“Este libro es de alguna manera un homenaje a la libertad de pensamiento”
Pedro Miguel Lamet | Escritor
El jesuita gaditano vuelve a las librerías con ‘La pluma encarcelada’, una novela histórica en la que dibuja la figura de fray Luis de León centrándose en su agrio enfrentamiento con la Inquisición
Su anterior novela, 'Las trincheras de Dios'

El escritor y sacerdote jesuita Pedro Miguel Lamet (Cádiz, 1941) mantiene el pulso literario necesario para seguir publicando libros. ‘La pluma encarcelada’ (Ediciones Mensajero) es el título de su última obra, una novela histórica que dedica a relatar el encontronazo de fray Luis de León con la Inquisición. Poeta, teólogo, pensador y reformador, la figura de este fraile agustino que penó cinco años de cárcel emerge en esta novela como un ejemplo de la libertad de pensamiento y opinión. El libro se presenta en la Fundación Cajasol de Cádiz este próximo jueves, 24 de abril, a las 19.90 horas. El autor estará acompañado por el catedrático Manuel J. Ramos Ortega.
Pregunta.–¿Por qué ha incorporado a su amplio catálogo de novelas la figura de fray Luis de León?
Respuesta.–Yo he tenido la suerte de estudiar y novelar la vida de grandes personajes del Siglo de Oro, como Ignacio de Loyola, el cardenal Cisneros, san Francisco Javier, san Juan de la Cruz... Y este personaje era muy complicado de novelar porque, diríamos, es como un drama intelectual. Y con un drama intelectual, desde el punto de vista novelístico y narrativo, es muy difícil captar al lector. Le he estado dando mucho tiempo vueltas hasta que, finalmente, decidí sacarlo adelante porque creo que era una pincelada fundamental y, además, enormemente actual para completar esa época tan maravillosa de nuestra historia. Y también porque, de alguna manera, es un homenaje, en un momento como el que vivimos, a la libertad de pensamiento y de investigación, y al sufrimiento que supone ser esa libertad coartada.
P.–¿Y por qué escoge como formato la novela histórica y no una biografía al uso?
R.–Yo, en general, he escrito biografías de personajes contemporáneos, como Arrupe, Juan Pablo II o Díez Alegría, porque eran personajes que necesitaban una investigación. De los otros, la investigación está hecha. Aquí, lo que intento es acercar al lector de hoy un personaje difícil de entender en su contexto histórico. Y, para hacerlo, la novela histórica tiene la ventaja de que te pone en la escena de ese momento, te lo hace vivir. Y también me permite poner personajes testigos que lo enjuicien, que lo analicen desde el punto de vista literario, psicológico, humano y desde el punto de vista social y político.
P.–Para ello, utiliza dos personajes de ficción, Rubén y Salvador, dos discípulos de fray Luis. En cierta manera, la historia del agustino encarcelado y de Rubén, en su relación con su amada Beatriz, corren paralelas, como en dos planos, y parecen tener como nexo de unión el ‘Cantar de los Cantares’, cuya traducción a lengua vulgar le costó caro a fray Luis.
R.–Pues sí, en general yo procuro que la obra de él vaya apareciendo en circunstancias distintas, está salpicada en la novela. Evidentemente que en el aspecto del amor, el nexo es el ‘Cantar de los Cantares’, que me permite mucho. Pero también hay otros momentos, por ejemplo cuando ella intenta ser libre, después de haber roto con su familia, y busca el conocimiento con su crítica a ‘La perfecta casada’. O con otros temas de tipo político que van saliendo en la narración. Es decir, en la obra aparecen los acontecimientos de la vida cotidiana de los personajes de ficción.
Y eso me permite que realmente haya esos dos planos que comenta y que se conectan. Porque yo lo que pretendo, básicamente, es que la historia de ficción, que es más entretenida para la gente, la historia de amores, de sufrimientos, pues arrastre al lector al pensamiento de fray Luis, que a veces es un poco seco y duro de roer para un lector contemporáneo. Claro, si analizamos solo la obra o la influencia de fray Luis, y, sobre todo, las polémicas teológicas que son fundamentales para comprender su vida, pueden ser muy difíciles de entender para el lector.
P.–¿El choque de fray Luis de León con la Inquisición era inevitable? ¿Fue, sobre todo, por su traducción del ‘Cantar de los Cantares’? O por ese enfrentamiento de agustinos con dominicos...
R.– El choque con los dominicos, básicamente, fue porque Salamanca era un hervidero de odios y de controversias. Y los dominicos, que controlaban la Inquisición, sintieron celos de él. Y controlaban Salamanca, eran los protagonistas. Y llegó este hombre con ínfulas, y entonces resucitó odios y celos y lograron llevarlo al tribunal. Era también un poco imprudente, en el sentido de que, por ejemplo, decía las cosas demasiado claras. Pero, sobre todo, fue por la controversia de las cátedras. Era una competencia, una carrera, digamos, por conseguir cátedras. Y fray Luis tardó mucho en conseguir la más querida, la de la Biblia, y no la consiguió hasta el final, ya después de la cárcel. No hay que olvidar que fueron cinco años en una cárcel lóbrega y espantosa...
El choque con la Inquisición era inevitable si uno iba por un camino y el otro, por otro. En ese sentido, yo creo que es un buen aldabonazo para el mundo de hoy. Precisamente estamos en un florecer de las dictaduras, de la falta de libertad, de pensamiento. Ahora, por ejemplo, el hecho de que Trump cultive solamente a los periodistas que quiere y a los demás no... Estamos reverdeciendo cosas que son de la Inquisición. Por lo tanto, un hombre que luchó contra eso y por la libertad es un paradigma para el mundo de hoy.
P.–¿Un caso fray Luis, o similar, sería posible en la Iglesia actual?
R.–Un caso similar es el que hemos tenido durante el pontificado de Juan Pablo II. Sobre todo con los teólogos de la liberación, con Leonardo Boff, o con Hans Küng; eso sí lo hemos vivido. Pero con el papa Francisco, la mordaza se quitó en la Iglesia. Y se puede decir que actualmente estamos viviendo en ese aspecto una primavera de libertad de expresión. Yo creo que más bien el problema está ahora en el mundo político y en la resurrección de las fuerzas de derechas, que quieren controlarlo todo e impedir la democracia y la comunicación, la libertad de expresión; la libertad del ser humano, en definitiva.
P.–La novela tiene también como trasfondo la historia de España con Felipe II. Le he escuchado decir que el monarca conocía lo que le pasaba a fray Luis.
R.–Él vino después de Carlos V, que era un viajero continuo, y a cambio fue un rey burócrata que no salía de su despacho de El Escorial; desde allí gobernaba todo. Y en el tema religioso era puntilloso, no se perdía nada de lo que hacía la Inquisición y lo llevaba al detalle. Es decir, que supo perfectamente que fray Luis estaba en la cárcel y creo que es el responsable último de su situación. Y fue también el responsable último de su liberación. Creo que tenía a España en un puño. Y en el tema religioso especialmente, porque era muy devoto, oía misa todos los días y tenía la herencia de su padre contra lo protestante.
P.–¿Dónde estaría hoy en día la vigencia de fray Luis de León?
R.–Yo diría tres puntos: la libertad que defendió; segundo, la armonía. Es decir, fue un hombre del Renacimiento: él llegó a reformar el calendario juliano, amaba la música, la poesía, la literatura, también la astronomía. En fin, que era un hombre completo en ese sentido. Esa armonía la necesita el hombre de hoy, tan centrado en la especialización. Y tercero, sobre todo, su espiritualidad. Creo que falta espiritualidad. No diríamos que una espiritualidad confesional, que cada uno puede elegir la confesión o la idea que quiera de la espiritualidad, pero esa dimensión metafísica de la vida falta hoy día. Estamos viviendo lo que tenemos delante de las narices, sin realmente tener esa visión más allá, de que hay una luz detrás de todo esto, una luz más profunda, que es la metafísica.
P.–El hombre parece que se ha olvidado ya de preguntarse hacia dónde vamos.
R.–Y esa es una pregunta fundamental del hombre. Tenga fe o no tenga fe, responda con la creencia o con la no creencia. Lo que concluya, pero tiene que buscar más, esa dimensión está ahí.
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