Coronavirus en Cádiz

¿Un verano sin chiringuitos?

  • La playa es el escaparate de Cádiz y en estos días es un lugar sin vida. El salvaje golpe que está recibiendo por la pandemia del coronavirus amenaza con dejar muy herida a la economía y a los empleos que genera, que son, entre restaurantes y chiringuitos, cerca de dos mil. De los siete chiringuitos que hay en Cádiz, cuatro ya tienen claro que, a no ser que las circunstancias cambien mucho y se le reduzca la presión fiscal por el Ayuntamiento, no podrán abrir. Cuentan con que julio está prácticamente perdido y no pueden sostener los gastos con las ganancias, si es que existen y de qué modo, de agosto. Pero lo peor es que no creen que se puedan recuperar para próximas temporadas.

Uno de los chiringuitos de la Playa Victoria con el aspecto abandonado de estos días de alarma

Uno de los chiringuitos de la Playa Victoria con el aspecto abandonado de estos días de alarma / Lourdes de Vicente

Los ingleses llaman a los bodegones still life. Vida quieta. Estoy caminando por un bodegón. Nosotros también hablamos de naturaleza muerta. También camino por ese sitio. Una naturaleza muerta que hasta hace unas semanas cotizaba el metro cuadrado comercial en venta a cerca de 2.000 euros. Esto es el paseo marítimo de Cádiz, la playa urbana más larga de Europa y su paseo es su lujoso pasillo, el lugar por el que cuando llega el buen tiempo vas esquivando humanidad. Terrazas repletas, caminantes por el placer de caminar, partidos de voley playa, chavales dando volteretas sobre un trampolín de goma, tumbonas para camaleones, cada cien metros un elegante chiringuito y no hay forma de conseguir mesa. No hay nada de esto, claro. Y es posible que no haya nada de esto en mucho tiempo.

Aquí, hace unos meses, estábamos en pleno debate sobre que para qué el carril bici, que qué pasa con los aparcamientos, que ya veremos la peatonalización. La peatonalización desde el hotel Playa hasta Cortadura resultó una delicia en los fines de semana soleados. Era la parte con más vida de la ciudad. Esos sábados de sol eran el reflejo de una ciudad idílica, aparentemente feliz. “Vivís en un paraíso”, te decía el forastero. Ahora se ve por aquí a un forastero y lo apedrean. Qué cosas.

Sólo en el tramo entre el chiringuito Bebo, el antiguo y mítico Tracaplaya, y el hotel Playa Victoria, hay una docena de establecimientos. Todos de hostelería. Un cálculo rápido, multiplicas, y te salen doscientos trabajadores que ya no tienen trabajo. Pero si cuentas hasta Cortadura, por un lado, y hasta el antiguo cementerio, por el otro, te salen otros cuarenta negocios, y ya son otros 500 trabajadores de temporada alta con sus correspondientes familias. En sólo dos kilómetros el monstruo invisible se ha cargado 700 empleos. En este Paseo sólo existe hostelería. Hay un Carrefour Express al principio de Cortadura y una farmacia junto al cementerio. Por lo que el Paseo es la mayor naturaleza muerta de Cádiz, todo está cerrado, salvo la trasera de un Telepizza que tiene algo de movimiento, no mucho, tampoco hay demasiadas peticiones de comidas a domicilio. Ni eso. El miedo es el mayor destructor de la economía. Y va a seguir habiendo miedo.

El miedo es lo que puede acabar con la playa por un tiempo indeterminado. Hablamos de salud, pero también hablamos de números. Miguel Ángel Sánchez creó el Grupo Potito, una de las empresas hosteleras de mayor musculatura de Cádiz. Son dos chiringuitos Potito más un tercero, de mayor lujo, el Tuna Beach. Me dice que es casi seguro que el Tuna Beach no abrirá este verano, ya veremos los otros dos.

Con la nueva norma que abre la mano a trabajos no esenciales, ha podido meter a su equipo de mantenimiento en los chiringuitos para ir preparando algo, no sabe para cuándo, pero el material de chiringuito está expuesto al viento, la lluvia y el deterioro. “En realidad, doy por perdido julio y lo que pueda dar agosto, pero no sé ni de qué manera ni con qué normas se podrá abrir. No lo podré contabilizar como un agosto normal, eso seguro”.

Miguel Sánchez hace números. Quien tenga que montar tendrá un coste de 60.000 euros, los dos impuestos municipales, el de ocupación y el de actividad son 108.000 euros, a Costas hay que pagarle 15.000, el ISO 40001, lo que te hace tener bandera azul, son otros diez mil, los accesos a la playa y los módulos son otros 10.000… contando con que para un chiringuito normal julio y agosto son el 80% y la Semana Santa un 10%, ya se sabe de momento lo que va perdido. En el caso de los chiringuitos de Miguel Sánchez hablamos de 44 trabajadores, 33 de ellos fijos y a 40 horas semanales, más el pago que ya se ha hecho a fondo perdido a proveedores, 95.000 euros. “Pienso que si abrimos en julio, a finales, venderemos algo, quizá algo en agosto, pero luego de otoño a enero yo pienso en mantener la plantilla, pero cómo lo hago, cómo pago 320.000 euros al mes con ventas mermadas”.

Vendrán visitantes españoles. Desde luego ningún extranjero. ¿Pero cuánto podrá gastar el turista nacional?"

Los chiringuitos de Cádiz están a la espera de lo que diga el Ayuntamiento, “pero no podemos esperar mucho más, una temporada de playa no se monta en una semana. Si se aplazan los pagos, no abriremos porque sencillamente será encontrarte con una deuda inasumible después de todo esto. La única solución es que se nos dé oxígeno, es decir, eliminar tasas y que podamos respirar. Es el Ayuntamiento el que decide, pero tiene que decidir pronto, está en su mano. De lo contrario, no podremos abrir ni esta temporada, ni la que viene y a saber cuándo”.El mazazo para las playas de España es brutal, mucho más brutal, por ejemplo, que para las italianas. Porque la costa española mueve el 6% del PIB español, que se dice pronto, y la costa italiana ‘sólo’ el 3%. Sánchez dice que “aquí sólo vendrá turismo nacional esta temporada, pero con el golpe económico que esto va a suponer, cuánto van a poder gastar los visitantes españoles, que ya sabemos que serán menos. Los chiringuitos somos más caros que los restaurantes. ¿Quién se va a poder gastar tres euros en una cerveza junto al mar? “.

En Chiclana y El Puerto los ayuntamientos ya han empezado a trabajar sobre la posibilidad de no contar con las tasas de los chiringuitos, que son un ingreso importante. Para el alcalde de Chiclana, José María Román, ese ingreso es importante, pero teme que se pierda el ingreso para otras temporadas. Germán Beardo, en El Puerto, está trabajando sobre la misma idea. “Cádiz, la capital, aún no se sabe cómo respira”, se lamentan los empresarios de chiringuitos.

Sánchez trabaja en todos los escenarios posibles. Estudia cómo están trabajando en China , se empapa de todas las posibilidades de protección después del covid, si es que hay un después. “Si para todos los negocios esto es un desastre, para los empresarios de playa esto es, sencillamente, catastrófico. Estoy dedicando este tiempo a estudiar. Busco fórmulas para dinamizar la playa. Porque habíamos hecho lo más difícil, colocar la playa de Cádiz en lo más alto de calidad. Y ahora vamos a tener que reconstruir esto prácticamente de la nada. Va a ser casi como empezar de nuevo”. Sufrieron el Emma hace dos años, el temporal más salvaje registrado en la costa gaditana en décadas. Y esto son cien Emmas.

Al otro lado del paseo se encuentran los establecimientos fijos. Mikel Elorza, alma vasca de La Marea, cervecería y marisquería, el restaurante con más solera del paseo Marítimo, que cumplió treinta años hace dos veranos. Hace sólo unos meses que terminó la reforma del establecimiento. Aprovechó ese tiempo para que su plantilla se formara en Barcelona y el País Vasco. Manteniendo la esencia, quería un establecimiento más moderno y más dinámico. Siempre ha estado orgulloso de ir un paso por delante, de ser observador y coger lo mejor de cada sitio. Tiene la Q de calidad en su chiringuito, que va a cumplir otros veinte años. Durante años su preocupación principal era que no lloviera en Semana Santa o que no fuera un verano de mucho levante. Esos eran sus condicionantes. El resto lo ponía él. Y siempre era optimista. “Cádiz está cada día más bonita, tiene mucho que vender”.

Le llamo por teléfono cuando paso por delante de La Marea, cerrada a cal y canto. Su voz es puro desconcierto. A sus dieciocho trabajadores, algunos con veinte años en la empresa, los tuvo que mandar a casa con un ERTE. Qué iba a hacer. Espera recuperarlos pronto. ¿Cuándo? “Es que unos días dicen una cosa, otros días dicen otra. Hablan de que abriremos quizá en verano, tampoco se sabe en qué momento del verano, pero habrá que mantener las distancias, reducir el aforo. Con la mitad del aforo no sé si salen las cuentas porque, en realidad, no sabemos nada. Ni sabemos cómo reaccionará el publico, el cliente va a ser precavido. Sinceramente, no puedo hablar de ningún plan. Si a mediados de mayo se levanta la alarma, nosotros no seremos los primeros. Ponte que se abre en junio, pero qué hace un hotel un 1 de junio sin una sola reserva. Esto se va a poner a andar muy lentamente”.

Hay una visión inquietante cuando se desciende la rampa del hotel Playa.Es el cartel anunciador de la ginebra Beefeater donde se lee “Keep calm”, emulando los carteles británicos de la época de Churchill en la segunda guerra mundial, cuando eran bombardeados día sí ydía también por la Luftwaffe. Elevas la vista y ves la residencia de Tiempol Libre en toda su ruina con los cristales reventados por el abandono y los techos despanzurrados. Alguien lo había comprado para convertirlo en un hotel resucitado. Como los viejos debates de hace un mes. Lo cierto es que miro esa mole en ruinas oxidada y se me escapa un susurro. “Joder, esto parece Chernobyl”.

A unos cien metros veo al hombre que hace esculturas en la arena de cristos y cocodrilos. También perderá la temporada. Tiene una silla de playa en los toldos del Arte Serrano, ese bar popular de comidas repleto de familias en su terraza cada fin de semana. No sé si el escultor vive ahora ahí, en su silla de playa, a unos metros de la playa. Allí le vi modelar una vez las fauces de un tiburón muy realista. Daba miedo.

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