Una noche rebosante de cante y baile para empezar
Una suave brisa venida del mar dio la bienvenida a la XXXIV edición de los Jueves Flamenco. El entorno para acoger este arte en las noches de verano gaditanas no podía ser más propicio. El Baluarte de la Candelaria se lleno un verano más de cante por bulerías, soleás, fandangos y alegrías.
La cita comenzó puntual y el presentador oficial del ciclo, Justo Mata, subió al escenario a dar la bienvenida a la presente edición. Sus primeras palabras fueron para un gran personaje gaditano que ya no está, "A María la Yerbabuena, que jueves tras jueves y año tras año, desde este hipotético patio de butacas animaba a todos los artistas que participaban en los Jueves Flamenco. Este 2016 será el primero que falte, pero seguro que desde el cielo seguirá animando a todos los artistas que pisen este escenario".
Tras ello, le siguió la presentación al primer cantaor: el portuense Antonio Puerto, acompañado de Pascual de Lorca a la guitarra. Aunque el artista confiesa que comenzó su carrera con mucha vergüenza, ya pasados los años, con muchos kilómetros y tablaos de experiencia, se subió al escenario con la actitud del artista que tiene la responsabilidad de abrir el espectáculo. Su primer cante fue la Malagueña del Mellizo, dedicado al cantaor gaditano Enrique el Mellizo, que da nombre a la peña organizadora del encuentro. El cantaor completó su programa con unos tientos, una soleá de Cádiz y unas alegrías. Como broche final, escogió un par de fandangos. El público escuchó atento durante toda su interpretación.
Finalizada su actuación, era el turno de la bailaora Lydia Cabello. La artista lleva actualmente una vida frenética en la que actúa e imparte clases por medio mundo, pero siempre hace hueco para la tierra que la vio nacer. Junto a ella subieron al escenario los cantaores La Jineta y Juan Villar hijo, el tocaor El Pelu, el violinista Emilio Martín y los palmeros Edu Gómez y David Gavira. Como en un ritual en el que estuviera hipnotizada por la melodía, apareció Lydia en escena con un traje negro. Con paso firme y mirada penetrante, se colocó en el tablao para iniciar una farruca llena de interpretación y emociones. Terminado el baile, el grupo quedó solo en el escenario, cantando por bulerías y por alegrías a la espera de que la bailaora apareciera de nuevo.
La artista volvió a salir, esta vez con un traje negro de lunares, y comenzó a bailar un zorongo. El público aplaudió emocionado su actuación, pero aún faltaba el cierre de su espectáculo. Con todo el grupo de pie, Lydia le pidió a su hija, de unos 10 años, que la acompañase en el escenario para finalizar con unas bulerías. Madre e hija se turnaron en un baile rodeando a los cantaores, dejándose la piel en la boca del escenario. Tras el fin, los espectadores dedicaron un efusivo aplauso a la formación, que abandonó el tramado más que satisfecha.
Tras el descanso, fue el turno de José Canela, que abrió su propuesta con unas alegrías y un cante por soleá. Con el público ya muy metido en su interpretación, siguió con un fandango y con unas bulerías. Para finalizar, había decidido cantar unas seguiriyas, un palo difícil del que estuvo a la altura y que la gente agradeció levantándose de sus asientos.
Pasadas la una de la madrugada le tocaba el turno a Antonio Reyes, uno de los nombres más esperados por el público. El cantaor, que lleva participando en el ciclo dieciséis años consecutivos, llega con ilusión a su tierra y a la vez con mucha responsabilidad de actuar ante un público que él considera cada vez más exigente. Inició su intepretación con una soleá, que fue seguida por un tango y unas alegrías.
Los palmeros marcharon y el artista anunció su próximo cante: unas seguiriyas. A continuación, con el cantaor en pie, el guitarrista Diego del Morao rasgó las cuerdas. Reyes escuchaba atento, aguardando su momento. Mientras, se oían de lejos las olas del mar chocando en el fortificado y la brisa marinera gaditana, que decidieron acompañar al artista en su actuación. Al terminar, el público aplaudió con ganas a los artistas. Para el cierre, Antonio escogió un cante por bulerías. El artista llamó a su mujer, la bailaora Patricia Valdes, a la que ayudó a subir al escenario. El de Chiclana comenzó a cantar mientras su mujer se quitaba los zapatos e iniciaba un baile que tenía mucho, una vez más, de rito sagrado.
Al término, cantó un fandango, lo que puso el cierre definitiva a la primera noche de esta nueva edición de los Jueves Flamenco.
El público salió satisfecho y emocionado de un espectáculo de cuatro horas; una propuesta que de seguro que más de uno repetirá a lo largo de este verano y en próximas ediciones. Pues los Jueves Flamenco han logrado convertirse en un referente de las noches veraniegas de Cádiz, con unas actuaciones a las que asiste un público muy exquisito y gran conocedor de un arte que está declarado por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
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