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Tribunales

El preso que se cortó el cuello fue condenado en Cádiz por pederastia

  • La Audiencia Provincial le impuso al recluso la pena de 42 años de cárcel por abusos y agresiones sexuales a su sobrina menor de edad

Torre de control y patio central del penal de La Ribera, en Huelva.

Torre de control y patio central del penal de La Ribera, en Huelva. / Alberto Domínguez

El recluso de la prisión de Huelva que, recién puesto en libertad, se cortó el cuello a las puertas del centro penitenciario porque no tenía adónde ir y quería regresar a la cárcel, fue condenado por la Audiencia Provincial de Cádiz a 42 años de prisión por pederastia.

En concreto, el tribunal de la Sección Quinta condenó a este pedófilo, vecino de Cádiz, por abusar de su sobrina menor de edad y agredirla sexualmente.

La sentencia condenatoria, de 13 de septiembre de 2000, imponía a este gaditano 42 años y tres meses, una pena elevada que, sin embargo, apreciaba un atenuante que la rebajaba: la de “torpeza mental”. Asimismo, la resolución judicial establecía como límite máximo de cumplimiento 20 años.

Así, en 2017, el juez otorgó al pederasta la libertad condicional. Durante las salidas, ingresó en una ONG en la que acabó apuñalando a un compañero (este juicio sigue pendiente de celebración), por lo que la libertad vigilada le fue denegada y retornó al penal de La Ribera, en Huelva, donde permaneció interno hasta el pasado 4 de mayo. Ese día, a las 11:00 de la mañana, abandonó la cárcel pese a negarse a ello. Se marchó en un taxi pero regresó a las 16:00 horas y pidió a los funcionarios que lo ingresaran de nuevo. Como estos se opusieron, optó por autolesionarse.

Repudiado por su familia

Este reo fue calificado por Raúl Barba, director de la prisión onubense, como un interno “con un perfil peculiar y repudiado por su familia”. “Realmente –manifestó Barba– “no tenía a nadie”, más allá de los recursos de la propia Administración”.

Pero el pederasta sí tenía a alguien. Antes de entrar en la cárcel, vivía en la casa de su hermano junto a la esposa de éste y la hija de ambos (la víctima), nacida en 1990.

Tal y como recoge la resolución judicial, en fecha no determinada pero antes de 1999, el pedófilo aprovechaba los momentos en los que su hermano y su mujer se ausentaban del domicilio familiar para abusar sexualmente de su sobrina. “En tres ocasiones agarró a la menor y, bien poniéndola de espaldas, bien sentándola encima de él tras bajarle las bragas a la altura de las nalgas, sacó su pene por la bragueta del pantalón y lo frotó contra los glúteos de su sobrina con ánimo libidinoso”.

Con idéntico ánimo y encontrándose de nuevo a solas con su sobrina, el pederasta le pidió, al menos tres veces, que le hiciera una felación; y como quiera que la niña se negó a ello, para conseguir sus lascivos propósitos, el tío la agarró por el cuello y la obligó a hacerlo.

Según estimó probado el tribunal de la Sección Quinta, el procesado presentaba “una torpeza mental en los límites, con un retraso mental ligero, lo que no modificaba de forma importante sus facultades intelectuales y volitivas, si bien, en cuanto a éstas últimas, presentaba una dificultad a la hora de controlar sus impulsos”.

La confesión

A la hora de condenar a este hombre, la Audiencia de Cádiz valoró la declaración de la víctima, quien, a pesar de su corta edad, ofreció una versión de los hechos “sustancialmente idéntica” a lo largo de todo el procedimiento judicial.

En cuanto a las pruebas, el tribunal contó con un testimonio de referencia “de gran importancia”:el de los padres. Estos manifestaron que al principio no creyeron a la niña y hablaron con el tío, “tal vez asustados al imaginar lo que podía estar ocurriendo”.

Pasado un tiempo, cuando la menor volvió a relatar los mismos episodios de índole sexual, los padres hablaron de nuevo con el acusado y con su madre, que también convivía en el domicilio familiar. A ella le encomendaron que no dejara sola a la pequeña con su tío.

Finalmente, una vez que los progenitores presentaron una denuncia ante el Cuerpo Nacional de Policía y el procesado fue detenido, el padre de la niña refirió que su hermano “le reconoció los hechos, o parte de los mismos”, en los calabozos de los Juzgados de Primera Instancia e Instrucción. Una confesión que el propio pederasta admitió “con ciertas matizaciones en cuanto a la frecuencia y la gravedad”.

También en el mismo acto del juicio oral, el pedófilo aceptó “sustancialmente” los hechos que se le imputaron, aunque negó el empleo de violencia e intimidación y la reiteración de su conducta.

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