El laberinto habitado
vivienda Una reforma emblemática en la ciudad
El arquitecto del proyecto de la Casa Lasquetty, Luis Barrena, muestra algunos de los tesoros de esta joya del barroco gaditano
En plena ascensión hacia el convento de Santa María, la calle del mismo nombre se ensancha para dejar ver una joya del barroco gaditano, una Casa Palacio construida en 1688 por la familia De la Rosa pero conocida popularmente con el apellido de uno de sus inquilinos de descendencia italiana, Lasquetty. Con el paso de los años esa casa señorial derivó en lo que en Cádiz se conoce como un patio de vecinos. Después de casi una década cerrada a cal y canto, y tras superar todos los problemas derivados de la quiebra de una constructora o el estallido de la burbuja inmobiliaria, esta laberíntica finca ha vuelto a ser habitada por 39 familias, 29 de las cuales abandonaron sus muros maltrechos antes de que se iniciara el proyecto de rehabilitación allá por el año 2004. La pasada semana la Junta de Andalucía y el propietario del inmueble, el sevillano Francisco Sánchez, que han sufragado los trabajos con 1,70 y 1,34 millones de euros respectivamente, entregaron las llaves a los vecinos. Sin embargo, para comprobar con más calma algunos de los tesores que encierra Lasquetty, esta semana 'Diario de Cádiz'la ha recorrido en compañía de Luis Barrena, el arquitecto encargado del proyecto original de la reforma junto a su equipo del estudio Proditecnic Arquitectos. Una vez que entró en escena la colaboración de la Junta de Andalucía, la Oficina de Rehabilitación impuso también la participación de uno de sus arquitectos, Antonio Carrasco, que también ha aportado su experiencia y visión a la finca, como ya hizo en otra de Isabel La Católica,19 también propiedad de Francisco Sánchez.
Realmente, la primitiva Casa Lasquettty comprende los números 11 y 13, aunque se han añadido otras dos fincas, la 7 y la 9, comunicando los patios interiores y sus zonas comunes. El resultado es espectacular, pero el trabajo ha sido inmenso. "Para medir esta finca laberíntica -dice Luis Barrena- incluso tuvimos que contratar una empresa que utilizara GPS, porque nosotros no éramos capaces". Recuerda que el proyecto arrancó en 2003 y que al ser una promoción privada el propietario solicitó que salieran un número de viviendas adecuado para que el proyecto resultara rentable.
En el patio central se habían levantado algunos tabiques sujetos a las columnas con aranceles para agrandar partiditos. Era pura infravivienda, sin agua corriente ni servicios propios. Ahora, la Casa Lasquetty ha vuelto a recuperar su señorío. Incluso se le ha dotado un aire sevillano que se aprecia en los colores caldera que presiden las zonas comunes y que ha sido una de las peticiones de los propietarios. Para acceder a ella hay que abrir un gran portón de madera de teca de birmania que da paso a una casapuerta amplia y desde la que se divisa el gran patio a través de una hermosa cancela. El tiempo y la capa de materiales para colocar el nuevo suelo había provocado que el basamento de las cuatro columnas que sostienen el claustro quedara enterrado, por lo que el arquitecto decidió realizar un foseado perimetral para enfatizar la columna. Los arcos, que en estado original no eran vistos, se han descubierto también por deseo de la propiedad y ahora lucen con sus ladrillos. El patio y las zonas comunes de la Casa Lasquetty era blanco en su original, pero ahora mismo lucen con colores caldera porque la propiedad también pretendía dar un toque más colorista. Lo cierto es que el resultado es muy atractivo, si bien será más complicado su mantenimiento.
Para realizar el proyecto en una finca que cuenta con el máximo grado de protección han sido necesarios muchos permisos, muchas trabas que se han tenido que ir solucionando contando con la colaboración de las administraciones. Recuerda Luis Barrena que tras la quiebra de la constructora que se encargaba del proyecto, DHO, la licencia de obra caducó y que hasta que no entró en liza Sanrrocón no se pudo pedir permiso para la reanudación de los trabajos, lo que fue demorando el avance de la rehabilitación.
Llama la atención en el patio la escalera principal que conecta con la planta noble y que se ha mantenido tal cual "aunque realizando una operación con bisturí".
En esta escalera se observa relieves de rosas, la enseña de la familia que ordenó su construcción y cuyo escudo de armas luce elegante en el dintel de la entrada. Es por eso que hoy día algunos descendientes de aquellos De la Rosa que llegaron hasta Cádiz desde el Algarve, huyendo por su condición de judíos, quieren que la casa vuelva a ser conocida por su apellido y no por Lasquetty, aunque ya se sabe que una vez que el pueblo decide una cosa es difícil llevarle la contraria.
En las zonas nobles se han mantenido los techos de vigas y ladrillos con tablas, "la normativa es muy estricta en esto", apunta Luis, que junto a un compañero de su estudio, Juanma Lozano, aparejador, ha realizado una labor impresionante en la finca.
La redistribución para que saliera el mayor número de viviendas, 39, ha sido una de las tareas complicadas de los arquitectos, así como la unión de las tres fincas. El patio de la finca 13 se ha conservado, aunque no se ha podido colocar suelo de piedra de Tarifa, como era en el original, porque el grosor requerido, de entre 10 y 12 centímetros, elevaba demasiado el precio de la obra. Lo mismo ha pasado con la piedra ostionera que se observa en la planta baja de la fachada, que por su escasez en cantera ha elevado su coste hasta provocar algunos parches no del todo estéticos aunque apenas perceptibles.
Nuestro periplo por la casa finaliza en la azotea, que es imprescindible. Al estar situada en una de las zonas más elevadas del casco histórico, ofrece unas vistas espectaculares desde todo Cádiz. 360º para empaparse de gaditanismo por los cuatro costados. Un espectáculo, sobre todo en días claros.
La Casa Lasquetty es una joya que ahora debe cuidarse lo mejor que se pueda. Tanto por sus vecinos, principalmente por ellos, como por todos los que han participado en su rehabilitación.
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