Historias de Cádiz

El incendio del Gran Teatro de Cádiz

  • En agosto de 1881 el fuego arrasó el coliseo de la plaza de Fragela realizado por Manuel García del Álamo l  Según el Rey Alfonso XII era uno de los más bonitos de España

El incendio del Gran Teatro de Cádiz

El incendio del Gran Teatro de Cádiz / La Ilustración Española

En la madrugada del 6 de agosto de 1881 un pavoroso incendio acabó en unas horas con el Gran Teatro de Cádiz, situado entre las plazas del Rey Alfonso XII y de Fragela, en el solar que hoy ocupa el Gran Teatro Falla. 

Hacia 1860  había en aquellos parajes un pequeño teatro de madera denominado Circo Gaditano y destinado, fundamentalmente, a espectáculos ecuestres, muy  del gusto de los gaditanos de la época. Los terrenos eran municipales y el Ayuntamiento se  había encargado de acondicionar la zona, dotándola de unos pequeños jardines. Años más tarde surgió la idea, entre aficionados al teatro, de levantar un Gran Teatro capaz de acoger grandes representaciones y para ello aportaron algunos capitales. El Ayuntamiento aceptó la idea y convocó un concurso para un  coliseo con entrada principal por la plaza de Fragela y  con una capacidad mínima de 1.500 espectadores, “sentados con comodidad y holgura”.   El proyecto encontró algunas dificultades económicas y finalmente sería el rico propietario gaditano Juan Pablo Lasanta el que se hizo cargo  del asunto  para terminar las obras  y comenzar a dar espectáculos.

La sesión de apertura del Gran Teatro de Cádiz tuvo lugar el 28 de junio de 1871 con la representación de la ópera Sonámbula, de Vincenzo Bellini, a cargo de la prestigiosa compañía dirigida por Eusebio Dalmau, que contaba con  la “prima donna assolutte e perfetta vicenda Angela Ortolani”. 

Las últimas sesiones antes del incendio tendrían lugar apenas diez años más tarde, en 1881,  y fueron varias representaciones como homenaje a Calderón de la Barca, ya que se cumplían doscientos años de su fallecimiento. Juan Pablo Lasanta anunció en la prensa  que el coliseo de la plaza de Fragela pasaría a denominarse Gran Teatro  de Calderón de la Barca. 

 Este Gran Teatro, según el profesor Cirici Narváez en su magnífica obra ‘La arquitectura gaditana del siglo XIX’, era un edificio suntuoso con tres puertas de acceso a un lujoso vestíbulo, con pavimento de mármol y dibujos de mosaicos. Tenía tres plantas a las que se accedía por escaleras de mármol y contaba con iluminación por gas. El techo  lucía  pinturas de Indalecio Núñez de Castro y el telón de boca era obra del pintor Augusto Ferri.

Pero el gran inconveniente del Gran Teatro de Cádiz, uno de los mejores de España según el Rey Alfonso XII,  era que su fachada y gran parte de la estructura era de madera. 

El incendio que acabó con el teatro se declaró sobre las doce y media de la noche del 6 de agosto  de 1881. Nunca se supo el origen. A esa hora ya habían finalizado los espectáculos de la Velada de los Ángeles, en el cercano parque Genovés, y apenas si había público en las calles. Unos paseantes vieron salir humo del tejado del Gran Teatro y dieron las voces de alarma. Instantes después, grandes lenguas de fuego salían del edificio. 

En aquella época la alarma de fuego era dada por las campanas de la ciudad, incluida la del Ayuntamiento, que de inmediato comenzaron a repicar. Los serenos y guardias municipales hicieron sonar sus silbatos y las voces de ¡fuego! fueron dadas por todas las esquinas.

En el caso que nos ocupa fue un periodista de Diario de Cádiz que estando trabajando en la redacción de la cercana calle de la Bomba, hoy Ceballos, el que, al oir las voces de ¡fuego! y ver el humo que salía del Gran Teatro, fue corriendo a la iglesia de San Antonio para que las campanas comenzar a repicar y dar la correspondiente alerta. 

Pero en aquellos años las medidas contra el fuego eran prácticamente inexistentes. No había brigadas de bomberos y el Ayuntamiento solamente contaba con dos bombas para lanzar agua contra las llamas y que eran transportadas en carro. También había otra bomba en la Capitanía del Puerto.

Ante tan pocos medios, lo único que pudo llevarse a cabo fue evitar que las llamas se propagaran a los edificios cercanos. En el inmediato  jardín botánico, detrás de la capilla castrense, había unas pequeños mangueras que sirvieron para refrescar la Facultad de Medicina y evitar que el incendio llegara hasta allí.

Los enfermos del cercano hospital fueron llevados al Hospicio y las señoras alojadas en la Casa de Viudas fueron llevadas a domicilios de familiares.  Los vecinos de la plaza también fueron obligados a dejar sus domicilios has ta total extinción del fuego.  En el interior del Gran Teatro dormía el conserje, Benito Pérez, y un mozo llamado ‘Manolillo el alto’, que pudieron salir rápidamente. Un perro llamado ‘Turco’ fue la única víctima de las llamas, ya que no pudo escapar a tiempo.

Las autoridades, con el alcalde Amusátegui a la cabeza, ordenaron que los municipales, serenos y fuerzas del Ejército que habían acudido a las voces de alarma rodearan el edificio en llamas y evitaran que las casas vacías pudieran ser saqueadas por los desaprensivos de siempre.

A la hora y media de comenzar el fuego no quedaba nada del Gran Teatro. Todo quedó destruido. Dentro del coliseo se guardaban numerosos decorados, un rico guardarropa y una tramoya de mucho mérito. Anexo al  teatro, en la esquina de Sacramento, había un pequeño establecimiento de bebidas, también de madera, que salió ardiendo con toda la mercancía.

En la misma madrugada del incendio, Enrique Macpherson y el marqués de Santo Domingo de Guzmán empezaron a organizar la construcción de un nuevo teatro y para ello hubo reuniones en los días siguientes.

Por diversas circunstancias, en la plaza de Fragela no hubo otro Gran Teatro hasta 1909, veintiocho años  más tarde.

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