La peculiar forma que tiene Cádiz de ampliar sus "zonas verdes"

EL PASEANTE

La falta de mantenimiento deja la imagen de aceras llenas de plantas silvestres que crecen sin control

En algunas zonas afecta cada vez más a monumentos históricos de la ciudad

La ciudad que despinta

Estado de un tramo de la antigua muralla costera junto al colegio Villoslada.
Estado de un tramo de la antigua muralla costera junto al colegio Villoslada. / J. A. H.

Cuando el Ayuntamiento de Cádiz redactó el PGOU de 2012, la Junta de Andalucía evidenció algo ya visible: la falta de zonas verdes en la ciudad, con un índice de metro cuadrado por habitante muy por debajo de las normas medioambientales. En aquel momento, la administración regional reconoció que Cádiz tenía el suelo que tenía y que a falta de espacio para construir más jardines, siempre se tenían los 8 kilómetros de playa, como gran lugar de esparcimiento para el vecindario. Así que se obvió este déficit.

Durante décadas, la capital ha sobrevivido con un único parque, el Genovés, y con los cercanos jardines de la Alameda. Más allá de sus plazas en el casco antiguo y en Puerta Tierra, hubo que esperar al gobierno de Teófila Martínez para que se construyesen los parques de Celestino Mutis (en el barrio de Astilleros), los jardines de los Cinco Continentes y el parque de Varela. Pendiente de cómo quede la reordenación urbana del polígono exterior de la Zona Franca (en Navalips ya se prevé una pequeña pastilla verde), ya no hay suelo donde poder abrir nuevos parques y jardines. Y todo, también, a la espera de que alguna vez el tramo del Parque de la Bahía que transcurre por Cádiz se habilite para un mejor uso ciudadano.

Mientras tanto, la falta de mantenimiento en parte del viario de la ciudad está permitiendo a la ciudad "ampliar" de una forma peculiar las zonas verdes. En numerosas zonas del acerado urbano están proliferando los ramajes, las malas hierbas, las plantas silvestres que crecen, sobre todo, en las cercanías de los parterres, a lo largo de todos los bordillos y a pie de determinados muretes.

Hace unos años, hablando con una concejala popular que dejaba la concejalía de Parques y Jardines tras un breve mandato, se mostraba satisfecha del trabajo por ella realizado "porque he incrementado las zonas verdes en Cádiz". Le pregunté, extrañado, dónde estaban esos nuevos parques y jardines para constatar este aumento de metros cuadrados. Me respondió: "He instalado muchas macetas en las calles". Y se fue tan tranquila a casa.

Estado de un aparcamiento para bicicletas.
Estado de un aparcamiento para bicicletas. / J. A. H.

Esperemos que este Ayuntamiento no incluya en su 'haber' estos ramajes que se extienden por media ciudad como su apuesta por una ciudad más ecológica. Y que todo se deba a una falta de mantenimiento de la vía pública producto de un mal contrato público para realizar este servicio, y no porque los ediles municipales (ya puestos, también de la oposición) no pisan la calle o no les preocupa esta visión de las aceras.

Es función del Ayuntamiento, gobierne quien gobierne, mantener en perfecto estado de revista la ciudad. Es cierto que los ocho años de gobierno de la coalición de izquierdas dejaron mucho que desear en este trabajo. Los propios socios de de este equipo eran conscientes de ello pues quienes estaban al frente de esta área siempre se quejaron de la falta de recursos. Una ciudad se desgasta por su uso (y más urbes como la nuestra con una intensa vida callejera y cada vez -afortunadamente- más visitantes). Por eso hay que tener un control casi diario de cómo va evolucionando, y el gobierno del PP ya lleva dos años al mando de la ciudad. Volviendo al pasado, ahí estaba el edil de Mantenimiento Urbano, Francisco Vivas, que no dejaba pasar una. O la propia alcaldesa Teófila Martínez, que móvil en mano ponía firmes a unos y otros al ver incidencias en las calles por esta falta de cuidado.

Al final, además de tener un contrato del servicio adecuado, basta con patearse la ciudad. Pasear con una visión crítica, teniendo claro de cómo nos gusta ver nuestra ciudad. Porque si al final nos da igual estos matojos, poco se podrá avanzar.

Balaustrada de uno de los fosos de la Puerta de Tierra.
Balaustrada de uno de los fosos de la Puerta de Tierra. / J. A. H.

Si no hay calle, paseo o plaza que deba quedarse fuera de esta exigencia de buen estado, hay que ser especialmente cuidadoso en los entornos de nuestros equipamientos históricos. Léase el abandono (en clave verde) de las balaustradas de los dos fosos de la Puerta de Tierra (o en el propio lienzo de la muralla, con el daño que eso supone para las piedras de este monumento), del acceso a la ciudad medieval desde el Arco de los Blanco o del último resto de la muralla de protección ubicada junto al colegio Villoslada, donde ha crecido incluso una pequeña palmera.

El Ayuntamiento, con buen ojo, ha iniciado una campaña de control de locales abandonados a la vez que ha incrementado los mensajes de limpieza de las terrazas de los bares de la ciudad. Falta ahora que se eliminen estas falsas zonas verdes. Al fin y al cabo, pagamos nuestros impuestos para tener una ciudad en perfecto estado de mantenimiento.

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