El marino de la sonrisa
OBITUARIO
Fallece en Cádiz Alfonso de Vierna Pita, marino, regatista y maestro de navegantes
La ceñida es el rumbo más duro cuando se navega a vela. Hay que ganar -grado a grado- al viento y oleaje para que el barco avance, escorado, recibiendo rociones en cada orzada. Es navegar en contra de la dirección del viento.
Ocho años duró la ceñida de Alfonso contra su enfermedad. Una durísima singladura en la que mantuvo, hasta el final, el talante optimista, afable y cariñoso que compartió a lo largo de su vida con la familia, amigos, compañeros y alumnos. Sin una queja, un mal gesto o una petición de lástima.
Como maestro de navegantes nos ha dejado una lección: su eterna sonrisa, su cara iluminada de alegría al recibir, en los últimos días, a sus hijos, nietos, sobrinos, familiares y amigos. Al despedirse de toda una vida con Mavy. Al repasar tantos recuerdos.
Alfonso de Vierna Pita nació "haciendo instrucción", como solía bromear. Tercera generación de marinos de guerra, pasó sus primeros años en su Ferrol natal, Mallorca y Cartagena, donde su padre era almirante. Después a Madrid, al colegio de huérfanos, el CHAD, de donde salió para ingresar en la Escuela Naval Militar de Marín.
Hay personas que nacen con un don. Alfonso poseía una increíble habilidad para cualquier actividad manual y de coordinación, fuera jugar al tenis, manejar un helicóptero o, muy especialmente, timonear un barco de vela y sus escotas bajo cualquier rumbo y condición.
A los cuatro años ya sabía navegar a vela en un bote de madera. Cuando en la Armada pudo acceder a buenos balandros de competición, no tardó en acumular trofeos de vela. Félix Gancedo, el mejor regatista de la historia de la clase Snipe, apodó al Denev, el barco de Alfonso, como la "máquina negra". En 1967 Alfonso y su proel, Faustino del Río, se proclamaron campeones de la Marina y subcampeones de España de Snipe, entre otras decenas de triunfos.
A lo largo de su carrera como oficial, en los destinos a bordo de las corbetas Diana y Nautilus, como piloto y jefe de Escuadrilla de Aeronaves de la Flota, al mando del Grupo Naval de Playa o del Núcleo de Buceo de la Armada (que él fundó), mantuvo siempre su pasión por las regatas.
Patroneó cruceros ganadores: Tanausú V, las unidades más punteras de la Comisión Naval, Gades, Al-Gadir y Sirius II, o más tarde el Albatros, con el que conquistó el Catavino de Oro de la Semana Náutica de El Puerto.
En 1988 pasó a la reserva activa, ascendiendo a capitán de navío. Durante unos años fue vocal ejecutivo y gerente del Club Náutico de Cádiz. A partir de entonces desarrolló a pleno rendimiento una faceta que ya había explorado como profesor de pilotos: la docencia.
Primero en el comedor de su casa, y después como profesor de las academias de titulaciones náuticas civiles: Arganeo, con Fernando Coimbra, y Taboga, de Aurelio Guzmán.
Cientos de patrones y capitanes de yate tuvieron la suerte de ser sus alumnos y disfrutar de su buen hacer como maestro en todas las áreas y asignaturas. Desde los complicados problemas de navegación, los cálculos astronómicos, máquinas, maniobra… hasta las más divertidas clases prácticas aprendiendo a navegar, de verdad, en nuestra Bahía.
Su sonrisa, su humildad (solo presumía de su carácter gallego), sus conversaciones siempre amenas, su liderazgo innato, su capacidad para enseñar y su talante tranquilo y generoso, le reportaron el cariño y aprecio de sus compañeros, sus competidores en la mar, sus tripulantes y sus alumnos.
Alfonso de Vierna Pita puso fin a la ceñida más dura el pasado domingo, en un último bordo junto a sus 5 hijos, 9 nietos, el amor de su esposa, Mavy, y abrazado a su fe en Cristo Jesús. Descanse en Paz.
Jesús de Sobrino grosso
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