Comercio de Cádiz

El fin de la saga de los 'Melu'

  • Pedro Fernández, carnicero del Mercado Central, se jubila tras más de medio siglo en el puesto número 45, que heredó de su padre

El carnicero Pedro Fernández prepara un encargo de un cliente el pasado sábado, día de su jubilación.

El carnicero Pedro Fernández prepara un encargo de un cliente el pasado sábado, día de su jubilación. / jesús marín

La Plaza ya no es la misma desde el pasado sábado. Uno de sus puestos con mayor solera, el número 45, echó la baraja para siempre. Por suerte, el cierre se debe a la jubilación de Pedro Fernández, el último de los carniceros que quedaba en activo de la saga de losMelu, un mote que heredó de su abuelo Agustín, que eligió ese apodo cuando hizo sus pinitos como aficionado al toreo "cuando toreaban en el matadero a las reses que venían". Al final, este nombre se lo quedó toda la familia. Su padre, Pedro, también fue carnicero y se le conocía por este sobrenombre, al igual que a sus tíos y sus primos. De hecho, varios de ellos se dedicaron a este oficio.

En 1967, Pedro llegó al Mercado Central para echar una mano en el negocio familiar por las mañanas mientras que por las tardes estudiaba en el Instituto Columela. Por aquel entonces tenía 14 años. Ahora, a punto de cumplir los 66 años, comienza una nueva vida tras abandonar la carnicería que heredó de su padre. "Estoy deseando que sean las dos de la tarde. Ya tengo aquí preparadas las tapitas, el choricito y el vinito, que así es como hay que despedir las cosas, con los compañeros de la Plaza", comentaba con alegría el pasado sábado horas antes de cerrar.

Reconoce ahora sólo existen "vendedores de carne" al llegar ya preparados al negocio

En un rato, no pararon de pasar clientes y amigos por el puesto número 45 del Mercado Central para desearle suerte a Pedro en su nueva vida y para recibir las recomendaciones de dónde tenían que comprar a partir de ahora. "La verdad es que lo voy a echar de menos", reconoció el Melu, ya que "llevo toda la vida aquí metido", aunque tampoco le hace ascos a su nueva vida. "Lo primero que voy a hacer es quitarme de la cabeza todos los problemas", afirmó el ya ex carnicero, a lo que añadió que también va a aprovechar a partir de ahora todo el tiempo libre que va a tener, ya que "me he apuntado al gimnasio y voy a seguir con mis palitos de golf, que los tenía un poco abandonados". De hecho, como aficionado a este deporte tiene un handicap 20. Junto a esto, también será tiempo de disfrutar de los paseos, la playa y los nietos. Un plan perfecto tras toda una vida detrás del mostrador.

En medio siglo, Pedro ha podido vivir cómo ha cambiado tanto la Plaza como el gremio de la carnicería. "Ahora no hay carniceros, hay vendedores de carne, que es una cosa muy distinta", sentenció con rotundidad antes de explicar que es un oficio que lleva camino de perderse ya que "ahora te viene todo preparado. Los distribuidores compran la carne y te la sirven. Antes, tenías que traerte la ternera entera. Ahora, casi todo viene descuartizado y deshuesado".

A esto, unió Pedro el cambio en los hábitos tanto de vida como de compra. "Antes, la Plaza era un punto de encuentro", resaltó, ya que "antes se vivía al día" al decidirse lo que se ponía de comer con una vuelta por el mercado, mientras que ahora "te llevas la comida para toda la semana". Además, también añadió la existencia de las grandes superficies de alimentación. "Antes, todo el mundo tenía que venir a los mercados. Los bares, los restaurantes y todo el público venían porque no había ni grandes superficies ni supermercados. Los que estaban eran los almacenes, que no vendían carne. El primero que se instaló aquí fue Simago y después empezaron a llegar los hipermercados. Los habitantes de Cádiz no han crecido tanto como para tantas superficies", explicó.

Tras 51 años en el Mercado Central, Pedro señaló sobre sus compañeros que "el gremio de la carnicería funciona como una familia. Cada uno tiene su clientela, pero nos ayudamos cuando nos hace falta cualquier cosa. Si yo no tengo una cosa, mando al cliente a otro puesto y si otro no lo tiene, me lo manda a mí".

Al no haber relevo, tras la copa llegó la despedida. Medio siglo que no se olvida, pero que da paso a un más que merecido descanso.

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