De cerca | Entrevista a Carmen Navarro

"La labor de las arquitectas ha permanecido oculta"

  • La colegiada más veterana del Colegio de Arquitectos de Cádiz está organizando una exposición para visibilizar la labor de sus compañeras en un sector dominado por hombres

En cuatro décadas de profesión Carmen Navarro, arquitecta sevillana afincada desde los 80 en Cádiz, en El Puerto de Santa María, ha firmado incontables proyectos como profesional libre, pero nunca antes había sido entrevistada por su trabajo. Puede presumir, aunque no lo hace, de ser la primera mujer arquitecta colegiada en el Colegio de Arquitectos de Cádiz y de hacerse un hueco con mucho esfuerzo y dedicación en una profesión dominada por hombres. Ahora que el colegio la condecora por sus 40 años de colegiación, le han encomendado una exposición en torno a la mujer arquitecta que le ha dado que reflexionar. La meta que se marca es visibilizar el trabajo de las compañeras.

—Es la colegiada más veterana en una profesión protagonizada históricamente por hombres. ¿Cómo está la cosa ahora?

—Pues actualmente en torno al 77,5 por ciento de colegiados son hombres, frente al 22.52 por ciento de mujeres, aunque también hay que decir que se ha regulado conforme han ido pasando los años. De hecho, entre los colegiados de menos de 30 años hay casi un 41 por ciento de hombres y un 59 de mujeres, pero hay muchas arquitectas que hemos perdido por el camino y esto hace que baje bastante el porcentaje. Por mi propia experiencia y por lo que observo hay un bache importantísimo cuando se ejerce que viene por la maternidad, porque cuando haces un proyecto te vuelcas mucho, es un acompañamiento constante en el día, de modo que cuando quieres ser madre ordenas prioridades y se desequilibra todo. Cuando eres profesional liberal esto se desborda, y como hay un reconocimiento y un horario con el trabajo asalariado pues se deriva hacia él. He conocido a muchas arquitectas que se han encaminado a la docencia y al funcionariado.

—Mientras las facultades están llenas de mujeres, las conferencias, revistas y entrevistas la protagonizan hombres. ¿A qué se debe este techo de cristal?

—Es una realidad, en las revistas de arquitectura se ven pocos hitos realizados por arquitectas, a no ser que sea una pareja profesional. Pero todo va enlazado, la profesión liberal elimina muchas opciones del 50 por ciento, y con la maternidad llega la primera criba, quedándonos en una desventaja clarísima. En los concursos de arquitectura, en la parte del jurado de reconocido prestigio no hay mujeres, mientras que en la parte de la administración sí que hay muchas.

—¿Cómo ha afrontado en su caso estos baches?

—Tengo tres hijos y he tenido mucha ayuda, de lo que dependía que yo funcionara. No es posible llevar para adelante tantas cosas y tuve temporadas que ni dormía. En mi caso, mi marido es el funcionario y yo la profesional liberal. Así que mi vida ha sido la arquitectura pero también mi familia, pese a que mi profesión sea muy problemática dado lo mucho de personal que interviene. Es complicado desconectar, nunca lo he conseguido, pero lo que siempre me hizo seguir ha sido pensar que como lo dejara perdía el sitio. Y al final pues pasas el bache.

—¿Cómo fueron sus inicios en la Escuela rodeada de tantos compañeros arquitectos?

—Yo venía de un colegio de monjas y como soy de final de año llegué con 16 a la carrera y me encontré muy sola. Éramos cuatro niñas en la clase y aparte del cambio que suponía llegar a la Universidad, encima me encontraba en una desventaja numérica clarísima. Pero pasó otra cosa, entramos después de la generación del 68, que fueron años con unas ansias de cambio enorme. Y nunca vi posturas que nos infravaloraran. Era una carrera muy difícil y cuando veían que todos éramos iguales, que todos estábamos a la altura, pues siempre me sentí compañera. Además, hacíamos muchos trabajos en grupo y era una carrera muy especial, no sólo por la enseñanza académica, sino porque provocaba que volcaras tu personalidad y tomamos una amistad profunda. Conservo a mis grandes amigos.

—Le han encomendado una exposición sobre la mujer arquitecta gaditana. ¿Qué tiene pensado?

—La labor de las arquitectas en general ha permanecido oculta desde su entrada en el mundo de la arquitectura. Las pocas mujeres conocidas han estado casi siempre unidas a otros arquitectos y muy tardíamente ha sido reconocido su valor y capacidad. Muchos colegios profesionales y asociaciones han empezado a realizar trabajos de divulgación de arquitectas reforzando el reconocimiento de nuestro trabajo. Y en la exposición de la mujer arquitecta en la provincia de Cádiz que pretendemos completar con una publicación trataremos de mostrar nuestro trabajo en esta provincia deseando que sirva de apoyo e impulso a las nuevas generaciones. Para ello hemos formado un grupo de tres arquitectas pertenecientes a generaciones distintas para elaborar este trabajo con el fin de tener una visión más amplia de nuestra labor. Hemos querido incluir en el mismo una pequeña encuesta con preguntas surgidas ante la visión de una situación profesional que une a los problemas propios de la arquitectura, la especial situación de la mujer. Queremos que nos cuenten su propia experiencia, sus dificultades para conseguir una conciliación familiar muy complicada por la existencia de horarios muy extensos con una dedicación mental que nos acompaña todo el tiempo, así como nuestra relación con la sociedad en un trabajo donde además del creativo y técnico está el mundo de la obra. Queremos divulgar las obras de las arquitectas, hacerlas visibles, transmitir a las jóvenes arquitectas esta experiencia profesional dándole apoyo en el trabajo que están iniciando confiando en que esto sirva de estímulo.

—¿Y cómo ha enfocado su propia carrera profesional?

—Terminé la Escuela de Arquitectura y tuve una beca para una tesis. Soy de Sevilla, me casé y me vine a El Puerto. Con la administración tuve la posibilidad de hacer cosas distintas, aunque el contacto con el cliente no existía. Así que aparte de hacer proyectos especiales, la relación siempre ha sido de reconocimiento. La valoración que hace de ti un privado que va igual con algo de desconfianza no existe por parte de la administración, que confiaba en mí y en mis compañeros. Así que no he tenido que patearme la calle. Habré tenido un 20 por ciento de privado y esto hace que tu trabajo esté muy recompensado.

—Pero con la crisis no sólo el sector privado, sino que la administración ha bajado considerablemente vuestros honorarios...

—Ellos empezaron a hacer propuestas económicas a la hora de adjudicar un trabajo y ha hecho que funcione y que la sociedad se adecuara. Ahora te piden presupuesto, ya no hay confianza ni en la administración ni en el sector privado porque la valoración que hace la sociedad de nosotros ha bajado, ya no somos el personal al que se respetaba. Hay algo que tienen los arquitectos que es inexplicable y lo valoras o no. En la elección de algo tan importante como tu casa eligen opciones fuera de lugar por el precio, no por la calidad.

—¿No confía entonces en que el arquitecto recupere su lugar en la sociedad?

—Antes, un proyecto se respetaba y ahora se ha perdido el sitio y deberíamos trabajar más en el sentido de recuperarlo porque es una profesión con un valor social. Las ciudades dependen de los políticos pero la materializan los arquitectos, que hasta perdemos un poco el terreno ante el ingeniero. Tengo un hijo arquitecto y tiene por delante una situación dura, pues su profesión le supone un esfuerzo desproporcionado y con rebajas de honorarios que lleva a sobrevivir de una manera mísera. Ve nuestro recorrido y me dice que no va a tener esta oportunidad ni por parte de la administración, ni en la calle, pues es a base de presupuestos, al que haga mejor precio. Desde luego ahora mismo no pasamos por nuestro mejor momento, la sociedad no recurre al arquitecto para diseñar las ciudades. No hay confianza en el arquitecto y el resultado se ve en parte en las ciudades.

—Cuéntenos algún proyecto por el que sienta especial debilidad

—Vine a El Puerto en el 83, pero antes intervine en una iglesia llamada Santa Marina, en Sevilla, en una obra de emergencia, del que salió un proyecto, mi primer proyecto y le cogí cariño, que es algo que pasa mucho. Es un edificio con un espacio muy especial que valoro mucho por ser el primero y por el acierto que supuso no introducir nada que no te pidiera el edificio. También me ha gustado mucho intervenir en los espacios públicos, en varios parques en Chipiona, Arcos, Ubrique y Castilleja en Sevilla. Encontrarte en un espacio sin condicionantes de estructura, desde un vacío, es de lo que más me gusta en el ámbito de la arquitectura. Y, por último, el Hospitalito de El Puerto que es un edificio al que identifico por cómo han ido creciendo mis niños con él, pues he intervenido en muchas fases, ha estado en mi casa desde el 88 hasta ahora, que hemos hecho otro proyecto. Es la rehabilitación de una iglesia inacabada, que quedó en un auditorio al aire libre, y aparte tiene un espacio donde está el Museo Municipal. Es un edificio que me ha acompañado tanto, que incluso mi hijo ha intervenido conmigo. Son edificios que tienen un pellizco, un no sé qué.

—En pleno siglo XXI hay muy pocas mujeres que cuentan con el Pritzker, aunque otras muchas han hecho historia en el mundo de la arquitectura. ¿Cuáles son sus referentes?

—En la escuela no nos nombraron a ninguna mujer. Yo conocía a una arquitecta Alison Smithson del movimiento brutalista y por mi cuenta descubrí a Eileen Gray, una arquitecta de los años 30 que diseñaba muebles, la casa total, que integraba el mobiliario. En su momento fue pionera, algo muy moderno y te pones a ver las imágenes de muebles actuales y todo está en ella, que es muy poco conocida pese a la importancia que ha tenido. En aquellos años la mujer estaba perfectamente metida en la escuela, pero en España hasta el año 36 no hubo una arquitecta, Matilde Ucelay, que fue la primera colegiada en España que ejerció. En Alemania sí que había muchas estudiantes chicas y la Bauhaus dejó mucha herencia.

—Ucelay fue la primera colegiada de España y usted de este Colegio ¿Qué significa ser la primera mujer colegiada?

—Primero me colegié en Sevilla y luego en Cádiz. Había otra arquitecta coetánea Rosa Navarro pero ya es funcionaria, así que me he quedado sola. Y bueno, en estos 40 años he sentido que empecé en una profesión muy valorada y respetada con muchas opciones de trabajo, y ha evolucionado hacia una crisis y un toque final que la ha dejado deprimida, muy poco valorada. Pero también han ocurrido cosas interesantes, porque mi herramienta de trabajo empezó con rotring, luego con ordenadores con programas que te resuelven un trabajo muy laborioso. Y en medio de este panorama lo positivo es que ha surgido la divulgación de la arquitectura a través de internet, de plataformas, las imágenes de nuestros proyectos están en todas partes y ahora observo que ha vuelto a encajar nuestro lenguaje con la demanda. La sociedad por fin te pide edificios modernos y todo esto me alegra mucho.

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