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cile | la huella de fernando quiñones
  • Entre los autores gaditanos, García Argüez y David Monthiel han plasmado la forma de hablar de Cádiz en sus novelas, un gesto que piensan no supone ya un especial hándicap

  • No diga alcachofas, diga alcauciles

Cómo plasmar el "triple hablar" gaditano

Miguel Ángel García Argüez, en la calle Nueva. Miguel Ángel García Argüez, en la calle Nueva.

Miguel Ángel García Argüez, en la calle Nueva. / Miguel Gómez

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Bajo la huella de Quiñones, que fue el primero que insistió en que el habla de Cádiz tenía entidad literaria por sí misma, son varios los autores gaditanos que han plasmado el decir gaditano en sus obras de ficción. Y, en los dos casos que tratamos, no parece haber sido un hándicap: Aguaviento le valió hace unos años a Miguel Ángel García Argüez (El Chapa) el Premio de Novela Carolina Coronado;mientras que Nuestra Señora de la Esperanza, una de las entregas del detective Bechiarelli, creado por David Monthiel, le procuró el Premio Internacional L´H de Novela Negra. Un largo camino desde que la obcecación de Fernando Quiñones por introducir en sus títulos las charlas que escuchaba en la plaza de abastos fuera considerada algo así como una excentricidad.

Los dos autores subrayan, también, la maestría de Quiñones a la hora de poner la oreja en el papel: una habilidad que destacaba especialmente al pillar “el soniquete”. “La primera dificultad viene por la transcripción gráfica, la fonética: desde hace unos pocos años, el EPA (Êttandâ pal andalûh) está tratando de poner unas guías, pero hasta hace nada no había nada: ¿cómo transcribir la h aspirada, ciertas eles? –indica Miguel Ángel García Argüez–. Pero lo realmente difícil es la entonación, y eso Fernando Quiñones lo conseguía. Es verdad que siendo gaditano te es más fácil, pero también te digo que, cuando yo lo he intentado, no me ha salido, o eso me da la sensación. Creo que para hacerlo bien hay que ser un maestro de la palabra, y conocer los mecanismos de la lengua perfectamente”. El dominio de Quiñones al respecto era tal, añade, que incluso se notaba el deje gaditano en La canción del pirata, una novela de aventuras en código y lenguaje del Siglo de Oro.

Cuando uno se plantea escribir bajo este código, surgen varios temores. Uno, que es una fórmula –opina David Monthiel– que , en su literalidad, “puede gastarse muy pronto: de ahí que Quiñones siempre recurriera a la grabación, la cara, el monólogo interior...”

Otra, su validez más allá del puente, los puentes: “Depende de la disposición del lector. Los Álvarez Quintero trabajaban mucho el habla andaluza y triunfaban, eran autores muy representados –señala García Argüez–. También sabes que si lees a Ernesto Sábato te vas a encontrar con un montón de argentinismos: si al lector lo enamoras, le da igual, y le puede parecer interesante”.

Para David Monthiel y su personaje, el detective Rafael Bechiarelli, más que de Cadi-Cadi, de Erytheia, no había otra opción que sucumbir a los aires gaditanos:“Yo, además, me regodeo en hablar mal, y con maldad, con un lenguaje interno intensito... –comenta Monthiel–. A la hora de hacer hablar a un personaje como Bechiarelli, con sus colegas va usar también un lenguaje más encriptado que si habla con alguien con un castellano más neutro. Puede ser que estos códigos limiten el alcance de la historia pero es que, si no, asfixiaría al personaje”.

Comenta que un lector catalán le dijo, después de leer la primera página de una de sus novelas, que no entendía nada, “pero admitió que se esforzó un poco y lo fue entendiendo”. También menciona las conversaciones sobre localismos y contextualización del lenguaje que tuvo con la correctora de Nuestra de Señora de la Esperanza, “que estaba encantada con la novela, pero quería quitar cosas como picha, carajo, cojones... Es verdad que al personaje parece que lo escuchas en tu cabeza, pero después he podido escuchar el audiolibro y el principio es verdad que absolutamente brutal (coincide, además, con cuatro angangos viniendo de la Punta). Ahí me di cuenta de lo fuerte que había ido al respecto”.

Por eso, en la cuarta novela de Bechiarelli –sí, tendremos una cuarta novela–, habrá una serie de “concesiones a la hora de explicar las cosas: doy por hecho que el lector sabe mucho, aunque es verdad que las historias han funcionado a pesar de todas las trabas, y que el que lo pille puede cogerlo en varios estratos”.

“Escribir así marca una diferencia pero también es una apuesta por hacer algo localizado –continúa–. Podría hacer un texto más neutro lingüísticamente pero, aun así, en esta próxima novela estoy matizando cosas para hacerla más didáctica”.

Una de las características propias del habla de Cádiz no tiene que ver con la peculiaridad fonética o con la existencia de ciertos términos, sino con los muchos sentidos y sobresentidos de lo que se cuenta. Si Orwell tenía su doble pensar, nosotros tenemos el triple contar.Más que ida y vuelta, somos de vuelta y vuelta –corrobora Monthiel–. La ironía va a varias capas. Yo admiro a la gente que sabe hacerlo... Y luego está la tendencia a la mínima expresión, haikus con mucha carga. Pérez Orozco hablaba mucho de esta tendencia a la síntesis de las lenguas, en general, y del andaluz, en particular. Del cuatro vamos al tres: no ni ná”.

'Nuestra Señora de la Esperanza' le valió a David Monthiel el Premio L'H Internacional de Novela Negra. 'Nuestra Señora de la Esperanza' le valió a David Monthiel el Premio L'H Internacional de Novela Negra.

'Nuestra Señora de la Esperanza' le valió a David Monthiel el Premio L'H Internacional de Novela Negra. / Juan Carlos Muñoz

Y el contar interminablemente. “Un ejemplo de esto es el Reguera: el final no importa –continúa el autor–. Al hilo, es común que te digan eso de ‘¿qué pasa, que en otros sitios no hay gracia?’. Y no, no es eso, pero no implican las volteretas que damos aquí, las doscientas historias a partir de la anécdota más plana”.

Esta maestría en la rapidez y la novedad tiene que ver, piensa, con la presencia del puerto: “El resultado es que, entre un montón de hablantes diversos, de destaca del tirón. Se juega con el sobreentendido, mientras que en otros lugares el chiste y el humor son de primera vuelta. Y está la puesta en escena –añade–, que siempre sorprende a la gente del teatro: actuando continuamente para audiencia, para la escena”.

Para Miguel Ángel García Argüez, este “triple contar” puede llegar a crear una zona gris para el que no está familiarizado o es de fuera: “Puede sentirse indefenso, no sabe si se le está hablando en serio o no, si se siente como un tonto, si se lo dicen con buena intención... –desarrolla–. Tampoco estoy seguro de que sea algo único de aquí, en Cuba también lo he visto, por ejemplo. Y luego, como muestra el seseo, hay muchas cosas en las que Sevilla y Cádiz parecen dos barrios de la misma ciudad”. No fue poco todo lo que entró y salió por el río.

Comedia es tragedia más tiempo y está visto que aquí han pasado muchas cosas, y pasado mucho tiempo. Es difícil no pensar que esto no influya en una cierta manera de entender la vida, y en una cierta manera de expresarla: “Para mí, eso cuenta como poderío –asegura David Monthiel–. Y creo que el acercamiento para alguien ajeno puede ser lento y complejo, pero cuando llega, cumple bien”.

Cuando quedamos, en la calle ya cuelgan carteles con ‘biruji’ y ‘apoquinar’, señales que recuerdan la proximidad del Congreso de la Lengua: “Hay que recordar que todas esas palabras que reivindicamos como gaditanas –señala García Argüez– han salido de las clases trabajadoras, de las personas con menos estudios que son, precisamente, las que más capacidad tienen para renovar un idioma. La clase, alta, culta, sabe perfectamente cuál es la norma y se suele pegar a ella. De hecho, cuando nos referimos a ciertas palabras como vulgarismos ya denota una mirada súper clasista”. Para el escritor, también autor de carnaval, es inútil tratar de reconducir el habla: vendría a ser como si la escritura fuera la partitura, que sí ha de ceñirse a unas claves y un pentagrama; y la lengua fuera la música. Puedes tener muchas partituras, pero a la música no la puedes controlar. El habla es 'free-jazz'.

Bajo la estela de palabras con sello gaditano, David Monthiel apunta que el CILE ha sido una oportunidad para reivindicar un montón de cosas aunque, luego, de facto, no se termina de plasmar:“El estigma, sobre todo a nivel literario, va a estar ahí: a mí ya me han dicho varias veces que cuándo voy a hacer una novela de verdad”, indica.

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