Historias de Cádiz

El descarrilamiento de Cortadura

  • Grave accidente del tren correo en 1879 con cinco muertos y numerosos heridos l  Los médicos gaditanos fueron avisados por los serenos l  Meritoria labor de la Santa Caridad

El descarrilamiento en Cortadura en dibujo de la Ilustración Española

El descarrilamiento en Cortadura en dibujo de la Ilustración Española / La Ilustración

En mayo de 1879 el tren correo procedente de Sevilla y Jerez sufrió un grave accidente entre el Ventorrillo de El Chato y el fuerte de la Cortadura. Un suceso en el que murieron cinco personas y otras muchas resultaron heridas de gravedad. La magnitud de lo sucedido y las circunstancias que rodearon al caso hizo que durante años la población de Cádiz conociera el accidente como “El descarrilamiento de Cortadura”. 

El tren correo debía llegar a nuestra ciudad sobre las diez de la noche. Se trataba de un convoy compuesto por una locomotora, un vagón con la correspondencia oficial y particular para Cuba y Puerto Rico, un vagón para pasajeros de segunda clase, otro de tercera y doce vagones con mercancía general con destino a los buques que debían partir para América en fechas próximas. 

Las vías del ferrocarril, al llegar a Torregorda, cruzaban el camino general de Cádiz a San Fernando y caminaban paralelas a la orilla del mar, dejando a su derecha el Ventorrillo de El Chato. Antes de llegar a Cortadura, el tren salvaba el fuerte tomando una gran curva, cruzando de nuevo el camino general, para seguir hacia la Segunda Aguada y Cádiz por la ruta  del tren que hoy conocemos. El accidente ocurrió en esa gran curva del camino. Las vías, debido al fuerte viento, estaban cubiertas por arena de la playa y las ruedas de la locomotora resbalaron en las vías, cayendo la máquina en un pequeño desnivel. Todo el convoy cayó sobre la locomotora.

Cinco muertos y numerosos heridos, algunos de gravedad, fue el resultado del accidente. Pero los heridos quedaron en principio sin posibilidad de socorro. Aquellos parajes, hoy inmediatos a la ciudad, eran entonces un descampado sin vida alguna. No había electricidad en las calles, no había vehículos  a motor y ningún coche de caballos circulaba a esas horas de la noche y, por supuesto, no había teléfonos  de ninguna clase.

La  alarma comenzó en Cádiz sobre las once de la noche, con el retraso del tren. San Fernando había comunicado por telégrafo la salida del convoy pero éste no llegaba. 

Uno de los heridos, un marinero de la Carraca cansado de esperar ayuda, decidió caminar por las vías hasta la Segunda Aguada y desde allí hizo por telégrafo las llamadas de auxilio.

El jefe de la estación de Cádiz, Fernando Bobadilla, avisó al Hospital de la Misericordia y al alcalde de la ciudad, José Morales Borrero. Los serenos recibieron el encargo de avisar a todos y cada un o de los médicos y se ordenó preparar un tren especial para auxiliar a las víctimas.

En apenas una hora la Hermandad de la Santa Caridad llevó a la estación de Cádiz varias camillas, botiquines y  material sanitario, mientras preparaba el hospital para recibir a los numerosos heridos.

En el tren de socorro marcharon el alcalde, varios concejales, el inspector jefe de Orden Público, varios policías y los doctores Enrique Díaz Rocafull, Manuel Delgado Viaña, Eduardo Rey González-Collado y Fernández Cuarteroni, acompañados de cuatro alumnos en prácticas en el Hospital de San Juan de Dios. También marcharon varios ‘topiqueros’ o enfermeros encargados de aplicar las curas a los heridos. 

Otros médicos, como José Arizmendi, decidieron tomar sus propios coches de caballos y, a pesar de la oscuridad total, dirigirse hacia Cortadura para auxiliar a las víctimas.

Mientras tanto la Hermandad de la Santa Caridad preparó en el Hospital de la Misericordia cuarenta camas para los heridos y el material médico necesario. Al frente se situaron los médicos  Rosendo Lombera, Servando de Dios, el decano de Medicina Federico Benjumeda, el catedrático Miguel Dacarrete y varios profesores y alumnos de la Facultad de Medicina.

Con faroles portátiles de petróleo, los médicos atendieron  en el lugar del suceso a los heridos y llevaron en camilla a los más graves al tren de socorro, que emprendió el regreso a la ciudad. Todos destacaron la labor del doctor Díaz Rocafull, que años más tarde sería alcalde de Cádiz, que se introdujo durante mucho tiempo debajo de los vagones para atender  a los heridos, con gran riesgo para su propia integridad.

Una vez llevados los heridos graves al hospital partió un segundo tren de socorro para atender a los heridos leves y  conducirlos a la ciudad. En el mismo tren marcharon miembros de la Guardia Civi y del Ejército para custodiar la zona y evitar cualquier saqueo. Toda la correspondencia oficial y particular fue custodiada debidamente sin que nada se perdiera.  La Compañía ferroviaria envió personal, con su delegado en Cádiz Francisco Dolarea, para restaurar el servicio y despejar las vías.

El balance del accidente de fue de cinco personas fallecidas y varios heridos graves, permaneciendo en el Hospital de San Juan de Dios ocho heridos hasta su total curación. El levantamiento de los cadáveres se llevó a cabo por orden del juez con antorchas encendidas, procediéndose al traslado al cementerio. 

Al día siguiente, domingo, cientos de gaditanos acudieron en coches de caballos a la zona de accidente, curioseando entre los restos de los vagones destrozados. Restos del accidente permanecieron muchos años en la zona de Cortadura.

Todos elogiaron la meritoria labor de la Santa Caridad y de los médicos de Cádiz, que supieron responder rápidamente al primer accidente de ferrocarril ocurrido en las cercanías de nuestra ciudad. Además de las felicitaciones a la Caridad, el Gobierno concedió la cruz de la Orden de la Beneficencia  a los médicos, Rocafull, Rey, Delgado y Fernández Cuarteroni.

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