Cádiz-arroyo

El Cádiz, humillado en casa por el Arroyo (2-5)

  • Los jugadores del Cádiz pisotean el escudo del club con un vergonzoso 'espectáculo' que acaba con una 'manita' más que merecida de un conjunto extremeño que baila a los amarillos

Ridículo, bochornoso, vergonzoso, mamarracho... Ni un millón de calificativos de este calibre resultan suficientes para definir el espantoso espectáculo que ofreció ayer el Cádiz, un juguete roto en las manos de un Arroyo que arrolló a un ¿equipo? amarillo con una fuerte corriente de juego y eficacia con la que se llevó una victoria más que merecida, la segunda en Carranza en poco más de mes y medio.

 

Los jugadores, desde el primero hasta el último, mancharon, pisotearon, maltrataron el escudo de un club histórico como el Cádiz que ayer se arrastró hasta límites inimaginables. Pocas veces, por no decir nunca, habrá caído tan bajo un equipo sin ganas, sin espíritu individual ni colectivo, sin acierto, sin nada, porque nada es la palabra que resume lo que hicieron los futbolistas durante largo 90 minutos insoportables.

 

Cualquier equipo infantil de barrio hubiera pasado ayer por encima de un equipo algunos de cuyos integrantes parecen sentirse más cómodos en horarios nocturnos fuere del campo. Ellos, los responsables de la humillación, deberían devolver al abonado, al aficionado que ayer desafió a la ingente lluvia, el dinero gastado en tan lamentable despropósito.

 

El Arroyo bailó a la banda que ayer se le puso enfrente. El equipo cacereño, con su presión en tres cuartos, se bastó para humillar a Alberto Monteagudo y los suyos.

Pronto se le puso al Cádiz el partido cuesta arriba en un claro presagio de lo que estaba por llegar. Iban Espadas, que ya marcó un golazo en el duelo copero, adelantaba al Arroyo en el minuto 5 al aprovechar un doble error defensivo de Moke y Albentosa. El francés, ayer en el lateral izquierdo hasta la expulsión de Fall, pareció un alumno de Infantil ante la velocidad de Chirri, que puso el balón en boca de gol para que el delantero excadista empujara al interior de la portería ayudado por la ineficacia del defensa valenciano.

 

El equipo extremeño demostró desde el principio las razones de su privilegiada posición en la clasificación. Neutralizaba la salida del balón de un Cádiz que deambulaba por un tapete en mejor estado que hace un par de semanas hasta que la lluvia arreció entrada la segunda parte. Mientras los amarillos no daban una a derechas -casi ni lo intentaban-, los arroyanos ganaban todas las acciones en la pugna por el balón y no tenían reparos en acercarse a la portería local. La valentía de los visitantes contrastaba con la mezcla de miedo e indolencia de los anfitriones. Mediado el primer acto, Aulestia se ganaba el jornal con un paradón a un disparo colocado de Carlitos, un estilete por la izquierda que una y otra vez dejó en pañales a Aitor Núñez.

 

Los amarillos no daban señales de vida salvo en una jugada aislada a balón parado de la que exprimían todo el jugo para lograr el empate sin merecerlo. El primer lanzamiento entre los palos del Cádiz, obra de Adrián Gallardo, acababa en córner tras el desvió de Saavedra. Tras el saque de esquina, Fall cazaba el balón caído del cielo para empalar con la bota derecha desde el punto de penalti. El esférico besaba la red de la meta extremeña y el equilibrio llegaba al marcador en el minuto 34 pese a los nulos méritos acumulados por los locales.

 

Pero la Justicia se aliaba con el fútbol dos minutos más tarde, aunque de nuevo fuera como consecuencia de otro error de bulto de la zaga amarilla. Esta vez fue Aitor Núñez el que se quedaba cazando moscas mientras Carlitos se llevaba la pelota para adentrarse en el área y batir a Aulestia por bajo.

 

De nada le servía marcar al Cádiz si después la defensa es un auténtico coladero, con agujeros por todos lados. Y por si fuera poco en una tarde gris tanto en el cielo como en el césped, Fall se borraba del mapa con una agresión absurda a Abel Buades que le costó la expulsión siete minutos antes del intermedio.

 

El panorama se tornaba turbio para los hombres de Monteagudo con el marcador en contra y en inferioridad numérica. El Cádiz estaba obligado a salir a tumba abierta en la segunda parte y el técnico dejaba una defensa de tres con Albentosa, Garrido y Aitor Núñez, con Moke en la media. 

 

De poco servía el cambio táctico porque a los cinco minutos de la reanudación llegaba el tercer tanto del Arroyo fruto del enésimo despiste defensivo. Iban Espadas, completamente solo en el segundo palo, cabeceaba al larguero tras el lanzamiento de una falta y Edu Espada, en la línea de gol, marcaba a placer con la testa.

 

El 1-3 no hacía sino sacar brillo al ridículo de un Cádiz a la deriva, sin alma, resignado a su suerte sin el más mínimo atisbo de reacción. Todo lo contrario. Fue el Arroyo el que seguía poniendo más toda lar carne en el asador con un hambre insaciable que contrastaba con el encefalograma plano de los amarillos. Las nubes descargaban agua a mansalva y al Cádiz le caía un chaparrón de goles. Chirri firmaba -en el 73- el cuarto de su equipo con un disparo que se tragaba Aulestia, que también contribuía a su manera al festival del Arroyo.

 

Con todo el pescado vendido, n otra acción aislada a balón parado, Moke recortaba diferencias (minuto 80) antes de que Toni completara la manita y la humillación justo en la jugada posterior.

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