, no contribuye a que sanemos, sino más bien todo lo contrario". Pero otro aspecto desagradable de este conflicto radica en los enfrentamientos con los vecinos a cuenta de la dichosa pista deportiva y sobre todo con la comunidad de vecinos. Pero para Marcelino las cosas están claras. O se suspende la actividad deportiva o un técnico tendrá que determinar de qué manera se insonorizan las instalaciones.
Por supuesto, esta última opción acarrea que la propia urbanización, compuesta por 213 casas, tenga que costear los gastos. Ya en 2006 se hizo un cálculo y el precio rondaba los 30.000 euros más IVA, "pero la comunidad se echó atrás", apunta Marcelino. "No me rindo", añade pese a que ha agotado todas las vías administrativas y ahora confía en que un concejal de Chiclana, Joaquín Páez, atienda su demanda tras exponerle su situación.
No obstante, si este último cartucho falla "ya tengo preparado la maleta repleta de documentación para acudir a un abogado con el fin de recurrir a la vía judicial". Sonríe cuando se le recuerda la canción de Serrat: "Niño deja ya de joder con la pelota....", pero, de inmediato, cambia su semblante cuando escucha otro pelotazo contra el muro.
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